El Papa Francisco se define en COPE como "un pecador", amigo de Borges que recibió la fe de la abuela Rosa

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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El Papa Francisco ha abordado en esa entrevista en exclusiva con Carlos Herrera, con la que la Cadena COPE inicia temporada 2021-2022, todos los temas de la actualidad como los relacionados con su salud, su rumoreada renuncia al papado, la situación mundial por la pandemia, la crisis más reciente de Afganistán y la eutanasia, entre otros.

El Pontífice tampoco ha rehusado hablar de sentimientos, de su vida antes de ser Papa, de los gratos recuerdos de sus padres, y sobre todo, de sus abuelos, “somos cinco hermanos muy abueleros todos”.

Admite Francisco que hay algo, en la parte sentimental, de la que siempre huye “tengo mucho cuidado de no confundir tristeza con una melancolía a lo Paul Verlaine: aquel “Les sanglots longs, de l’automne, blessent mon coeur” ("Los largos sollozos del otoño hieren mi corazón"). Para confesar que no suele llorar a menudo.

“¿Hay algo por lo que Papa haya llorado en el último año, aparte de la pandemia?”, pregunta Carlos Herrera. Responde Francisco: “no soy de lágrima fácil, pero de vez en cuando me viene esa tristeza frente a algunas cosas (…). Viendo ciertas cosas, me tocan el corazón y… y eso me sucede a veces”.

Un pecador que trata de hacer el bien

La mayoría de los católicos conocemos al Papa Francisco por sus actos, por sus escritos, por sus mensajes. Pero en verdad, ¿quién es Francisco, cómo le gustaría que le recordaran? Una pregunta lanzada por el comunicador de COPE cuya respuesta descubre a un hombre humilde muy lejos de afirmaciones que le definen como el Papa Superman : “Como lo que soy: un pecador que trata de hacer el bien”.

Ambos se ríen al coincidir de que en la sala donde se estaba celebrando el encuentro había “dos pecadores”.

Una vida marcada por sus abuelos

Su abuela paterna, la abuela Rosa, ha sido una de las mujeres más importantes en la vida del Papa. Rosa Vassallo que tuvo que emigrar a Argentina con su marido y su hijo Mario, era una mujer fuerte que fue clave en la transmisión de la fe a su nieto Jorge Mario. Sobre su vida hay publicado el libro, “Nonna Rosa. La roca de las Langhe desde Cortemilia hasta Argentina”.

“Le hemos oído mucho hablar de la abuela Rosa, pero le hemos escuchado menos hablar de su madre”, le plantea Carlos Herrera al Santo Padre que destaca que, en este tema, hay “dos factores. Somos cinco hermanos muy abueleros todos. Dios nos ha conservado los abuelos hasta grandes. El primer abuelo, el más lejos de todos, yo lo perdí cuando tenía 16 años y la última abuela cuando yo era provincial de los jesuitas. O sea que los abuelos nos acompañaron. En casa había además una costumbre, las vacaciones las pasábamos con los abuelos, así papá y mamá descansaban un poco”.

De ahí la gran importancia de los abuelos en la infancia y juventud del Papa, pero no solo la abuela Rosa, “de la que yo cuento las mismas anécdotas de siempre, algunas son muy divertidas. De la otra abuela también cuento anécdotas, como la lección que me dio el día de la muerte de Prokófiev, sobre el esfuerzo en la vida. Cuando yo le pregunté a ella cómo habrá hecho ese hombre para llegar. Yo era un adolescente. Y de mamá sí, también recuerdo muchas cosas que también las digo. Pero por ahí llama la atención más lo de la abuela porque me repito con algunas cosas curiosas de la abuela, algunas irrepetibles por carta, por programas de radio… algunos dichos que nos enseñaron mucho. Pero, aparte de que éramos muy abueleros, los domingos a casa de los abuelos y después a la cancha a ver al San Lorenzo. Pero los abuelos incidieron mucho en nuestra vida”.

¿Por qué era tan amigo de Borges?

En 1965, el profesor de Literatura, Jorge Mario Bergoglio, pudo contar en su clase con Jorge Luis Borges que estuvo ilustrando a los alumnos del joven jesuita del Colegio Inmaculada Concepción de Santa Fe. Así nacía una larga amistad entre el escritor y el que años más tarde sería Papa.

“Yo me acerqué a él porque era muy amigo de su secretaria. Y después una simpatía... Yo no era cura cuando lo conocí. Tendría 25 o 26 años cuando le conocí, y enseñaba en Santa Fe como jesuita, en esos tres años que enseñamos en colegio los jesuitas, y le invité a venir a hablar a mis alumnos de Literatura. Y vino, y tuvo su curso… Yo no sé por qué. Pero era un hombre muy bueno. Muy bueno”.

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