Luis del Val: "España es el único de la UE donde parlamentarios citan a periodistas y recriminan su labor"

Habla el profesor de los ataques que ha sufrido la prensa en los últimos días, con "falta de pudor" y un "tono amenazante"

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Del Val: "España es el único país donde parlamentarios citan a periodistas y recriminan su labor"

Luis del Val

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España es el único país de la Unión Europea, donde parlamentarios e incluso ministros, citan a periodistas, con nombres y apellidos, y recriminan su labor. El único. Es cierto que hay periodistas soberbios, que se creen con capacidad para reformar la sociedad, y puede que incluso se enfaden, porque los gobernantes no gobiernan exactamente como ellos piensan que debería hacerse.

Pero sólo en España hay un gran número de políticos, comenzando por el presidente del Gobierno, que creen que deberían ordenar los asuntos que encabezan los noticiarios, y nombrar a los componentes de las tertulias.

La falta de pudor, en la que, a lo largo de esta semana, se ha hablado, con tono amenazante, de las fuentes de financiación de los medios es un peligroso síntoma de la vocación autoritaria de quien nos gobierna, de su falta de encaje en el juego democrático, quién sabe si de su melancolía por no gobernar en una dictadura, donde las emisoras de radio, las televisiones y los periódicos sólo difundiesen lo que les ordena el dictador.

Y a mí no me escandaliza que lo piensen, porque posiblemente puede que yo cayera en esta tentadora ensoñación, lo que me alarma es que no se autocensuren, y proclamen esas advertencias públicas, que no son otra cosa que intimidaciones intolerables en un sistema democrático. El poder tiene mucho poder.

Como cuenta Pilar Cernuda, en su último libro, puede ordenar incluso hasta el porcentaje de algodón que deben llevar las bragas de las señoras. Y es necesario el contrapoder, y la crítica, y la libertad de expresión, porque de lo contrario llegaríamos a la tiranía.

Y, cuando se amenaza la independencia de los jueces, y se organiza la Fiscalía General del Estado, como un equipo de sirvientes con cofia o chaleco, según el sexo, y cualquier opinión que no sea laudatoria al poder se considera fango, es que estamos ante la más grave de las enfermedades políticas: la seducción del autoritarismo y la prohibición de los medios. Y, por ahí, se llega a Cuba, Nicaragua, Venezuela, Rusia, China y un largo etcétera.

Algunos, ya lo vivimos. Ya lo sufrimos. Y no sabíamos que la Transición, que lo curó, nos iba a traer, 46 años después, vocaciones tan claramente totalitarias.

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