Mons. Juan José Aguirre relata el asalto de los rebeldes a Bangassou: "Tenían arrodilladas a 20.000 personas"
En la noche de 4 al 5 de enero la ciudad cayó en manos de los grupos rebeldes, provocando más de treinta muertos
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No han sido fáciles los comienzos del año 2021 en Bangassou, la ciudad de la República Centroafricana en la que Mons. Juan José Aguirre lleva desarrollando su misión desde hace años. En la noche de 4 al 5 de enero la ciudad cayó en manos de los grupos rebeldes, muchos de ellos mercenarios y gente del Níger. Desde las cinco de la mañana se escuchó el resonar de la artillería pesada, que dejó más de 30 muertos y heridos.
Ahora Bangassou ha quedado liberada de los rebeldes que la habían tomado hace dos semanas. El obispo Juan José Aguirre contaba el pasado jueves la llegada de un batallón de 150 soldados rwandeses de la MINUSCA, que son muy apreciados en la zona porque no tienen miedo a enfrentarse a los rebeldes. Ese mismo día hablaba de fotos y vídeos de las tropelías cometidas por los bandidos que prefería no publicar por su crudeza, y exclamaba: “¡llevamos años así!, en la boca del lobo, asistiendo a pobres gentes que son vapuleadas sin piedad por pirados, energúmenos armados por países ricos, ignorantes del Islam, que disfrutan matando, gente perdida en la nebulosa del pillaje gratuito relamiéndose en la violencia. Y enfrente gente buena, campesinos y niños inocentes que pisotean a su antojo”. Y añadía: “sacerdotes, religiosas, algunas ONGs al pie del cañón, son la única certeza de esta pobre gente ante un futuro incierto”.
En estos días los sacerdotes de la diócesis han distribuido ropa para protegerse del frío a 100 personas. Esa ropa había llegado en el último contenedor enviado desde Córdoba por la Fundación Bangassou. También han distribuido aceite, garbanzos y lentejas, y latas de atún. Todo eso “se lo están comiendo los más pobres de los pobres", escribía Monseñor Aguirre, al tiempo que da las gracias a todos los que lo han hecho posible.
Los soldados ruandeses de Naciones Unidas dieron tres días a los rebeldes para dejar Bangassou y éstos pidieron dinero por desalojar la ciudad y se dedicaron un par de noches al saqueo de los comercios antes de su huida, cargando con todo lo que podían. En su huida saquearon también la misión de Niakari, a 18 km de Bangassou. El párroco llamó desesperado a su obispo, y Monseñor Aguirre le dijo que son "cosas de esta tierra" que se podrán recuperar, que no perdiera la paz. Por fin ha terminado la tensión y la gente ha podido volver a sus casas. Como dice el obispo Aguirre, unos pirados han tenido de rodillas a unas 20.000 personas durante dos semanas. Pero él ha estado en pie frente a los violentos con la única fuerza de su fe, y así ha mantenido una vez más la esperanza de su pueblo.