‘Crónicas perplejas’: “En la cama somos frágiles"

Habla Antonio Agredado del sueño

Antonio Agredano

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En esta nueva sección veraniega de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente.

Así nos lo cuenta Agredano:

Mi cama, como todos, tiene días mejores y días peores. A veces está entregada al amor y otras a la fiebre. A veces se ofrece para que mis hijos salten sobre ella y otras veces se arrellana para convertirse en un improvisado mostrador de ropa. Las reconciliaciones. Los juegos infantiles. El cambio de armarios. La cama es siempre testigo de nuestras rutinas. Mi cama está en silencio. Ella es así, muy suya. Las camas ya no chirrían, como las de mi niñez, con sus entrañas metálicas y sus cabeceros mal anclados a la pared. Ahora son muebles circunspectos, contenidos, sobrios. Muebles que simplemente esperan su turno, habitualmente el de noche, y nos ofrecen su ternura, como un enfermero que apaga la luz y nos da las buenas noches.

En mi cama busco refugio, pero a veces me sorprende con una maldad inesperada. Giro sobre la almohada. Me pierdo en los laberintos del insomnio. En la cama somos frágiles. Arrastramos hasta su rectángulo acolchado todas nuestras preocupaciones. Sumamos facturas. Nos arrepentimos de lo que dijimos en el trabajo. Repasamos las citas de mañana. En horizontal, miramos al futuro con los párpados cerrados. Por eso el sueño nos esquiva. Porque somos más duda que músculo. Porque somos más inquietud que certezas. Los números rojos del despertador me recuerdan lo rápido que va la vida, pero lo lentas que van las noches.

De niño, si tenía miedo, me metía en la cama de mi madre. De adulto, si tengo miedo, estoy vencido. Cada edad tiene sus terrores. Yo siempre soy el que vaga por los pasillos de madrugada. Duermo desnudo, vivo como puedo, intento llegar a la noche en paz conmigo mismo. Y espero que algún día, cuando llegue la hora de hacer balance, cuando llegue la hora de repasar la vida, tendido sobre la cama, me cuadren los números, los vinos y los afectos. Que no haya sido feliz de más, pero tampoco de menos. Y ojalá que esa noche, que será la última, el sueño me sorprenda con la misma fuerza, con esa fuerza salvaje, con la que sorprende a los niños que han pasado todo el día jugando en la playa. Y que me pille, la noche, así de cansado, así de afortunado y así de ingenuo.

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