Schlichting: "El suicidio no es una opción libre, es el síntoma de una depresión"

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¡Muy buenos días España! Es domingo, 12 de septiembre y te estábamos esperando aquí, en 'Fin de Semana' de la Cadena COPE. Aprovecha el buen tiempo que todavía reina en plan verano, porque la semana que empieza trae una Dana.

PON LA LAVADORA ENTRE LAS 5 Y LAS 6

Se sigue luchando contra el incendio de Sierra Bermeja, que ya ha calcinado 6000 hectáreas en la bella Málaga y la luz está disparada. Pon la lavadora entre las cinco y las seis de la tarde, que será la hora más barata, porque hoy es el domingo más caro de la historia, con 148 euros el megavatio. El pico del precio se alcanzará entre las diez y las once, ojito.

EL PAPA, EN BUDAPEST

El Papa está en Budapest en un viaje al que fue el corazón de Europa, cuando Austria Hungría regía una imperio que duró hasta la Primera Guerra Mundial. Es un esfuerzo muy grande para un hombre anciano, recién recuperado de su operación de colon, que desea reavivar la fuerza de la vieja Europa recordando los sufrimientos de los cristianos que han sufrido cárcel, tortura, muerte y persecución bajo el comunismo. Después visitará Eslovaquia, con ese mismo propósito. De este viaje habló hace poco con Carlos Herrera, que le preguntaba si aguantaría el tirón del tremendo esfuerzo de aviones y jornadas interminables. Tienes todos los detalles desconocidos de la entrevista concedida a COPE en un podcast histórico que está colgado en cope.es y que ha dirigido Andoni Orrantia.

DIADA MUSTIADA

Y ayer hubo dos manifestaciones reseñables en España. La de los independentistas en Barcelona, con motivo de la Diada, más mustia que en las ocasiones históricas y con el clásico brote de violencia frente a la Comisaría de Policía de Vía Laietana, con varios detenidos, y otra, pequeña, en Madrid que se refiere a algo bastante más importante que las disputas políticas, a algo que te afecta directamente.

EL NUEVO CÁNCER SOCIAL

Porque ha caído un tabú y, de repente, por fin, se puede hablar de algo que todos escondíamos cuidadosamente bajo la alfombra y que, antes o después, nos toca con su garra espantosa. ¿A quién no le ha llegado una alerta sobre una persona, a menudo un joven, que ha desaparecido, al que se busca frenéticamente y que a veces, desgraciadamente, aparece muerto? Es hora de decirnos unos a otros que nos ha ocurrido también, que esto está empezando a ser preocupante. Que el suicidio es el nuevo cáncer social, al que subyace mucha tristeza de la que nadie habla y una cultura nihilista, que difunde la idea de que si no ríes y disfrutas como en las redes sociales, tu vida no merece la pena.

Los suicidios proliferan. Según las cifras disponibles, diez personas al día se quitan la vida, y España ya no es una excepción europea, en Alemania, por ejemplo, mueren por esta causa el doble de personas, pero también con el doble de población, así que andamos a la par.

Cuando era jovencita nos decían a los periodistas que no debíamos mencionar este asunto. Ni una palabra en las crónicas. La razón era que se producía con las noticias un peligroso efecto de imitación, que además habíamos comprobado. Las cifras, sin embargo, están creciendo, y el covid las ha multiplicado. Recuerda, por ejemplo, la reciente muerte de Alfredo, el dueño del famoso bar Brillante, el de los bocadillos de calamares, junto a la estación de tren de Atocha en Madrid.

El suicidio de una persona es mucho más que un fallecimiento. Es una acción sin esperanza, violenta y trágica, que deja en los familiares una horrible sensación de pena y, casi peor, de impotencia y culpa. Como si hubiesen debido hacer algo que no ha hecho.

Los suicidios se ocultan socialmente. La gente no menciona la causa de la muerte, esconde y disfraza. Padres, madres, hijos, hermanos a menudo han visto agravado su tremendo sufrimiento con el de la ocultación, como si hubiese algo vergonzoso que tapar. Como si lo padecido no fuese algo tan grave y doloroso como para merecer el abrazo más cálido de los demás, el apoyo más cariñoso.

El suicidio no es una opción libre. Ni siquiera es una enfermedad en sí. Es el síntoma de una depresión

Es hora de decirlo. El suicidio no es una opción libre. Ni siquiera es una enfermedad en sí. Es el síntoma de una depresión. Así me lo explicó el presidente de la Asociación Europea de psiquiatría social, Francisco Alonso Fernández. La persona entra en una espiral de tristeza sin perspectiva, en un túnel en el que no ve salida a sus problemas y, lo que es peor, los que estamos alrededor a menudo no lo percibimos.

Dos problemas se juntan, y ambos tienen que ver con el ocultamiento social. Primero, el desconocimiento de los síntomas y de la necesidad de ingresar a la persona y vigilarla cuidadosamente. Y, segundo, el que en España no hay ni de lejos un servicio de salud mental suficiente. La Seguridad Social aborda necesidades mucho menores que éstas. Es hora de decirlo, no tenemos ni cobertura dental ni cobertura mental. Los psiquiatras, sobrepasados, ven a los pacientes una vez al mes, y con retraso. Los parientes de los afectados se desesperan.

Gracias a los que ayer se manifestaron en Madrid para pedir ayuda y denunciar la situación. Y gracias a los representantes políticos que fueron, a saber, los de Ciudadanos, Podemos y Más Madrid. Basta ya de personas injustamente atormentadas por una culpa que no existe. Por un dolor espantoso que encima exige silencio e hipocresía.

La vida es alegre, pero también difícil a menudo. Y una sociedad humana y madura no puede reducirla al ji ji ja ja de Instagram o ciertos medios de comunicación. A la banalidad de la perpetua sonrisa del dentífrico.

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Schlichting: El suicidio no es una opción libre, es el síntoma de una depresión

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Con Carlos Herrera

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