'Crónicas perplejas': "Cuando se pierdan los barrios, las ciudades caerán en un bostezo interminable"
Habla Antonio Agredano de costumbres y ciudades

Habla Antonio Agredano en sus 'Crónicas perplejas' en 'Herrera en COPE' de costumbres y ciudades
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En esta sección de 'Herrera en COPE', Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus 'Crónicas perplejas'.
Hay una palabra que me gusta mucho, que es "peculiaridad". Se define como algo propio, algo de cada uno, algo que distingue a una cosa de las demás. Estos tiempos son tiempos de uniformidad. Las ciudades se parecen demasiado unas a otras. Los adolescentes de aquí visten como los adolescentes de cualquier otra parte. Los letreros son los mismos. Las gyozas de los restaurantes saben siempre igual. Escuchamos las mismas canciones en la radio.
Lo llaman globalización. A las empresas les interesa. Los ciudadanos nos conformamos. Y el mundo avanza demasiado parecido. Devorando las particularidades. La bodeguita del barrio ahora es un gastrobar donde sirven tartar de atún. La mercería cerró, la ferretería cerró, el quiosco cerró. Nos encontramos con los vecinos en el centro comercial. Todos compramos en las mismas tiendas, las mismas marcas, la misma mesita de noche.
Pero hay una parte de la ciudad que resiste. Que se enrabieta contra el tiempo. Que se niega a ceder ante las urgencias y las rutinas. Una ciudad con montaditos de lomo. Con cortadillos de cidra en las confiterías. Una ciudad con coches aparcados en doble fila. Con verbenas en verano. Con barriles de vino de blanco. Con cuentas hechas a tiza en la barra. Con ese aroma inconfundible de los viejos tiempos. Señoras que dicen "desfaratao", que le dan a escondidas un dinerillo a sus nietos. Carros de compra en las calles. Un San Cristobal en el salpicadero del SEAT.
Y no es nostalgia, es rebeldía. Donde se pongan los Gipsy Kings que se quite Bad Bunny. Academias de baile, clases de judo, viajes a Sierra Nevada organizados por la asociación de vecinos. Resisten los barrios. Resisten sus costumbres y sus gentes. Cuando se pierdan los barrios, las ciudades caerán en un bostezo interminable. Es nuestra obligación defenderlos, darles vida, reivindicarlos. Porque en ellos, y solo en ellos, resiste la peculiaridad y la esperanza.