VIVEIRO
José María Prieto es sordo y ciego, eso no le impide bucear pero necesita ayuda para cruzar la calle
Vive la vida con una actitud intrépida, se enfrenta a los retos con valentía y humor, siempre acompañado de su mejor amigo, Neón
Ribadeo - Publicado el - Actualizado
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José María sale a pasear cada día por su ciudad Viveiro, casi siempre acompañado de Neón. Es su mejor amigo, aunque Neón no puede hablar. Tampoco es importante porque José María no puede oír, ni ver, es sordo-ciego.
Su perro es su mejor amigo, es como una persona, lo entiende todo y le ayuda mucho, pero no puede decirle cuándo hay que cruzar la calle. Nos cuenta José María -a través de Sheila Domínguez, su intérprete- que "ojalá mi perro pudiera hablar, y pudiera hablar conmigo y pudiera ayudarme a hablar con el resto de personas, aun así yo me siento muy feliz y muy afortunado con Neón, ya que Neón es el único amigo de verdad que tengo en mi vida".
toda una vida
Pese a su condición, José María, se defiende bastante bien por la vida, convive con ello desde los primeros meses de edad. Piensa que la vista la perdió a los tres meses de nacer, sus ojos cambiaron de un azul intenso a un marrón muy oscuro, y el oído sobre los seis meses. Sus padres le contaron que de recién nacido respondía a los estímulos sonoros, pero a esa edad sufrió una crisis de dolor de oídos y el médico le recetó unas gotas. Sus padres siempre se quedaron con la duda de si esas gotas le provocaron la sordera.
Eso no le impide salir a comprar, tomar algo en un bar o hacer recados para la casa. Vive con una hermana pero está enferma y ella no le puede acompañar. Su compañero suele ser Neón, pero también sale solo a veces. El problema surge cuando hay que cruzar una calle. A veces se ha pasado cerca de una hora parado en un semáforo esperando que alguien le ayude.
el reto del semáforo
Por eso lleva un cartel colgado de la mano, pidiendo que le echen un cable para cruzar. No es necesario que se comuniquen con él porque sabe que a la gente le da reparo. No conocen el sistema dactilográfico para poder comunicarse, pero con que le den un toquecito en el hombro, bastaría. Él pondrá el brazo en jarras y cruzarán juntos. Y les estará "muy agradecido".
Una de sus reivindicaciones, en la que lleva una temporada trabajando, es conseguir que se instalen semáforos vibratorios para que él sepa cuándo se puede cruzar.
aventura sin limitaciones
Pese a su complicada circunstancia, José María es muy intrépido, soñador y aventurero. Acaba de experimentar una vivencia única, un bautizo de buceo. Y se sintió como pez en el agua: "me sentía como un bebé marino, que estaba jugando con las burbujas del agua y yo lo comparo como si fuera un bebé dentro de la barriga de mi madre embarazada".
Su instructor de buceo, Carlos Gil de Maremasma, señala que fue todo como la seda "más fácil de lo que pensaba porque él estaba muy cómodo en el agua, nos dábamos la mano y yo con mi mano le indicaba a él qué es lo que íbamos a hacer".
De vez en cuando pedía parar para tocar la zona y saber qué había por allí "palpar el fondo, sentir alguno de los objetos que hay en el fondo, algas, rocas, arenas o conchas". Señala Carlos que fue "una experiencia para ambos, yo la disfruté más que él porque para mí fue una experiencia super enriquecedora".
buscar una sirena y un tesoro
José María es tan aventurero que desea bajar mucho más abajo, a 50 o 100 metros de profundidad, y poder tocar algún barco hundido – porque sus manos son sus ojos. Además, cargado de sentido del humor, explica que espera encontrarse con algo más ahí abajo, como "una bonita sirena que robe algunos percebes para mí y me los cocine", o un tesoro que le ayude a pagar facturas "que están la luz y el agua muy caras".
Bromas aparte, "me siento muy ansioso de poder probar un buceo con mucha más profundidad y viajar, realmente, a lo más profundo del mar". Toda su vida se ha sentido muy atraído por el mar, desde pequeño.
Es muy soñador, desde siempre "durante toda mi vida fui una persona que soñé mucho porque, claro, no puedo ver y no puedo oír y al final todo se mueve dentro de mi cabeza y todo funciona a través de mi imaginación, y con la imaginación podemos llegar a volar y hacer todo lo que queramos y, aunque no pueda ver ni oír, dentro de mi cabeza puedo viajar y navegar todas las veces que yo quiera".
Por ahora sigue soñando con una vida más fácil en su ciudad, Viveiro, con gente amable que le ayude a cruzar cuando le vean parado en una calle. Ojalá este sueño, tan sencillo, se convierta pronto realidad.