‘Crónicas perplejas’: “Yo soy Remedios Cervantes todo el rato, el que calcina el pollo en el horno"

Habla Antonio Agredano de esas personas que lo rompen todo, que intentan ayudar y lo estropean todo. Esas personas lacias, como las define

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El homenaje de Antonio Agredano a todas aquellas personas que quieren ayudar y sólo estropean

Antonio Agredano

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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus ‘Crónicas Perplejas’.

Vamos a recordar juntos un gran momento televisivo. 'Atrapa un millón'. Año 2011. Carlos Sobera preguntó: “Diluido en agua, ¿cuál es mejor conductor: la sal o el azúcar?”. Mario puso todo el dinero en la respuesta “sal”; pero Remedios Cervantes, la famosa que tenía que ayudarle, tuvo una corazonada, y sin contar con la aprobación de Mario, cambió el dinero en el último segundo a “azúcar”. La respuesta fue incorrecta, y el concursante se fue a casa con las manos vacías.

Yo soy Remedios Cervantes todo el rato. Soy el que en la cocina quiere echar una mano y calcina el pollo en el horno. Soy el que, cuando conduces, quiere guiarte con el GPS en el móvil y dice: “Esta no. Esta no. La siguiente”. Pero era esa. Soy el que se encarga de comprar los regalos y se equivoca de tallas. Soy el que pierde los tickets, el que se olvida las llaves dentro de casa, soy el que envía correos diciendo: “Te mando el documento que me pediste”, pero no adjunta el documento…

Hay un día de todo. Hay un día mundial de la tortilla de patatas. Hay un día mundial de la diversión en el trabajo. Hay un día mundial de los calvos. Lo juro. El 7 de octubre, para quien lo necesite celebrar. No es mi caso. Pero no hay un día mundial del niño lacio, que es lo que yo he sido siempre. Un niño lacio. Lacio nivel caerme del pony en los caballitos ponys de la feria. Lacio nivel pegarle una patada fuerte al balón y darle en la cabeza a la única viejecita que paseaba, lejos, en el parque.

Por eso entiendo a todos esos que rompen cosas. Entiendo a todos esos que quieren ayudar y sólo estropean lo que otros hacen con esmero. Y entiendo, por supuesto, a Remedios Cervantes. Porque uno puede ser bondadoso y torpe a la vez. Porque una vez intenté colgar un cuadro en el salón y terminé dándole los buenos días al vecino a través de un agujerito en la pared. “El berbiquí, que me ha hecho un extraño”, le dije, mientras él se ponía colorado y llamaba al seguro. No hay nada peor que un torpe voluntarioso. No hay nada peor que un lacio con ínfulas. Poco arreglo tiene mi caso.

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