FOLCLORE

Codés, Virgen del Yugo o el Puy, continúan las romerías en el mes de mayo

El musicólogo Alberto Magán Ciérvide continúa descubriendo el folclore navarro con su periplo por las romerías

Fermín Astráin

Publicado el - Actualizado

9 min lectura

Aquí un jueves más de folclore, en este mes de mayo, en el mes de las flores, por eso nuevamente, comenzamos nuestro programa con una jota alusiva. Esta preciosa jota que dice “Cuando rezas el rosario, quisiera ser vida mía “navarrica”, capullico, flor de mayo” Jota, que escuchamos de la voz, de las queridas Hermanas Flamarique, que desde el cielo, nos acompañan hoy en este programa.

Y dando algún dato más sobre esta vieja jota navarra, que ya fue cantada por las Hermanas Flamarique en 1947, y grabada con orquesta en el 55, es el precedente o resultado de un arreglo de la jota lírica "Un momento me quisiste" que se canta en la zarzuela "Sor Navarra" de Federico Moreno Torroba y que como anécdota contaremos lo siguiente.

En el Café Castilla en Madrid, frecuentado por cantantes, músicos y melómanos de aquel tiempo, la cantante Pepita Embil, conocería tras la guerra, a un barítono, llamado Plácido Domingo Ferrer, con el que no tuvo un especial feeleing. Pero quiso el destino que ambos fueran contratados para representar en Pamplona la zarzuela "Sor Navarra". Y de tanto representar... tres meses después contrajeron matrimonio y fruto de esa unión, nacería el afamado tenor Plácido Domingo, referente nacional en todo el mundo.

Y seguimos hablando de las mejores flores de nuestro folclore, tradiciones y costumbres y con ello, cerramos el capítulo de las romerías, aunque se seguirán celebrando a lo largo de todo el verano. Hablamos de la de San Miguel de Aralar, Ujué, Roncesvalles, San Gregorio y alguna más, y hoy concluimos citando otras grandes devociones que se celebran en Navarra, como la Romería a la Virgen del Yugo, en el corazón de las Bardenas, Virgen que fue coronada en el año 2010. La Imagen data del año 1400 aunque la aparición de la talla primitiva, se remonta al año 1089, tristemente, desaparecida. Hasta ella se acercan en romería los vecinos de Valtierra, Cadreita y Arguedas.

Sobre la aparición de la Virgen del Yugo, encontramos la siguiente narración que nos dice: “Un labrador de Arguedas, cojo de nacimiento, había subido a arar en el monte, donde trabajó toda la mañana. Llegada la hora del descanso, desató la yunta, dejó a los bueyes paciendo, colocó el yugo junto a un pino, y se sentó en la hierba para comer y descansar. Después de comido y descansado, cuenta la tradición que al dirigirse hacia el yugo para ponerlo a los bueyes y emprender de nuevo el trabajo, vio con sorpresa y gozo una bellísima imagen de la Virgen Santísima, posada, cual ligera paloma, entre el frondoso ramaje del pino, a cuyos pies había dejado el yugo. La historia sigue narrando el prodigio, pero nos quedamos con este fragmento, por ver el origen del nombre de esta advocación de la ribera navarra.

Y nos vamos hasta la sierra de Codés, donde todavía resuena en sus montañas el eco de ese mítico grito que sonó el pasado domingo y que dice eso de: “Por Pentecostés, todos a Codés”. Y es que el pasado domingo, fiesta de Pentecostés, se celebró la romería a la Virgen de Codés. Hasta ella en sucesivos domingos, peregrinan vecinos de Desojo, Azuelo, Espronceda, Aguilar de Codés, La Berrueza, Aras, Armañanzas, Torres del Río, Sansol, El busto, Bargota, Lazagurría.

Cada pueblo en su romería saluda a la Virgen al pie de la escalinata con la cruz, estandarte o pendón, en el emotivo acto que llaman abrazo fraternal. Ya que se besan las cruces como he-mos visto en otras romerías. También ofrecen los mejores frutos de la tierra, se reza con gran devoción implorando los favores de la Virgen. Cantan con fe para alegrar a su Patrona. Se saca en procesión la imagen a la explanada para celebrar la Eucaristía y se despiden con versos y poemas inspirados desde el corazón para volver a sus pueblos llenos de satisfacción con la bendición de la Madre de Codés. Cuenta la tradición que el rey visigodo Leovigildo, en el año 575, en una de las campañas emprendidas para someter a los pueblos del norte, atacó y destruyó la población situada en el Monte Cantabria, en las proximidades de Logroño.

Algunos de los atacados pudieron escapar y lo hicieron llevando consigo las reliquias más preciosas y una imagen de la Virgen. Encontraron refugio en las montañas de Torralba, la actual Sierra de Codés, y para evitar que fueran profanadas, enterraron la imagen de María y las reliquias que habían salvado del ataque visigodo.

Como suele ser habitual en este tipo de relatos, al cabo del tiempo se perdió el recuerdo del emplazamiento de la imagen y de las reliquias, hasta que siete siglos más tarde, un pastor las descubrió en una ermita que estaba prácticamente cubierta por espinos y dio cuenta del prodigioso hallazgo. De esta manera comenzó la devoción a la Virgen de Codés.

Y siguiendo el calendario, el próximo domingo, es la fiesta de la Trinidad y se celebrará la romería a la Trinidad en Lumbier.

Esta romería de carácter penitencial, se celebra desde el siglo XIX el día de la Santísima Trinidad, que es el domingo después de Pentecostés. A las 8 de la mañana tañen las campanas y numerosos romeros de Lumbier comienzan su peregrinación a la ermita de la Trinidad. Esta ermita,, asomada en el borde de un escarpe rocoso de la sierra de Leyre, resplandece con su característico color blanco divisándose lo lejos.

Penitentes de la hermandad de Los Cruceros vestidos con túnicas negras y capillo cubriendo la cara, portan pesadas cruces de madera y ascienden a pie hasta la ermita, a 740 metros de altitud. ¡Todo cuesta arriba! La peregrinación se hace en fila, ordenadamente según la antigüedad de los Nazarenos. Los jóvenes a la cabeza, los más expertos atrás. Tras ellos, procesionan todos los lumbierinos que no van entunicados. El periplo se caracteriza por la sobriedad y la espiritualidad y el camino dura una hora aproximadamente.

A la llegada se les recibe a los romeros en el interior de la Ermita con el caldo que se cocina con pasión y devoción exclusivamente para este día. Continúa el día con la celebración de la misa en la explanada de la Ermita y finaliza la visita con el tradicional almuerzo en familia o en cua-drilla. Con el canto de la Salve en dirección a la Virgen de Ujué, comienza la bajada desde la Ermita hacia la Iglesia a las doce del mediodía, donde los romeros que entran en solemne y sobria procesión, nuevamente entunicados y con las caras cubiertas por sus capillos, serán recibidos por las campanas y los vecinos que no han podido subir a la ermita a venerar el gran misterio de la Santísima Trinidad.

Y muchas otras romerías son las que se celebran en Navarra, como la de la Virgen de Gracia en Cárcar, La Virgen de Andión en Mendigorría, Al Cristo de Cataláin en el Valle de la Valdorba, A la Virgen de las Nieves en la Selva del Irati, a la Virgen de Belate en el Valle de la Ultzama. A la Virgen de Cuevas en Viana.

También, la Romería a San Pedro de Usún, en el Valle de Romanzado, Romería de la Cendea de Iza a la Virgen de Osquía. El Valle Etxauri peregrina a Santa María del Perdón. La romería a San Salvador de Itsaso. La romería de Ezcabarte a la Santísima Trinidad de Arre. También entraña-ble es la procesión con el Niño Jesús en la romería a la Santísima Trinidad de Oscáriz. Y en mu-chas habrá bendición de campos, como en la ermita de los santos Pablo y Felicia de Labiano o besos entre cruces como el de la cruz de Adoáin a la de Elcoaz en Santa Fe de Epároz.

La romería a San Zoilo en Cáseda, a la Virgen de Zuberoa en Garde, San Pedro de Alsasua, San-ta Cruz en Andosilla, la del Soto de Caparroso, la del Villar y el Romero de Corella y Cascante o la de San Urbano de Gascue.

También entrañable es la romería a Santa Zita en San Martín de Unx, Ochagavía y Salazar a la Virgen de Musilda con sus danzantes y el “bobo”, Navascués a San Quirico, Roncal a la Virgen de Idoia. Al lrededor del 3 de mayo fiesta de la cruz, destaca la romería del santo Cristo de Aibar y cómo no, las multitudinarias y mundialmente conocidas Javieradas.

Y así… podríamos seguir un buen rato Y aunque seguro que hay muchas más romería que me dejo, quiero terminar, con las Romería de Abárzuza , Cirauqui, Villatuerta, Oteiza, Valle de Allín, Murugarren, Zabal y Bearín, a la Virgen del Puy de Estella, cuya fiesta celebramos el pró-ximo sábado y en la que los estellicas venerarán como ellos saben. Con su Aurora, Corporación, misa solmemne, Gigantes, cabezudos, danztaris, maceros, clarines y timbales y como no puede faltar, con el baile de la era.

Una leyenda cuenta que en el año 1085, poco antes de la creación de la nueva ciudad de Estella, unos pastores de Abárzuza acudieron a un alto atraídos porque unas estrellas lo señalaban, y allí encontraron en una cueva una imagen de la Virgen con el niño. Se la llamó Virgen del Puy, por haberse encontrado sobre una colina, a semejanza de una advocación muy venerada en Francia: Nôtre Dame du Puy. El rey Sancho Ramírez mandaría construir allí una ermita en su honor. La talla que se venera en la actualidad, data del siglo XIV, es de madera chapada en plata. Fue coronada en el año 1958 y se encuentra en el santuario situado en lo alto de Estella, construido por Víctor Eusa en 1930.

Y con este himno a la virgen del Puy tocado con las campanas de la espadaña de su santuario, cerramos nuestro particular ciclo de romerías.

Podemos afirmar que los doce meses del año navarro se hallan sembrados de romerías, desde el 17 de enero en que van a su ermita de San Antonio los de Urdax y los de Lacunza, hasta el 18 de diciembre con la romería de de Úgar en el corazón del valle de yerri, a su Virgen de la O.

Vemos como en todas ellas se puede apreciar el sentido devoto y ferviente a las vírgenes, santos y a Cristo, junto a las expresiones festivas, folclóricas y lúdicas que las complementan, y, desde luego, vemos cómo están llenas de emoción y del afecto a lo local, debiéndose esto último, sin duda, al deseo y sentimiento de identidad de nuestras gentes, que no olvidan sus propias raíces. Más todavía cuando el pueblo a lo largo de la historia, ha emigrado a la ciudad. La ciudad industrial muchas veces ha absorbido de tal manera a la sociedad por ella creada, que ha sumido en el anonimato a mucha gente por ella envueltos. Hoy se aprecia entre noso-tros cierto afán de retorno al pueblo, pero sin dejar la ciudad. Y el momento culminante de este retorno afectivo, junto con las fiestas patronales, son las romerías, que se convierten en lugar y momento fuerte para la vivencia de una fe ancestral, con todo lo que le rodea de devo-ción, emoción, afecto, de fiesta, de tradición, gastronomía y todo ello forma, forja y mantiene vivo este gran capítulo de nuestra historia que enriquece nuestro folclore navarro.

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