El obispo de Mondoñedo-Ferrol publica un mensaje con motivo del Día del Seminario
Monseñor García Cadiñanos aborda la situación que afecta al presente y futuro de la Iglesia

Foto de archivo del obispo de Mondoñedo-Ferrol, Fernando García Cadiñanos
Ferrol - Publicado el
4 min lectura
El obispo de Mondoñedo-Ferrol, monseñor Fernando García Cadiñanos, publico este viernes un mensaje con motivo del Día del Seminario, en el aborda la situación que afecta al presente y futuro de la Iglesia. Este es.
Con la fiesta de San José nuestra Iglesia nos invita a celebrar el Día del Seminario. Hablar del Seminario es poder tener la posibilidad de reflexionar sobre muchos temas que afectan al presente y futuro de nuestra Iglesia: la misión del sacerdote hoy en nuestro mundo y en nuestras comunidades, su figura y su tarea; la pregunta sobre cómo desvelar que Dios sigue llamando a jóvenes a participar en su misión; la propuesta explícita a las nuevas generaciones para suscitar su vida como vocación en clave de servicio; la necesidad de articular estructuras formativas actualizadas y significativas que ayuden a prepararse a los futuros sacerdotes como servidores de la Iglesia y del mundo en una época de cambio; la urgencia de redescubrir la clave vocacional en nuestra acción pastoral…
Como sabéis, desde este curso funciona nuestro Seminario Mayor Interdiocesano “Santiago Apóstolo” en la ciudad compostelana. Se trata de una comunidad formativa que, acompañada por cuatro sacerdotes, creemos que ayuda de manera adecuada a los jóvenes que tienen inquietudes vocacionales y manifiestan su deseo de ser sacerdotes el día de mañana. El
Seminario Interdiocesano se convierte así en un instrumento que pretende acompañar en el discernimiento de estos jóvenes y ayudarles en su mejor formación humana, intelectual, comunitaria, espiritual y pastoral. Son tantos los retos que en el futuro tendrán que afrontar que todo esfuerzo es poco. En dicho Seminario, junto a los seis seminaristas de nuestra diócesis, se forman los de la diócesis de Tui-Vigo y Santiago de Compostela.
Conforman así una comunidad de talla humana que les permite crecer y vivir con alegría la llamada de Jesús.
Mi recuerdo va dirigido ahora a ellos: a Darío (actualmente diácono), Andrés, Renny, Sebastián, Ismael y Gonzalo. Gracias por responder a la llamada; gracias por hacer el esfuerzo que estáis haciendo; gracias por querer dejaros moldear como la Iglesia hoy nos solicita; gracias por vuestra disponibilidad y generosidad; gracias por responder con docilidad a las preguntas de vuestro corazón… Cuidaos mucho, cuidad vuestro corazón para que seáis los presbíteros que nuestra Iglesia de Mondoñedo-Ferrol necesita. No es fácil, pero con el Espíritu es posible.
Pero la celebración del Día del Seminario es también una provocación para todos nosotros. Os invitaría a varias cosas: en primer lugar, a orar por estos jóvenes que hoy son auténticamente intrépidos. La respuesta a la vocación se sostiene por gracia, siempre es obra del Espíritu que actúa en nosotros. Él es el que llama. Cuando oramos por los seminaristas, en el fondo, estamos amándolos e integrándolos en nuestro corazón y en el corazón de la comunidad cristiana donde un día tendrán un papel de servicio imprescindible. La oración por ellos nos ayuda a valorarlos y a reconocernos siempre como obra de Dios que va tejiendo su voluntad con nosotros y entre nosotros.
La oración nos ayuda a descubrir que el seminarista forma parte de una comunidad de donde surge y a la que vuelve para una misión.
En segundo lugar, os invitaría a arropar a nuestros sacerdotes, servidores de la comunidad y “sembradores de esperanza”, como dice el lema de este año. Vivimos tiempos muy complejos, de auténtico cruce por el desierto como señalan algunos.
En la visita pastoral compruebo cómo los valoráis y apreciáis, aun en medio de su fragilidad, debilidad y pecado. Os invito a seguir de esta manera para que nunca se sientan solos o aislados, sino miembros de una gran familia que es la Iglesia donde son capaces de generar mucha vida y esperanza. Solo cuando nos valoramos en la diversidad de funciones y ministerios en los que se configura la Iglesia, se redescubre la función del presbítero en lo que auténticamente significa. Como decía el Cura de Ars: “Un buen pastor es el tesoro más grande que el buen Dios puede conceder a una parroquia y uno de los dones más preciosos de la misericordia divina”.
Por último, os invitaría a plantear explícitamente a los jóvenes la propuesta vocacional.
Acabamos de tener un Congreso de Vocaciones en la Iglesia de España donde hemos hablado precisamente de la crisis antropológica que atravesamos cuando la vida se vive desde un enmimismamiento.
La vida se pierde si se encierra en falta de horizontes, cuando es incapaz de plantearse en clave de desarrollo personal y competencial. Por el contrario, una cultura vocacional ayuda a redescubrir la vida siempre como una pregunta, como un interrogante que me formulo personalmente ante Dios y ante el mundo: yo, ¿para quién soy? ¿Por qué estoy en este mundo? ¿Para qué me ha creado el Señor? La respuesta a estos interrogantes se descubre siempre como una misión, una tarea: yo soy para Dios y para los hermanos, no para mi propio bienestar y beneficio. Y solo en esta perspectiva la vocación sacerdotal puede surgir entre los más jóvenes de nuestra comunidad.
Os felicito a todos los miembros de nuestra Iglesia que tenéis como carisma o como inquietud esta cuestión vocacional. Que sigamos entre todos acompañando a los que ya están en ese proceso de discernimiento y que el Señor siga concediéndonos el regalo de nuevas vocaciones.
Tu hermano y amigo,
Fernando García Cadiñanos
Obispo de Mondoñedo-Ferrol