‘Crónicas perplejas’: “Qué capacidad tenemos para equivocarnos una y otra vez con idéntico entusiasmo"

Habla Antonio Agredano de las compras por Internet

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‘Crónicas perplejas’: “Qué capacidad tenemos para equivocarnos una y otra vez con idéntico entusiasmo"

Antonio Agredano

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En esta nueva sección veraniega de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus ‘Crónicas Perplejas’.

Así nos lo cuenta Agredano:

Pasa a menudo, que las cosas terminan siendo peores de lo que parecían en un principio. La Mona Lisa, por ejemplo, es un cuadro verdaderamente pequeño. Entre la nube de turistas, la mampara y la lejanía, la obra del pobre Leonardo da Vinci no luce allí colgada. Hay quien espera semanas para conseguir mesa en un restaurante exclusivo y luego sale decepcionado por la esferificación del salmorejo, o lo que sea que se sirva allí.

La vida es una colección de expectativas. Un álbum de buenas ideas mal resueltas. Estamos condenados a ilusionarnos con todo. Hubo un tiempo en el que los señores creían que iban a lucir abdominales por ponerse una riñonera electroestimulante mientras veían el fútbol. Hubo un tiempo en el que quisimos arreglar los arañazos del coche con un rotulador de la teletienda. Hubo un tiempo en el que salíamos de marcha queriendo comernos el mundo, y lo más que nos comíamos era un kebab frío volviendo a casa. Ay, las expectativas, que lección de vida. Qué caballos desbocados. Uno está ahí parado en mitad, viéndolas galopar a nuestro alrededor, incapaz de moverse, incapaz de frenarlas. Sabiéndose pequeñísimo entre tanta majestuosidad indómita. Las expectativas, qué bestias salvajes son. Y, claro, luego llegan las frustraciones. Los madremías.

Todos somos un poco como esas señoras que al ver a una presentadora de televisión por la calle dicen: “Pues no vale tanto. En la tele parece más guapa”. Y cuántas decepciones hemos protagonizado nosotros mismos. En noches etílicas, por supuesto. O, más tarde, en matrimonios que parecían bien avenidos. No creo que el morenazo simpático que yo era se parezca mucho a este señor canoso y gruñón que vaga por la casa con calzoncillos de cuadros, chanclas y la misma barriga que un elefante poniendo una bombilla. Si alguna guardara aún el ticket, nos descambiaba fijo.

Por eso, no se enfaden si las camisas vienen pequeñas o los muñecos tienen los ojos mal pintados o el disfraz de Chewbacca que tanta ilusión le hacía a su hijo parece más bien un disfraz de un ratón atropellado. Comprar cosas que no necesitamos nos humaniza, porque la vida, en sus mejores etapas, es caprichosa y superflua. Las decepciones son como el gimnasio, que al principio te salen agujetas, pero luego uno se acostumbra. Y hasta se disfruta. O eso dicen. Lo bueno de vivir es que nunca se cansa uno de intentarlo. Somos prodigiosas las personas, qué capacidad para equivocarnos una y otra vez con idéntico entusiasmo.

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