¿Felipe II mató a su hijo? La realidad que oculta la leyenda del rey español que provocó la Guerra de los Ochenta Años
La historiadora Ana Velasco revela qué hay detrás de estos hechos que se infundaron al monarca austria sobre el príncipe Carlos
Publicado el
5 min lectura
La historia de Felipe II de España, una de las figuras más influyentes y polémicas de la monarquía austrohispánica, está salpicada de innumerables mitos, rumores y leyendas. Uno de los relatos más persistentes que ha atravesado los siglos es el de la supuesta muerte de su hijo, el príncipe Carlos, a manos del propio rey. Una acusación grave, que si bien fue divulgada con vehemencia por los enemigos del monarca, ha sido cuestionada por historiadores como la experta Ana Velasco, quien desentraña las raíces de este mito en una conversación con Alberto Herrera en COPE, en la que se analizan algunos de los escándalos históricos más fascinantes de la monarquía española.
Carlos de Austria, nacido en Valladolid el 8 de julio de 1545, fue hijo primogénito de Felipe II y de su primera esposa, la infanta María Manuela de Portugal. Desde su nacimiento, la vida del príncipe estuvo marcada por la tragedia. La muerte prematura de su madre cuando él tenía apenas cuatro días de vida y su frágil estado de salud —debido, entre otras cosas, a la consanguinidad de sus padres, que eran primos por partida doble— hicieron que su infancia fuera especialmente difícil.
Carlos creció alejado de la figura paterna, ya que Felipe II pasó largas temporadas fuera de España entre 1548 y 1559. A pesar de su salud débil, que le dejó secuelas físicas evidentes, el joven príncipe recibió una educación exquisita, con una formación intelectual que lo destacó en su época. Sin embargo, su carácter problemático y las excentricidades de su comportamiento fueron motivo de controversia. Desde su infancia, se sabe que Carlos mostraba inclinaciones violentas, como el gusto por asar liebres vivas o azotar a una sirvienta por puro entretenimiento. Estas actitudes no hicieron más que intensificar las tensiones con su padre, quien ya veía en él una amenaza a su autoridad.
El desencuentro entre padre e hijo fue creciendo con el tiempo. Felipe II, un monarca extremadamente centralista y celoso de su poder, nunca otorgó a Carlos un papel significativo en la administración del reino, a pesar de que el príncipe esperaba gobernar los Países Bajos, tal como su padre le había prometido en 1559. A esta falta de confianza se sumaba la frustración de Carlos por no recibir una educación de liderazgo práctica y por la desconfianza que Felipe II manifestaba hacia él.
El encarcelamiento de Carlos
En este contexto, la figura de Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II, juega un papel fundamental. El matrimonio entre ellos en 1559 fue, en parte, la causa de las disputas familiares. Mientras el joven Carlos deseaba tener un papel más relevante en el gobierno de los territorios de su familia, su padre se dedicaba a consolidar su poder con nuevas alianzas matrimoniales y políticas, como el caso de su matrimonio con Isabel de Valois.
En 1567, las tensiones llegaron a su punto máximo. El príncipe Carlos, cada vez más impredecible y errático, llegó a intentar un complot para escapar a los Países Bajos, donde esperaba ganar apoyo para desafiar a su padre. Este tipo de actos, junto con su comportamiento violento y su creciente desprecio por la autoridad de Felipe II, llevaron al monarca a tomar una decisión drástica.
El 18 de enero de 1568, Felipe II ordenó el encarcelamiento de su hijo. Carlos fue confinado en sus aposentos, aislado del mundo exterior y sin contacto con el resto de la corte. Los rumores sobre su salud y su posible muerte comenzaron a circular rápidamente. Se decía que Carlos había amenazado con suicidarse, lo que llevó a su padre a prohibirle el acceso a cuchillos y tenedores. No obstante, la falta de transparencia por parte de Felipe II solo alimentó las especulaciones. Los enemigos de la Corona, especialmente los rebeldes de los Países Bajos, usaron este episodio para atacar la figura de Felipe II y crear una imagen aún más negativa de su régimen.
El 24 de julio de 1568, el príncipe Carlos murió a la edad de 23 años. La causa oficial de su muerte fue una combinación de su frágil salud y su intento de huelga de hambre, que lo dejó debilitado físicamente. Sin embargo, la ausencia de detalles claros sobre su fallecimiento y el carácter impopular de Felipe II hicieron que las voces opositoras al rey esparcieran la leyenda de que había ordenado la muerte de su hijo. Esta teoría, que nunca ha sido demostrada, fue una de las principales piezas de la leyenda negra contra España, y fue utilizada como uno de los pretextos para justificar la Revolución de los Países Bajos y la posterior Guerra de los Ochenta Años.
La leyenda negra
Ana Velasco, historiadora que ha estudiado en profundidad esta época, destaca cómo la falta de pruebas fehacientes sobre el desenlace de Carlos permitió que se construyera un relato lleno de elementos dramáticos y sensacionalistas, como los que hoy en día encontramos en las revistas de corazón. Aunque la idea de que Felipe II mató a su hijo forma parte del imaginario popular, la realidad histórica es mucho más compleja y está marcada por una serie de tensiones políticas, familiares y personales que contribuyeron a la tragedia de la familia real.
La figura de Felipe II nunca estuvo exenta de controversia, pero la acusación de haber asesinado a su hijo, aunque infundada, fue clave en la creación de la leyenda negra contra España. Este relato se extendió por Europa, convirtiéndose en uno de los principales argumentos de los detractores de la monarquía española, especialmente durante la guerra en los Países Bajos. El eco de esta leyenda no solo dañó la reputación de Felipe II, sino que también ayudó a cimentar las divisiones que desembocarían en el conflicto que duraría ochenta años.