Cristina López Schlichting: "Este año hemos aprendido que dar gracias es la forma más realista de vivir"

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¡¡¡Muy buenos días España!!! Es domingo, 21 de julio, han bajado las temperaturas y, aunque, mirando los termómetros en el sur, Córdoba dará 37 grados hoy y Badajoz 36, en el norte está nublado y en Barcelona lloverá. Aquí en el centro ha sido una noche fresca antes de que, de nuevo, empecemos la curva ascendente. La cosa, eso sí, va a durar. Si estábamos acostumbrados a que la parte calurosa del verano se produjese de quince a quince, del 15 de julio al 15 de agosto, esta vez parece que va a prolongarse más.

Y hoy servidora se va de vacaciones. Esto no es noticia, todos los colegas se van y cuantos españoles pueden tomarse un respiro, pero me vais a permitir hacer un repaso porque este curso no ha sido normal para este equipo.

Los que hicimos la EGB vivimos, en efecto, por cursos escolares. Tanto nos marcó la enseñanza, tanto nos insistieron nuestros padres en la importancia del estudio, que nuestro año comienza con la memoria del estirón de septiembre, cuando reconocíamos a los compañeros del cole más crecidos y morenos, con el pelo quemado de la playa y las costras en las rodillas, de tanto caerse callejeando, y terminamos el curso en verano, tras las notas de la quinta evaluación y con el deleite por delante de aquellos veranos interminables en que nos colocaban en los pueblos y los días de río y piscina y campo y playa se prolongaban en amores adolescentes, bocadillos de quesito por las tardes y jornadas sin fin.

Los acontecimientos que han marcado el curso 2023-2024

El curso 2023-24 ha sido, en el mundo, el de esta guerra interminable en Ucrania y el quinto mandato del zar ruso, Vladímir Putin, y la del susto de una nueva guerra entre Israel y Palestina… siempre hay guerra allí, desde que éramos pequeños. También ha sido el curso que se inauguró con aquellas elecciones exprés el 23 de julio pasado, cuando Pedro Sánchez, que había perdido las autonómicas, decidió convocarnos de repente a las urnas.

En agosto, el caso Daniel Sancho nos heló la sangre, con la noticia de que el muchacho había asesinado y descuartizado al cirujano colombiano Edwin Arrieta. La gran noticia deportiva fue el mundial de fútbol femenino, con nuestras campeonas de oro, empañado por el beso traidor de Luis Rubiales, que fue inhabilitado por la FIFA y tuvo después que dimitir.

En octubre, la flamante Princesa de Asturias juró la Constitución y, en noviembre, la tensión política se desbordó cuando, para lograr la investidura de Pedro Sánchez, que no había logrado la mayoría necesaria para gobernar solo, el presidente concedió la amnistía a Puigdemont y los golpistas de 2017 en Cataluña.

Enero nos trajo otra vez las mascarillas en los centros hospitalarios, por culpa de la gripe, febrero, el asesinato de dos guardias civiles en Barbate, arrollados por una narco lancha y después hemos tenido sucesivamente elecciones en Galicia, País Vasco y Cataluña, en un curso extenuante de citas con las urnas. El choque de Pedro Sánchez con Milei y la ruptura de relaciones con Argentina marcó el mes de mayo y, en junio, el partido Popular ganó las elecciones europeas en un castigo duro al PSOE. Finalmente, la selección nos dio la alegría del triunfo en la Eurocopa.

Este curso he tenido que aprender de nuevo que la vida no es mía, que te crees que llevas el curso de los acontecimientos, pero que cada jornada es un regalo de Otro. Y que nunca es la existencia un plan personal, sino una sinfonía inesperada que el misterio de las cosas establece para ti de acuerdo con una melodía que no te corresponde.

El cáncer ha vuelto a presentarse en el equipo y nos exige paciencia de nuevo. Mi madre, a sus 86 años, ha sido elegida por los oyentes como una especie de abuela radiofónica y, cuando pensaba en ponerse a hacer calceta tras su reciente viudedad, ha escrito un libro de memorias sobre nuestra familia que se llama “Así encontré la felicidad” y lo ha petado en las ventas de la feria del Libro. Más de uno lo ha encargado en Amazon para llevárselo a la playa.

Y el 5 de diciembre pasado, ya lo sabéis, mi vida se paró cuando uno de mis hijos estuvo a punto de matarse. Me voy muy contenta de vacaciones, porque ese hijo volvió a nacer en la UCI, tras un mes de coma, porque ha salvado la vida y sigue recuperándose con éxito. Y aunque nuestra existencia ha cambiado y ahora está acompañada por los médicos, hemos aprendido que dar gracias es la forma más realista de vivir.

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Somos 974.000 los que vamos en este barco de Fin de Semana, y los del equipo somos los primeros sorprendidos. Se ha creado una comunidad de alegrías y penas, de esperanza y amistad y sólo podemos daros las gracias. Casi un millón de personas que compartimos este tramo de la existencia procurando que la vida no se nos vaya entre los dedos sin darnos cuenta, moviéndonos a ser conscientes de este don inmenso.

Vamos con el programa ilusionante de hoy. La semana que viene la voz firme de Beatriz Pérez Otín cogerá el timón con la maestría a la que nos tiene acostumbrados. Os auguro jornadas de verano hermosas. Adelante, adelante siempre, como decía mi padre.