“El odio nazi a los gitanos venía de atrás, ellos lo llevaron al extremo y provocaron un holocausto”

La escritora María Sierra, catedrática de Historia Contemporánea en la Universidad de Sevilla, presenta en Fin de Semana con Cristina su obra ‘Holocausto judío’

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“El odio nazi a los gitanos venía de atrás, ellos lo llevaron al extremo y provocaron un holocausto”

Cristina L. SchlichtingMiguel Soria

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Los hijos del siglo XX que no superen los 60 años no han sufrido, por fortuna, los efectos directos del nazismo.

Del nazismo se han dicho muchas cosas y se ha estudiado por activa y por pasiva. Y no nos vamos a engañar: mientras que no deja de horrorizar su capacidad para infligir daño, sí que sigue produciendo verdadera sorpresa que el hombre pueda rebajar su condición humana y, lo que es aún peor, intentar rebajarla a sus semejantes por el mero hecho de tener distinto color de piel, ideas políticas u orígenes sociales.

Entre los muchos crímenes atroces del nazismo destaca la cruzada que tuvo lugar contra los judíos, cruzada de la que se han escrito centenares de libros, rodado multitud de documentales, hecho películas y series y amén de lo que esté por llegar. Pero resulta que los judíos no eran, ni mucho menos, los únicos perseguidos por los nazis. Había otro grupo social que sufrió un holocausto y del que, por desgracia, apenas se habla: los gitanos.

Eso es lo que aborda el libro titulado ‘Holocausto Gitano. El genocidio romaní bajo el nazismo’ (Ed. Arzalia), escrito por María Sierra, catedrática de Historia Contemporánea en la Universidad de Sevilla. Y es un libro “incómodo”, no vamos a negarlo. No incómodo porque sea malo, para nada, sino porque alumbra un episodio de nuestra historia que, sinceramente, dan ganas de olvidarlo y mirar a otro lado. Ella no, ha decidido iluminarlo y dar voz a tantas personas que ya no la tienen porque los nazis decidieron eliminarla.

María ha estado en Fin de Semana con Cristina, donde ha explicado por qué se ha centrado en ese genocidio: “Todo procede un proyecto de investigación que empecé hace varios años, un proyecto colectivo sobre la historia del pueblo gitano en España, así que no era un tema directamente relacionado con el nazismo, pero al contextualizar la historia del pueblo gitano en España y ver que muchos trayectos eran comunes, internacionales, transnacionales, con otros grupos de gitanos de Rumanía, me fui encontrando con que casi todos los caminos acababan llevando a ese telón de fondo tan trágico que marcó la vida del pueblo gitano en Europa en toda la Europa ocupada por el III Reich. Fue un tema que, por su ausencia de conocimiento público, porque estamos muy poco familiarizados con él, se me impuso, tenía que intentar escribir algo y algo en el tono de este libro, que procura es ser una síntesis de lo que ya se conoce y, por otro lado, una presentación de las memorias de supervivientes para que viéramos con su propia experiencia, voz y lenguaje cómo vivieron eso y lo que vino después”.

La cifra estremece: el 65 % de la población judía que vivía en Europa antes de la llegada de Hitler al poder en 1933 había desaparecido en 1945. Si hablamos de población romaní, la cifra oscila entre el 70 y el 80 %. Es un auténtico genocidio. ¿El pueblo nazi quería eliminar al gitano por motivos raciales o subyacía algo más? La autora detalla que, “por prejuicios raciales, se trató de un racismo peculiar, se trata de un antigitanismo que viene muy de atrás en la historia, diríamos que es un tipo de racismo quizás más enquistado que el antisemitismo, tanto por de dónde viene como por el futuro tan largo que tuvo, porque el antigitanismo siguió existiendo tras la Segunda Guerra Mundial y sigue existiendo ahora. Es un tipo de racismo que rellena esa categoría vacía de raza, que no existe en realidad, que es un constructo que los grupos ideológicos manejan, y lo rellenan de unos contenidos que asociaban al pueblo gitano con la delincuencia, de forma general, y con una serie de comportamientos que serían problemáticos socialmente. Eso es algo que los nazis no inventaron, como digo venía de atrás, y ha tenido, desgraciadamente, trayectoria ulterior pero que el nazismo lo llevó a un punto sin retorno al hacerlo entrar en esa lógica genocida que también se practicó con otros grupos”.

Hay un cambio en el nazismo: Himmler, en un principio, habló de proteger a los ‘romanínes puros’ para conservar a las raza en su pureza, pero luego se pasó a su eliminación. Esa idea, explica Sierra, “procedía de una paradoja con la que se tuvieron que enfrentar todos los intelectuales nazis interesados en la cuestión del originario con el que querían enraizar a la población alemana racialmente pura. Se encontraron con la paradoja de que el pueblo romaní procede de la India, de manera que sería un portador muy directo de esa condición aria indoeuropea. Por ese interés algunos jerarcas nazis llegaron a elaborar, Himmler es el más señalado, un proyecto de reservarlos en una especie de reserva natural para que vivieran separados y con sus maneras ancestrales. Pero ese no era el sentir del conjunto del nazismo, del propio Hitler seguramente ni de los cuadros medios del conjunto de la sociedad que se identificaba con el nazismo porque para ellos no había gitanos ‘buenos’ o ‘salvables’, todos caían en el mismo prejuicio que asociaba a gitano con delincuente, aunque en ese hicieran una homogeneización de situaciones muy diversas e hicieran caer en esa trampa a romaníes que llevaban asentados en Alemania siglos y que ocupaban puestos en el ejército y estaban sirviendo a favor de Alemania en la IIGM en curso”.

En 1943 se llegó a crear un campo especial para gitanos dentro de Auschwitz: el Zigeunerlager. La autora detalla que “eso no quita que antes ya hubiera gitanos en campos de concentración y en distintos tipos de campos de reclusión, pero es verdad que en Auschwitz, cuando se abandonó esa de Himmler de crear una reserva, se creó a principios de 1943 un campamento especial para familias gitanas en un lado delimitado de Auschwitz. Allí estuvo hasta su desmantelamiento al final de la IIGM”.

Curiosamente, allí no hubo segregación por sexos: “Es una peculiaridad no frecuente, se les llevó en familia. Eso no está muy claro por qué se hizo así, si respondía a algún interés de estudio de investigación, porque los campos, además de lugares de aprovechamiento de la mano de obra y de exterminio, fueron lugares de experimentación, de estudio y de parámetros científicos y no ético. Podía ser por el interés de estudiarles en su propio ambiente pero no está claro, el hecho es que vivieron en familia y eso que puede ser visto como una pequeña ventaja porque podías tener ese círculo de solidaridad familiar pero sigue sin estar nada claro que lo fuera, el sufrimiento de tus seres queridos puede ser peor y, en todo caso, la deshumanización del prisionero, cuando recae sobre el círculo familiar, destruye cualquier tipo de referencia cultural que luego los supervivientes pudieran manejar, destruye la autoridad de los mayores, el respeto entre hombres y mujeres… es algo que está por ver si es una ventaja relativa, pero cae en el proyecto de deshumanizar al prisionero”.

Otro apartado durísimo es el dedicado a los experimentos médicos/científicos a los que los gitanos fueron sometidos. María Sierra cuenta que “el campamento gitano de Auschwitz llevó una especialización por parte de un trágicamente famoso doctor Mengele que estudió la reproducción gemelar. Estaba particularmente interesado en cómo se producía este tipo de reproducción de gemelos, estudió muchas parejas de niños y adolescentes gemelos romaníes que estaban encerrados, y estudiar significa reducir a cuestiones de cobaya de laboratorio sin límites deontológicos, implica el uso de sus órganos, aprovechar su muerte o facilitarla y otra serie de prácticas que cuesta leer sin sentir una gran angustia”.

La autora detalla que las políticas nazis “encontraron el terreno abonado” porque cree que “es una constante antropológica, para sentir el calor de la identidad grupal necesitamos definirnos frente al otro, frente al que es distinto, y es algo que divide a las sociedades históricamente. De manera que calificar a otro como ‘distinto’ e incluir en ello el elemento racial o el aspecto físico distinto y asociar a eso comportamientos o actitudes morales distintas o inferiores ha sido una constante en la Humanidad. A mí me llama la atención lo que sucedió a principios del S. XX, antes del nazismo aunque éste lo llevó a su culmen, es que esa serie de formas de estereotipar y calificar a colectivos que se consideran distintos al propio tuvo un apoyo científico y que hoy llamaríamos pseudocientífica pero que, en aquella época, era considerada perfectamente lógica y fundamentada, de manera que antropología, medicina y otra serie de disciplinas dieron argumentos que todos los mejores científicos consideraban muy razonables, como que un cerebro más pequeño implicaba menos capacidad mental”. “No desaparece lo antiguo sino que se recarga con un discurso moderno”, asevera la autora.

Sobre los testimonios de las víctimas, destaca la introducción por Philomena Franz, deportada a Auschwitz con 20 años: sobrevivió a ese y otros campos nazis y luego fue la primera romaní que publicó sus memorias sobre el holocausto, sigue viva y da testimonio. María Sierra que, “cada vez, obviamente y por razones de edad, quedan menos supervivientes. Ella es una de las pocas que vivió ya no como niña sino como joven ese holocausto, incluso lo narró en un libro de memorias que es una pieza breve pero muy hermosa de cómo experimentó la persecución y se aferró a su vida del pasado para poderla soportar y lo difícil que fue reconstruir luego la vida del superviviente. Es una mujer con una vitalidad increíble, hace poco he estado con ella en videoconferencia, está a punto de cumplir 100 años y es una mujer que parece que se ha quedado en los 60-70 como mucho en cuanto a su pasión por contar la historia sobre todo a la población joven para dar su testimonio para que no vuelva a suceder ni haya un olvido en la memoria colectiva ya que muchas veces los romaníes no fueron reconocidos como tal”.

Por desgracia los españoles no nos quedamos atrás en el mal trato a lo gitanos. María cuenta que en S. XVIII la Ilustración mostró su cara más cruel: “Ocurrió la ‘Gran Redada’, un plan de prisión general de la población gitana, hay ya varios estudios sobre este episodio, el de Manuel Martínez por ejemplo, que ha publicado versiones con documentación nueva, y efectivamente fue un proyecto por parte del Gobierno ilustrado de Fernando VI para eliminar a la población gitana del país separando a los sexos y llevando a las mujeres por un lado y a los hombres por otro a un trabajo esclavo. Fue un proyecto, por fortuna, mal planificado, por eso no tuvo una eficacia inmediata y, por otro lado, hubo un cambio en las políticas de la monarquía y se permitió la liberación de bastantes de las personas gitanas que habían sido apresadas. Hubo muchas protestas, no solo de familiares que quedaron fuera sino de vecinos no gitanos con los que tenían buenas relaciones, incluso familiares, y de trato económico, y autoridades locales que apoyaron que fueran liberados de las prisiones”. “Tenemos una idea de la Ilustración como de racionalismo, el ilustrado, y es verdad que es así, pero también es cierto que la ambición de homogeneizar desde el poder central el mundo de los súbditos, porque no eran ciudadanos aún, y de que todo estuviera más controlado desde el centro, tuvo un salto cualitativo importante, y esto no pasó solo en España, también pasó en Austria durante su Ilustración. El caso es que el nuestro fue particularmente cruento por su planteamiento, nos coloca en una situación de historia de limpieza de sangre que tiene raíces y hay que ser conscientes de ella”.

Herrera en COPE

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Con Carlos Herrera

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