24 ANIVERSARIO
Miguel Ángel Blanco. Aquellas 48 horas de julio
Amigos del concejal asesinado por ETA, quien realizó la autopsia, policías, familiares o ex presidentes del Gobierno recuerdan el dolor que vivieron en 1997
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Aquel martes 1 de julio en Ermua, en el número 11 de la calle Iparraguirre, los Blanco Garrido amanecieron como un día cualquiera. Hacía 30 años que habían abandonado su Galicia natal con la esperanza puesta en el desarrollo industrial vasco. De 58 y 54 años, Miguel y Consuelo, se instalaron en el barrio de Santa Ana diciendo adiós a la localidad orensana de Xunqueira de Espadañedo. Los dos pertenecían a esa clase de emigrantes arraigados en la tierra que les acogió porque fue la que vio nacer a sus dos únicos hijos. Miguel se había establecido como albañil, oficio en el que Miguel Ángel le ayudó hasta principios de 1997, cuando conseguiría un trabajo en la empresa eibarresa Eman Consulting. En ella, comenzaría a cumplir sus objetivos laborales con tan solo 29 años.
MIGUEL ÁNGEL BLANCO
Licenciado en Empresariales por la Universidad del País Vasco, ejercía como contable pero según su entorno ya destacaba lo suficiente como para que la dirección de la empresa pensara en ofrecerle un cargo de responsabilidad. Tal vez fue eso lo que le impulsaría a comprar en aquella época un coche que en la actualidad usa su hermana, Mari Mar.
“Miguel era una persona extrovertida, dialogante. Decía que no se quería dedicar a la Política pero que en ese momento quería ayudar y creía que en su pueblo no había mucha gente que se atreviera a dar el paso pero con la idea de estar un tiempo y luego dedicarse a su trabajo y su hobbie que era la música”. Quien habla es Iñaki Oyarzabal, amigo de Miguel Ángel Blanco y actual presidente del PP en Álava.
Iñaki Oyarzabal, amigo de Miguel Ángel Blanco
Miguel Ángel se afilió al Partido Popular en 1995, apenas unos meses antes de las elecciones municipales, en las que la escasez de recursos humanos de la formación le colocó en tercer lugar de la lista popular en localidad vizcaína. El Ayuntamiento le ocupaba parte de su tiempo, que compartía entre su trabajo y el gimnasio, una de sus grandes aficiones -recuerda el alcalde Carlos Totorika-. A la otra, la música, le dedicaba parte de sus fines de semana con su grupo, Póker. Se habían especializado en bodas. Su agenda estaba completa hasta finales de octubre de 1997. Nadie sabía que su última actuación sería la que protagonizaron el sábado 5 de julio en Itziar (Guipúzcoa).
Miguel Ángel Blanco en el álbum familiar
Aquel 1 de julio de 1997, la Guardia Civil liberaba a José Antonio Ortega Lara tras 532 días de secuestro a manos de ETA. Veinte años después, su hermana Mari Mar recuerda cómo meses antes, Miguel Ángel Blanco le diría que en caso de protagonizar un secuestro, “intentaría escaparse y si no preferiría que le pegaran un tiro porque un secuestro no lo soportaría”. Jamás pensaría que un 10 de julio el Comando Donosti le capturaría cuando se dirigía a Eibar y exigiría para no asesinarle, el acercamiento de presos de ETA a cárceles del País Vasco en 48 horas.
“Fueron días de celebración; de alivio. Es evidente que sabíamos que la liberación de Ortega Lara era un golpe muy importante para ETA y su organización pero no podíamos prever mínimamente que estaban preparando otra medida”, recuerda Jaime Mayor Oreja, recién estrenado en la cartera de Interior como ministro del primer gobierno de José María Aznar. La visión la comparten también el que fuera Lehendakari, José Antonio Ardanza y el consejero vasco de Interior, Juan Mari Atutxa. “Lo que no esperábamos es que la reacción fuera tan inmediata”, añaden.
Nota manuscrita que tomó Jaime Mayor Oreja cuando recibe la llamada para informarle de la operación que liberaría a Ortega Lara
En 1997, Francisco Vázquez era un joven con tres años de experiencia recién salido de la Academia y destinado al cuartel de Intxaurrondo en San Sebastián. Recuerda muy bien aquellos días de julio. Aquellas 48 horas. Fue el Oficial responsable del operativo que tras meses de investigación liberaría a Ortega Lara y posteriormente se encargaría de buscar al concejal del PP en Ermua. Con 22 años en el Cuerpo, 19 de ellos dedicados a la lucha contra ETA, hoy rompe su silencio en COPE para decir sin dudarlo que “la banda que conocíamos era una banda de acción-reacción. La de intentar hacer prevalecer hacia su masa de población ese sentimiento de no derrota y dentro de las fuerzas de seguridad entendíamos que podía reaccionar a la liberación del funcionario de prisiones”.
EL COMANDO DONOSTI Y EL SECUESTRO
ETA secuestra a Miguel Ángel Blanco la tarde del 10 de julio de 1997. Tras un intento previo y tras comer ese día con sus padres como una jornada más, el joven sale de su casa dirección a Eibar, donde le esperaba un cliente a las 15:30h. Miguel Ángel nunca llega a la cita y sus compañeros de trabajo comienzan a temer que le pudiera haber pasado algo. La puntualidad era una de sus grandes virtudes. Tres horas más tarde, el periódico abertzale Egin recibe una llamada anónima en la que la banda terrorista reivindica el secuestro del concejal del PP en Ermua. En esta ocasión, ETA va un paso más allá. La contrapartida no es económica como con Cosme Delclaux, liberado diez días antes tras pagar el rescate. Ahora, ETA da un ultimátum al Gobierno de Aznar: si en 48 horas no acerca a sus 600 presos a cárceles vascas, Miguel Ángel morirá.
Los peores augurios se confirmaban. El joven había sido visto por última vez en torno a las 15h, antes de tomar el tren. Nueve días después de la liberación de Ortega Lara, ETA reaparecía y lo hacía con una víctima desconocida. “Miguel Ángel Blanco es fruto del chivatazo de alguien de su pueblo”, asegura Juan Mari Atutxa. El joven concejal nunca protagonizó enfrentamiento alguno ni con Herri Batasuna ni con sus juventudes radicales. Nunca existió una carta o llamada que hiciera presagiar que en algún momento, ETA se fijaría en él. Durante los dos años que estuvo en el Ayuntamiento, no tuvo escolta. No revisaba su coche ni cambiaba sus rutas. No hacía lo que muchos políticos, empresarios y periodistas en una Euskadi “convulsa”. “El País Vasco de 1997 era un País Vasco con muchas manifestaciones, con kale borroka. Era una situación muy complicada”, describe Imanol Rodríguez, entonces, Oficial de la Ertzaintza.
Juan Mari Atutxa, ex consejero vasco de Interior y actual presidente de la Fundación Sabino Arana
El secuestro coge por sorpresa al Gobierno y a un país que había comenzado sus vacaciones de verano o las fiestas de San Fermín en Pamplona. Allí se encontraba el presidente del PP en el País Vasco, Carlos Iturgaiz. Tras recibir la llamada de su secretaria, se pone en contacto con el ministro del Interior y viaja de urgencia a la casa de Miguel Ángel Blanco en Ermua. El teléfono no para de sonar en esos 115 kilómetros. Cada minuto que pasa confirma los temores tras la liberación de Ortega Lara. Da sentido a la llamada que ese jueves a las cuatro de la tarde se recibe en el gabinete telegráfico del Ministerio del Interior. Una persona quería ponerse en contacto con Jaime Mayor Oreja y el funcionario pasa la llamada a la secretaria del ministro. “Hijos de puta, lo de Ortega Lara lo vais a pagar. ¡Gora Euskadi Askatuta!”. “Era evidente que se había producido la respuesta vengativa de ETA. No estábamos ante un secuestro sino ante un asesinato a cámara lenta”, recuerda ahora Jaime Mayor Oreja.
En Ermua, el humilde hogar de los Blanco Garrido se ve invadido por amigos, políticos, policías, vecinos que se empiezan a concentrar en las inmediaciones y periodistas en busca de respuestas. Los mismos que le dan la noticia al padre cuando vuelve de trabajar todavía con la ropa y las manos manchadas de sus tareas de albañil. “La imagen de Miguel pegándose cabezazos contra la pared del pasillo de su casa cuando le decimos lo que está pasando no te la quitas nunca de la cabeza”, advierte Carlos Iturgaiz. “Se hacían preguntas sobre todo y te insistían mucho en que Miguel Ángel no estaba metido en nada”, añade el Lehendakari José Antonio Ardanza.
José Antonio Ardanza, Lehendakari durante el asesinato de Miguel Ángel Blanco
Fue un ‘blanco fácil’. Así lo describen los máximos responsables del Gobierno en 1997. Para el entonces presidente del Ejecutivo, José María Aznar, “lo que buscaban los terroristas era que el Gobierno pudiese ceder al chantaje y entonces añadir al asesinato la humillación de que el Ejecutivo hubiese accedido a negociar”. El Gobierno lo tuvo claro desde un principio y no cedió al chantaje pese a que el PNV le sugirió la posibilidad de dejar la puerta abierta a un diálogo con la banda para ganar tiempo y salvar así la vida de Miguel Ángel.
José María Aznar, ex presidente del Gobierno durante la entrevista concedida a COPE
El jueves a las 20:30h, Jaime Mayor Oreja comparece en rueda de prensa. No hay marcha atrás. La operación para tratar de localizar a Miguel Ángel se ha activado. El llamado centro de crisis se ha instalado en Bilbao. En él, están representados la Policía, la Guardia Civil y la Ertzaintza. “Primero empiezas a analizar la figura del secuestrado, buscan, rebuscan por todos los rincones. No son 48 horas. Son menos porque al principio no reaccionas”, subraya Juan Mari Atutxa.
Según consta en la sentencia de la Audiencia Nacional dictada en 2006, a las 15.30h nada más salir de la estación de Eibar, Miguel Ángel fue abordado por Irantzu Gallastegui, alias ‘Amaia’ y conducido hasta un vehículo de color oscuro estacionado en una calle adyacente que también ocupaban Francisco Javier García Gaztelu, alias ‘Txapote’ y el después fallecido José Luis Geresta, alias ‘Oker’. “Lo que sí sabíamos es que era una época en la que estaba vigente un Comando Donosti potente, con una capacidad letal importante, con una infraestructura importante”, describe el oficial Vázquez.
Un escalofrío recorre la geografía española. El ayuntamiento de Ermua celebra un pleno extraordinario y comienza a organizar movilizaciones. El mensaje que lanzaría Jaime Mayor Oreja al país en su primera rueda de prensa para confirmar el secuestro lo ha escrito en el coche. En la distancia que separa Moncloa del Ministerio del Interior. “Fue la intervención más difícil de toda mi vida política. No podíamos exagerar el tono porque Miguel Ángel estaba secuestrado. Teníamos que demostrar firmeza pero al mismo tiempo que nuestro discurso no fuera una excusa para que le mataran”.
Jaime Mayor Oreja, ex ministro del Interior durante la entrevista concedida a COPE
LAS MOVILIZACIONES
Cada minuto que pasa es importante. Todo salta por los aires. Mientras que en casa de la familia Blanco Garrido se soporta el dolor, Ermua se moviliza. Euskadi sale a las calles. Planta cara a ETA y echa un pulso a Herri Batasuna. Su segundo gran pulso después del atentado de Hipercor diez años antes. “Desde el primer momento en Ermua se gritó asesinos a ETA. Había una ilusión positiva de que podías ganar a la banda”, recuerda el entonces alcalde, Carlos Totorika.
Carlos Totorika, alcalde de Ermua se asoma al mismo balcón desde el que hace 20 años dio la noticia del asesinato de Miguel Ángel Blanco
España se movilizaba para salvar la vida del joven de 29 años. En Ermua, la Guardia Municipal recorría las calles con altavoces invitando a la ciudadanía a salir de sus casas y a gritar ‘Todos somos Miguel Ángel’. A mostrar en alto sus manos desnudas y desarmadas. Manos de políticos, trabajadores, estudiantes, jóvenes, amas de casa. De jubilados. ¿Se atreverán?, era la pregunta que recorría todo un país que contenía el aliento. Se calcula que seis millones de españoles salieron a la calle durante aquellas 48 horas.
Miles de personas se concentraron en la plaza de Ermua (Vizcaya)
En Vitoria, el Lehendakari convocaba el viernes 11 de julio la llamada Mesa de Ajuria Enea. En ella, estaban representados el PNV, el Partido Socialista de Euskadi, Euskadiko Ezkerra, Partido Popular, Eusko Alkartasuna, Unidad Alavesa e Izquierda Unida. Los firmantes de ese Pacto en 1988 compartían la necesidad e importancia de que la acción policial contribuyera a la erradicación del terrorismo, a la protección de los principios que conforman la convivencia democrática y a la prevención de atentados y la persecución de sus autores. “Convocamos la Mesa de Ajuria Enea y vimos qué era necesario en esas circunstancias. Se necesitaba una declaración conjunta y la convocatoria de una manifestación en Bilbao al día siguiente para frenar el intento de ETA”, relata el Lehendakari Ardanza. En paralelo, a 500 kilómetros de distancia, en Moncloa, el Consejo de Ministros debatía si el presidente del Gobierno debía asistir o no al acto en la capital vizcaína. En opinión de José María Aznar, “mi presencia era la expresión de la unificación de todas las voluntades españolas en las instituciones vascas. Era una manifestación de aquí estamos todos juntos en Bilbao, en Madrid, en Barcelona …”. Atrás quedaba la vigilia realizada junto al Ayuntamiento de la localidad vizcaína con velas y en silencio. Con la esperanza de su liberación. “La persona que la propuso, la relacionó con los actos que llevan a cabo los americanos cuando se van a producir ejecuciones de reos por pena de muerte”, desvela Totorika. Atrás quedaban también los mensajes a la banda terrorista de Felipe González, Adolfo Suárez o Pep Guardiola. De la madre de un preso de ETA encarcelado en Alcalá Meco (Madrid) pidiendo en un mensaje grabado en el contestador de RNE que se desmarcara del secuestro.
La manifestación de Bilbao fue la más multitudinaria que se haya celebrado nunca en la capital vizcaína. Más de 500.000 personas recorrieron las principales calles hasta acabar en las escalinatas del ayuntamiento para escuchar el último ruego de Mari Mar, la hermana de Miguel Ángel, a ETA. “Tengo que decir que el comportamiento de la sociedad española fue espectacular. Hay un antes y un después de Miguel Ángel Blanco y cuando la sociedad rompe definitivamente con cualquier elemento pasivo o neutral en relación con el ejercicio del terror es con el asesinato de Miguel Ángel Blanco”, sostiene José María Aznar.
EL ASESINATO Y LA AUTOPSIA
Las Fuerzas de Seguridad no bajaron la guardia en ningún momento. Mañana, tarde y noche. No descansaron. “Nos parecía que podía estar en una zona boscosa o rural, en una zona inhabitada. Peinamos todo, pueblos, ciudades, cualquier rincón en el que pensamos que pudiera estar pero era una posibilidad complicada”, recuerda el oficial de la Guardia Civil, Francisco Vázquez.
Acabado el plazo, ETA cumplió su amenaza. Desoyó el clamor de la sociedad. De todo un país movilizado. El sábado a las 16h asesinaba a Miguel Ángel de dos tiros. Lo hacía en la vaguada del barrio de Azobaka, en Lasarte (Guipúzcoa). Aquí llegaría el concejal escondido en el maletero del coche del Comando Donosti. Con los ojos vendados. Con la boca tapada. Maniatado. Escuchando el lejano ruido del tráfico de la autopista Bilbao-Behobia. Percibiendo el murmullo del agua de la regata Oztaran que discurre a pocos metros.
“¡Cómo voy a comer si están matando a mi hijo!”, espetaba Consuelo la madre de Miguel Ángel a un familiar a la misma hora en la que los terroristas pegaban dos tiros a millones de españoles que habían juntado sus manos a las de la familia Blanco Garrido. Todo el país estaba paralizado mirando el reloj. “Sabíamos que cuando ETA decía las cosas, las cumplía y estábamos preparados. Estábamos pendientes junto con Urgencias de ver qué pasaba. Si ETA le ejecutaba, no esperábamos un herido”, recuerda Francisco García Urra, Jefe del Servicio UVI del Hospital Donostia al que fue trasladado el cuerpo de Miguel Ángel y a escasos metros de donde hace 20 años los medios de comunicación copaban la entrada del recinto.
La primera bala del calibre 22 que Txapote disparó a Miguel Ángel Blanco
Según la sentencia de la Audiencia Nacional, Irantzu Gallastegi, alias ‘Amaia’, permaneció dentro del coche en actitud vigilante mientras José Luis Geresta, alias ‘Oker’, sujetaba a Miguel Ángel y Francisco García Gaztelu, alias 'Txapote' realiza los disparos. Fueron muy seguidos. Del calibre 22. Una munición que según los expertos, exige proximidad para poder matar a alguien. Con el primero, la bala no penetra. Pierde el equilibrio. Con el segundo le hiere gravemente en la cabeza y la víctima queda tendida inconsciente hasta que es encontrada por una pareja que ha salido a pasear con sus perros. En ese intervalo de tiempo, el concejal del PP pierde aproximadamente un litro de sangre. “En el cuerpo no había ningún signo de defensa ni de lucha”, afirma Luis Miguel Querejeta, forense del Instituto Vasco de Medicina Legal.
“El rugido que sentí cuando comuniqué la noticia a los centenares de personas que se agolpaban en las inmediaciones del ayuntamiento fue impresionante. Se podía haber echado una moneda desde el balcón y no hubiera caído. Convertimos ese rugido y esa fuerza en una manifestación”, reconoce Carlos Totorika.
La sociedad española entera rompió a llorar mientras que el cuerpo gravemente herido de Miguel Ángel era trasladado a San Sebastián. Allí le diagnosticarían un coma neurológico profundo. Muerte cerebral. “Estaba más cerca de la muerte que de la vida. Cuando hicimos las pruebas, el escáner nos da cuenta de que es mortal y así lo quisimos transmitir a los presentes”, apunta el doctor García Urra. Pasan las horas y el pesimismo sobre el estado de salud se confirma. La familia -en concreto la madre así lo pide- se mantiene a escasos metros de la sala donde Miguel Ángel mantiene sus últimas horas de vida. Tras su fallecimiento, autoridades como el obispo de Bilbao, el cardenal Ricardo Blázquez, quien luego oficiaría el funeral, acuden al hospital a arropar a la familia. “Pude dar un beso al cadáver y rezamos todos consternados por lo que había sucedido”.
En algunos puntos de Euskadi, algunos ciudadanos pedían venganza. Se sucedieron manifestaciones de repulsa y actuaciones contra la sedes de Herri Batasuna. Fue el caso de Ermua donde se prendió fuego. En San Sebastián, la Ertzaintza tuvo que impedir una situación similar en la Parte Vieja. “Hicimos un cordón policial para que no hubiera ningún problema y en un momento dado, un compañero me preguntó si le parecía bien que nos quitáramos el casco. Yo le dije que no le podía obligar. Nos quitamos todo, el material antidisturbios se depositó en las furgonetas y la gente nos vino a abrazar”, recordaron emocionados 20 años después Imanol Rodríguez, oficial de la Ertzaintza ya jubilado.
España se preparaba para dar un adiós emocionado a Miguel Ángel Blanco mientras que en el Instituto Vasco de Medicina Legal de San Sebastián el doctor Luis Miguel Querejeta preparaba a su equipo para realizar la autopsia. Por aquel entonces contaba con 35 años. No era la primera vez ni sería la última que se enfrentaba al cadáver de una víctima del Comando Donosti. “Fue una autopsia especial por el silencio. Los compañeros, los ayudantes, los que participamos no cruzamos palabra alguna. Se hizo como se debía hacer. De manera intensa. Las autopsias siempre te marcan de alguna manera. Eso es imborrable. De hecho al día siguiente, me derrumbé en una concentración ciudadana”, reconoce a COPE Querejeta en su despacho de San Sebastián.
“Lo de Miguel Ángel Blanco nunca se olvida”. Así lo reconocieron 20 años después quienes vivieron aquellas 48 horas de julio. Catorce ciudadanos a los que les unió el dolor: Jaime, José María, José Antonio, Juan Mari, Carlos, Mari Mar, Francisco, Imanol, Ricardo, Luis Miguel, Patxi, Iñaki y Edurne. Un año más tarde nacería el llamado Foro de Ermua, una asociación cívica impulsada en su mayor parte por profesores universitarios, políticos, escritores y periodistas de origen vasco. En la actualidad, ETA no mata y Mari Mar Blanco insiste en que “sigue sin pedir perdón por el daño causado y en la necesidad de no perder la batalla del relato”.