'Crónicas perplejas': "El problema de las prisas es no saber dónde estamos, ni hacia dónde debemos ir"
Habla Antonio Agredano del ritmo de vida que llevamos, sobre todo de las prisas que tenemos por llegar a todo

Habla Antonio Agredano en sus 'Crónicas perplejas' en 'Herrera en COPE' de las prisas que tenemos en nuestras vidas
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En esta sección de 'Herrera en COPE', Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus 'Crónicas perplejas'.
Dejarse las llaves dentro de casa es lo de menos. Son cosas que pasan. Como salir a la calle en pantuflas, olvidar la cafetera en el fuego o no colgar el teléfono después de una llamada. El problema de las prisas es otro, aún más grave, algo más hondo. Es no saber dónde estamos, ni hacia dónde debemos ir, ni a quién queremos ver, ni qué debemos decir en cada momento.
Es ir tan acelerados que solo caminamos por la superficie de la vida. Con una inercia ciega. Que no buceamos en los días. Que nos negamos la pausa, el regodeo y las sobremesas alargadas. Porque siempre hay algo que hacer. Siempre hay algo pendiente. Y lo que es peor, cuando no tenemos tareas, nos las inventamos, porque somos incapaces de, simplemente, estar tirados perdiendo el tiempo sin mirar el móvil, sin mirar el calendario, sin pensar en lo que nos sucederá mañana o pasado.
Lo malo de las prisas es dejar las cosas a medias, tener todo desbaratado, desordenado… y no centrarnos en el momento que nos ha tocado vivir. Yo soy muy ingenuo. Y llevo un tiempo intentando tomarme menos en serio a mí mismo y más en serio lo demás. Poder parar un poco. Un rato al día, no pido más. Para leer, escuchar música, perseguir a mis hijos por la casa disfrazado de fantasma con una manta por encima. No contestar a los mensajes de inmediato. Que el trabajo y la angustia no devoren los días.
No siempre lo consigo, pero lo intento. E intentarlo ya es suficiente. Es como apretar mucho el freno de la bicicleta aun sabiendo que no funciona bien. Ya iremos poniendo los pies, ya iremos deteniéndonos. Pero, de momento, aprieto con ganas. Y funciona.
Porque estoy menos nublado. Porque disfruto del té en la terraza. Porque esta tarde mis hijos quieren hacer un puzle grande y he dicho que voy a ayudarles. Porque la vida nunca sucede en la superficie. Porque lo bueno siempre está en lo más profundo de las horas.