EN 'EL ESPEJO'

Patricio Larrosa explica que el deseo de ayudar de tanta gente le impulsa a seguir trabajando

Patricio Larrosa es sacerdote de la diócesis de Guadix y pertenece a la OCSHA.

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El misionero Patricio Larrosa cuenta en El Espejo cómo es su día a día en la misión de Tegucigalpa

Amparo Latre

Publicado el - Actualizado

2 min lectura

Misionero granadino de la OCSHA, en 1992 fue enviado a Honduras, donde se encontró una grave situación de pobreza material y espiritual. Movido por el Evangelio, se propuso cambiar las cosas desde la educación. Dirige la Asociación Colaboración y Esfuerzo (ACOES) que facilita estudios a los más pobres del país latinoamericano.

Los proyectos que coordina Patricio Larrosa atienden en la actualidad a once mil seiscientos estudiantes, desde preescolar hasta doctorado. Algo que es posible con la implicación de mucha gente: "En Honduras me he dado cuenta de que allí también hay mucha gente que quiere ayudar. Y esto es algo que me impulsa a seguir trabajando".

Desde que entró en el Seminario con 11 años este misionero granadino tuvo claro que su vocación era misionera. Antes de cruzar el charco, estuvo años atendiendo las parroquias de varios pueblos de la diócesis. " La gente de los pueblos en los que yo estaba colaboraba mucho con la Campaña contra el Hambre de Manos de Unidas -ha explicado- y en un momento dado le dije a mi obispo que quería marcharme". Así terminó de cuajar su vocación.

La realidad en Tegucigalpa es cruda, pero él la describe con mucha esperanza. "Hay muchos jóvenes, muchos niños, y también muchas dificultades para tener un futuro", ha explicado. "Por eso nosotros allí intentamos hacer lo mismo que los padres hacen aquí, intentamos que los niños coman cada día, que estudien cada día; les compramos los libros que necesitan para que cada uno logre las metas que se proponga". 

En un contexto de mucha precariedad se encuentra a diario con personas muy agradecidas que aprecian todo lo que desde la misión se hace para ofrecer a los niños un futuro lleno de posibilidades. Ante un desafío educativo de tales dimensiones Patricio Larrosa explica que la clave está en que se ayuden unos a otros: "Intentamos que se ayuden entre ellos. Cuando una persona ayuda a otra con poco dinero se sale adelante. El que sabe matemáticas enseña matemáticas gratis y el niño que sabe leer ayuda al que no sabe. Cuando hay 500 jóvenes en la universidad que han pasado por nuestra escuela y deciden ayudar medio día... hay muchas gente ayudando". Y es entonces cuando se producen los pequeños milagros cotidianos que recoge el vídeo institucional del DOMUND de este año, del que Patricio es protagonista.

Todo este trabajo no sería posible sin la ayuda económica que reciben a través de los más de veinte grupos de voluntarios repartidos por España y que sostienen en la distancia el trabajo del misionero. Grupos que también son cuna de nuevas vocaciones. "El año pasado -afirma P. Larrosa orgulloso- recibimos a más de 300 personas que vinieron a ayudar. Son experiencias muy buenas para los que están allí y para los que vienen. Todos salimos ganando".

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