La Navidad de las sillas vacías
Esta será la Navidad en la que toca sacudirse las lágrimas que asomarán a nuestros ojos ante la dolorosa realidad de las ausencias
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Este año, en cientos de miles de hogares, no sonarán villancicos como siempre, ni habrá risas de satisfacción y complicidad viendo reunidos a todos nuestros seres queridos.
Esta será la Navidad en la que toca sacudirse las lágrimas que asomarán a nuestros ojos ante la dolorosa realidad de las ausencias. Esta será la Navidad de las sillas vacías.
Muchos, muchísimos miles de hogares, más de 70.000, pugnarán por deshacer el nudo que atenaza sus gargantas, recordando al ser querido que les robó el Covid-19, con la ayuda inestimable y esperemos que un día ajusticiada y debidamente sentenciada, de un gobierno inoperante y manipulador de cifras y recursos.
El espíritu festivo de estas fechas, quedará anulado por el recuerdo de quienes, víctimas del virus pandémico y del virus político, cruzaron la frontera de lo ignoto en la más absoluta soledad, soñando seguramente, con abrazos, palabras y miradas que no pudieron recibir de sus seres más queridos y que no podía sustituir la generosidad y buena voluntad de los sanitarios y sacerdotes que, arriesgando su propia seguridad y su vida, sujetaron sus manos en la despedida. .
Estarán vacías, también, las sillas de quienes, contagiados por el virus, se debaten entre el sufrimiento, la incertidumbre y la esperanza en la habitación solitaria, fría y en aislamiento, de un hospital y que según los datos oficiales, superan los 2.000 nuevos ingresos cada semana.
Habrá, así mismo, ausencias responsables y voluntarias, atenuadas por la ayuda de las nuevas tecnologías, ausencias de quienes para preservar la salud de sus seres queridos más vulnerables y por si los test fallan, asumen el sacrificio de mantenerse alejados por primera vez en sus vidas en unas fechas como estas, regalando sonrisas forzadas a través de Zoom, Skype u otros medios, llenando su mesa de manjares parecidos a los que, en años normales, llenaban la mesa familiar y que, este año, caerán en el estómago como una losa indigesta porque nos falta la cercanía y el abrazo de quienes nos aman y a los que amamos; y se entonará algún villancico e incluso se compartirán desde el ordenador una Misa de Gallo virtual y las campanadas que dan paso al nuevo año, pero aunque sigue siendo Navidad, nada será igual.
Ni siquiera habrá desbandada familiar al amanecer del Día de Reyes, hacia el árbol o la ventana bajo la cual nos esperan los regalos que los Magos nos hayan dejado.
Abrir un regalo de Reyes en soledad, es algo así como abrir un paquete con algo que hayas comprado on line, como haces habitualmente, en El Corte Inglés, en Zara o en Amazon, porque le falta el espíritu de la tradición, la sorpresa y la satisfacción de ver los ojos de quien recibe el regalo deseado.
Sólo nos queda la esperanza de que el Niño Dios cuyo nacimiento celebramos cada Navidad, nos ayude para que nunca más se repita una tragedia como la que nos ha traído el 2020 y que en el 2021 podamos celebrar su Nacimiento con la casa llena de la compañía, los abrazos y las risas de nuestros seres queridos, con los corazones repletos de agradecimiento y esperanza y que las sillas de los ausentes definitivos, asumido ya lo terrible de su marcha, nos resulten menos dolorosas, aunque sigan vacías.