EN 'EL ESPEJO'

"Muchas mujeres llegan temerosas, pero el amor les transforma el corazón y les permite rehacer su vida"

Inma Soler es la Responsable general de Villa Teresita, una comunidad de mujeres consagradas que viven el Evangelio entre los pobres y excluidos.

00:00

"Muchas mujeres llegan temerosas, pero el amor les transforma el corazón y les permite rehacer su vida"

Amparo Latre

Publicado el - Actualizado

2 min lectura

En El Espejo hablamos de Villa Teresita - Auxiliares del Buen Pastor, una comunidad de mujeres consagradas que viven el Evangelio entre los pobres y excluidos. Junto a amigos laicos y otros voluntarios, forman la familia Villa Teresita. El trabajo de esta comunidad se centra especialmente en atender a mujeres procedentes de contextos de prostitución y víctimas de trata.

Inma Soler, Responsable general de Villa Teresita ha explicado que la suya es una historia de amor: "Nuestro nombre hace referencia por una parte a hogar y por otra, a la espiritualidad de Santa Teresita de Lisieux, que nos invita a vivir el Evangelio desde la pequeñez y la confianza".

El ambiente tiene que ser de amor incondicional y de familia, "donde cada una es recibida como un tesoro y es desde ahí desde donde vamos acompañando su proceso, que es como un proceso de resurrección".

"Muchas llegan a casa postradas, arrastrando la vida, con el peso y las heridas de lo vivido - ha contado Inma Soler-. Poco a poco van poniéndose de pie y recuperando la vida, la dignidad y los derechos".

Un proceso de transformación que bien podría calificarse de "milagro cotidiano" y que tiene como origen la experiencia de sentirse queridas: "Ellas dicen que esta es la casa de Dios. Nuestra manera de vivir el día a día con ellas, compartiendo la mesa y las preocupaciones, es algo que les toca el corazón y que les hace sentirse profundamente amadas y por tanto dispuestas a abrir nuevos caminos. Y entonces, donde parecía que no había posibilidades, de repente descubrimos una salida".

Villa Teresita surgió en Pamplona en el año 1942 y su historia tiene un nombre propio. El de Isabel Garballo, una mujer creyente que decide ponerse manos a la obra al descubrir el estado en el que están un grupo de mujeres procedentes del mundo de la prostitución, en un pabellón de un hospital.

Actualmente están presentes en Pamplona, Madrid, Valencia y Sevilla, donde a través de pequeñas comunidades además de acompañar a mujeres, se ofrecen talleres de inserción, gracias a la labor de un centenar de voluntarios.