‘Crónicas perplejas’: “Lola Flores fue más España que España misma”

Recuerda Antonio Agredano a la gran Lola Flores cuando se han cumplido 100 años de su nacimiento

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El homenaje de Antonio Agredano a Lola Flores en sus 'Crónicas Perplejas'

Antonio Agredano

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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus ‘Crónicas Perplejas’.

El talento se tiene o no se tiene. El trabajo se elige o no se elige. Lo primero, sin lo segundo, es puro desperdicio. Lo segundo, sin lo primero, es dignidad y supervivencia. Lola Flores tuvo mucho talento, pero se lo curró a diario. Una jabata que supo lo que tenía dentro y cómo venderlo hacia fuera. Los mitos se forjan con el taconeo sobre las tablas, pero también con un golpe seco en una mesa de despacho. Lola no se achantó nunca. Dio todo lo que tuvo y pidió todo lo que se merecía. Y fue libre. Obscenamente libre.

Aunque la propaganda diga que toda felicidad es obra del actual Gobierno, que toda libertad es mérito suyo y que toda mujer independiente lo ha sido gracias a sus leyes, hace muchos años que existieron mujeres incómodas para su tiempo. Pioneras, selváticas, sin ataduras. Exultantes. Divas amorosas y maternales. Con carreras largas, con éxitos y fracasos, con teatros llenos y corazones vacíos. La vida nunca pasa en balde. Lola Flores fue más España que España misma. Ella albergaba la picaresca y la jarana, la severidad y la risa, la alegría y la pena. Ella era un país en pequeñito.

Se fue pronto porque los mitos deberían ser como la mar, infatigables. Dejó un legado de actuaciones memorables y un ejemplo para quien quiera cogerlo: el duende no evita la faena. Para llegar arriba hay que subir muchos peldaños. Y ella los subió todos. No dejó que nadie la callara y calló a todos los que pudo. En estos tiempos aburridos, de puritanismos cuquis, de contención emocional y de discursitos afectados, habría que poner una Lola en cada barrio. Con sus ordinarieces. Con su osadía. Que agite el avispero. Que con su movimiento de brazos despabile al personal. Más olés y menos mimimis. De verdad, que con tanta modernidad y tanta deconstrucción creo que nos estamos acarajotando.

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