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¿Ha dado más Hemingway a San Fermín o son las fiestas pamplonesas quienes han dado más al Nobel?

El Premio Nobel de Literatura es una de las figuras clave para la internacionalización de las fiestas de San Fermín. Se cumplen 63 años de su pérdida.

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El Premio Nobel de Literatura es una de las figuras clave para la internacionalización de las fiestas de San Fermín. Se cumplen 63 años de su pérdida.

Alberto Sanz
Alberto Sanz

Redactor Cope Navarra

Pamplona

Tiempo de lectura: 7'Actualizado 09:55

El escritor Ernest Hemingway es una de las figuras más importantes de las fiestas de San Fermín. El próximo 6 de julio darán comienzo unas fiestas que adoraba el Premio Nobel de Literatura y que le llevó a escribir el exitoso "Fiesta". Un 2 de julio de 1961 ponía fin a su vida en su casa de Ketchum, en el estado norteamericano de Idaho.

La importancia de Hemingway para la internacionalización de San Fermín es clara y evidente. El debate que se puede abrir es saber quién ha sido más importante para quién. ¿Le aporta más el escritor a las fiestas del copatrón de Navarra o viceversa? La influencia de Ernest es notoria, gracias a aquel viaje iniciático que se vería reflejado en su libro ‘Fiesta’ con San Fermín en el centro.

San Fermín le ha dado más a Hemingway

En el sentir de la gente de Navarra está el agradecimiento y respeto para la figura del escritor. Lo cual no quita para que a la pregunta de quién le ha dado más a quién haya una mayoría que considere que ha recibido más Hemingway. La teoría que San Fermín ha dado más de lo que ha recibido se sustenta en dos pilares:

  • El primer argumento es que Ernest encuentra en San Fermín un argumento y una inspiración para escribir su exitoso libro 'Fiesta. Es decir, le da la idea para que pueda cosechar un libro "famoso en el mundo entero".
  • El segundo, y más importante, es que Ernest Hemingway es recordado y se convierte en protagonista a nivel mundial del 6 al 14 de julio de cada año. El impacto mundial que recibe de manera periódica el escritor hace que su historia y legado literario siga estando muy vivo. Además, si Hemingway demostró una gran pasión por San Fermín, Navarra y la fiesta ha demostrado un gran cariño y le guardan con un recuerdo maravilloso al escritor.

La realidad es que es imposible medir quién ha dado y recibido más, lo que está claro y es innegable es que San Fermín y Hemingway han logrado encajar en la perfección, tanto en su día cuando coincidieron, cómo en el recuerdo histórico que se generan mutuamente. Son el ejemplo perfecto de que se han ayudado a ser lo que son y han sido.

San Fermín es un momento de debate entre amigos y desconocidos. Nunca sabremos la conclusión final, pero seguro que Ernest Hemingway saldrá en muchas conversaciones, incluso con el debate de quién ha dado más a quién. Aunque no tengamos la solución, que se hable del escritor fallecido hace 63 años ya nos deja una respuesta.

El 2 de julio se cumplen 60 años sin Hemingway: San Fermín y España siempre en su recuerdo

Al Nobel le había dado tiempo de despedirse de España en una fugaz visita en 1960, un año después de disfrutar las que fueron sus últimas fiestas de San Fermín

El escritor Ernest Hemingway se quitó la vida en su casa de Ketchum, en el estado norteamericano de Idaho, el 2 de julio de 1961, hace ahora 60 años, poniendo fin a un proceso de destrucción personal enhebrado al alcohol, los delirios y el enfrentamiento a sus propios demonios familiares.

Al Nobel le había dado tiempo de despedirse de España y los españoles en una fugaz visita en 1960, un año después de disfrutar las que fueron sus últimas fiestas de San Fermín -que universalizó a través de sus libros y visitas- y vivir en primera línea aquel enfrentamiento taurino y personal entre Luis Miguel Dominguín y Antonio Ordóñez que pasaría a la historia como ‘El verano peligroso’.

El escritor norteamericano había descubierto España en julio de 1923 después de participar como conductor de ambulancias en la I Guerra Mundial. El encuentro con el país que tanto amó se produjo en plenas fiestas pamplonicas hace casi un siglo. Y llegó el flechazo. Aquel viaje iniciático se vería reflejado en su libro ‘Fiesta’.

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‘Fiesta’ no dejaba de ser un retrato fiel del periplo sanferminero del periodista veinteañero y su breve tropa de acompañantes, pero también era una nítida radiografía de aquella ‘generación perdida’ de entreguerras que encarnaron otros autores como Dos Passos y Scott Fitzgerald.

Las visitas a España y su reencuentro con los sanfermines se prodigaron a través de la década pero hay que subrayar un encuentro crucial que cambiaría la historia personal del escritor. Se trata de la compleja amistad iniciada en 1925 con Cayetano Ordóñez ‘Niño de la Palma’, torero que también se vería retratado literariamente en ‘Muerte en la tarde’ bajo el nombre ficticio de Pedro Romero.

El estallido de la Guerra Civil marcó su retorno a la piel de toro como corresponsal bélico comprometido con la causa perdida de la II República. Aquellas experiencias vitales, una vez más, se iban a ver reflejadas en otro libro: ‘Por quién doblan las campanas’.

DE VUELTA A ESPAÑA

Tuvieron que pasar casi tres lustros para que el escritor, en plena decadencia física y personal, volviera al país que tanto amó. Fue en 1953, año de su redescubrimiento de Pamplona y las fiestas de San Fermín. Antonio Ordóñez, que había tomado la alternativa sólo dos años antes, propició una cita entre ambos que culminó con una cena en el célebre restaurante Las Pocholas.

El recuerdo del Niño de la Palma, padre del genial diestro rondeño, gravitaba en ese reencuentro personal que suponía el inicio de una peculiar amistad filial. Ordóñez siempre llamó al escritor ‘Papá Ernesto’ y lo paseó de plaza en plaza formando parte de su séquito.

El autor de ‘El viejo y el mar’ volvería por última vez a Pamplona en 1959 transformado en una auténtica celebridad gracias al premio Nobel que ganó en 1954 y, sobre todo, a la extraordinaria difusión de su libro ‘Fiesta’, convertido en el cuaderno de bitácora de los primeros visitantes extranjeros a las fiestas navarras.

EL VERANO PELIGROSO

Hemingway se había comprometido con la revista ‘Life’ en 1959 para reportajear el enfrentamiento en los ruedos de Luis Miguel Dominguín y Antonio Ordóñez que el escritor, de alguna manera, fabuló contribuyendo a la mitificación de aquella competencia que, en cualquier caso, acabó siendo real y sangrienta.

El diestro rondeño había entrado en la órbita de la casa Dominguín por la vía del apoderamiento. Esa cercanía favoreció el noviazgo y posterior boda con Carmen, la hermana de Luis Miguel e hija del viejo Domingo Dominguín. La relación entre los dos cuñados era tremendamente compleja -eran dos gallos imponentes en el mismo corral- y el apoderamiento se rompió en 1956, volviendo Ordóñez al redil de la casa Camará.

Domingo Dominguín, en su lecho de muerte, quiso arreglar el distanciamiento entre su hijo y su yerno e hizo prometer a Luis Miguel que volvería a alternar con Antonio. El patriarca falleció al declinar la temporada y al alborear la de 1959 se anunció que Ordóñez y Dominguín iban a torear juntos bajo la dirección de Dominguito, hermano mayor de Luis Miguel.

El llamado “verano peligroso” en realidad se limitó a diez corridas de toros, pero las chispas saltaron especialmente en los mano a mano que se programaron en las plazas de Valencia, Málaga, Ciudad Real y Bayona. No hubo trampa ni cartón: Antonio cayó herido en Aranjuez, Palma de Mallorca y Dax; su cuñado Luis Miguel recibiría las heridas más graves en Málaga y Bilbao.

Luis Miguel cumplió la promesa que le había hecho a su padre y volvería a coincidir con Antonio en algunos carteles de la temporada del 60 pero con la muerte del patriarca de los Dominguín aquello tenía los días contados. El apoderamiento se rompió y Luis Miguel se retiró del toreo aquel año. No volvieron a torear juntos.

La crónica de aquel enfrentamiento había sobrepasado ampliamente los límites de espacio marcados por la revista norteamericana convirtiéndose, finalmente, en su testamento literario bajo el título de ‘El verano peligroso’.

Para entonces, el viejo escritor ya había rebasado un punto de no retorno marcado por el alcohol y los delirios. Al amanecer del 2 de julio de 1961, a punto de cumplir los 62 años, cogió una escopeta de su armero y se disparó en la cabeza.

Hemingway, España y los toros, 60 años después

Ernest Hemingway se despidió de España y los españoles en 1960, un año después de vivir las que fueron sus últimas fiestas de San Fermín en Pamplona.

El escritor norteamericano había descubierto España en julio de 1923 después de participar como conductor de ambulancias en la I Guerra Mundial. El encuentro con el país que tanto amó se produjo en plenas fiestas pamplonicas, hace casi un siglo. Y llegó el flechazo. Aquel viaje iniciático se vería reflejado en su libro ‘Fiesta’.

'Fiesta’ no dejaba de ser un retrato fiel del periplo sanferminero del periodista veinteañero y su breve tropa de acompañantes pero también es una fiel radiografía de aquella ‘generación perdida’ de entreguerras que encarnaron otros autores como Dos Passos, Scott Fitzgerald y el propio Hemingway.

Las visitas a España y su reencuentro con los sanfermines se prodigaron a través de aquella década prodigiosa pero hay que reseñar un encuentro crucial que cambiaría la historia personal del escritor. Se trata de la compleja amistad iniciada con Cayetano Ordóñez ‘Niño de la Palma’ en 1925, torero que también se vería retratado literariamente en ‘Muerte en la tarde’ bajo el nombre ficticio de Pedro Romero.

Don Ernesto, así le llamaban los pamploneses, nunca olvidó a España ni a los españoles. El estallido de la Guerra Civil marcó su retorno a la piel de toro como corresponsal bélico comprometido con la causa perdida de la II República. Aquellas experiencias vitales, una vez más, se iban a ver reflejadas en otro libro: ‘Por quién doblan las campanas’.

Pero tuvieron que pasar casi tres lustros para que el escritor, en plena decadencia física y personal, volviera al país que tanto amó. Fue en 1953, año de su redescubrimiento de Pamplona y las fiestas de San Fermín.

EL AYUNTAMIENTO Y HEMINGWAY

La web del Ayuntamiento de Pamplona explica que Jake Barnes, protagonista de la novela ‘The Sun Also Rises/Fiesta’, da un paseo por la ciudad el primer día de su estancia en Pamplona. “Me acerqué hasta el Ayuntamiento y encontré allí al viejo caballero que todos los años me vende el abono para los toros. Era el archivero municipal. Su despacho tenía una recia puerta de madera y otra forrada de grueso paño verde. Al salir lo dejé sentado entre los archivos que cubrían de arriba abajo las paredes y cerré ambas puertas”.

El actual Ayuntamiento se inauguró en el año 1953 (conserva la fachada barroca del anterior edificio de 1760) y se levantó sobre el solar de la primera casa consistorial, que simbolizó la unión de los tres burgos en los que se dividía Pamplona (Navarrería, San Cernin y San Nicolás) y que hasta 1423 mantenían continuos enfrentamientos y sangrientas disputas. Los tres limaron sus asperezas tras el Privilegio de la Unión emitido en el año 1423 por el rey Carlos III el Noble. Aquel acuerdo se plasmó en la construcción de un único Ayuntamiento en terrenos que no pertenecían a ninguno de los burgos y que servían de separación entre ellos.

“Seguimos hasta pasar el Ayuntamiento, de cuyos balcones colgaban los reposteros”. La puerta principal del Ayuntamiento de Pamplona está flanqueada por dos esculturas alegóricas barrocas que representan la prudencia (que sujeta en la mano un espejo y una serpiente) y la justicia (que sostiene en sus manos una balanza y la espada y su guarda). En el tejado contemplan la plaza dos Hércules con sus mazas al hombro y, en la cúspide, una alegoría de la fama tocando una trompeta.

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