Luis del Val: "Si Putin estuviera seguro de que con armas nucleares ganaría la guerra, no dudaría un segundo"

Suele conocerse cómo comienza una guerra, pero a partir de ahí es bastante difícil saber cuándo y cómo termina. Y aquí estamos, pendientes de los barruntos de un personaje complicado, con signos evidentes de psicopatía, que es lo más inquietante. Porque, poco a poco, supimos que a sus enemigos, fueran periodistas, empresarios o cualquiera que no le diera la razón, ordenaba asesinarlos, pero se sabía poco de la invención de un grupo terrorista checheno, que ponía bombas en edificios en Moscú, y que, en realidad, era un grupo organizado desde la antigua KGB, la casa materna de Putin. Echándole la culpa a los chechenos, y mostrándose patriota, ganó las elecciones. Pero en el miserable engañó murieron cerca de doscientos rusos, víctimas de las bombas que Putin ordenó colocar.

Un tipo que no tiene piedad en asesinar a casi dos centenares de compatriotas suyos para ganar unas elecciones, no creo que tenga un ápice de misericordia, y se ha demostrado, al constatar que Putin ha convertido un ejército regular en una irregular y poderosa banda terrorista, con gran eficacia para bombardear hospitales, edificios civiles, escuelas, guarderías infantiles, sin olvidar terribles torturas a prisioneros militares o civiles.

Si estuviera seguro de que, usando armas nucleares, iba a ganar la guerra, no dudaría ni una décima de segundo en ordenarlo, pero mientras hace poco más de medio siglo China aspiraba a ser un gigante como Rusia, ahora, a Putin, le gustaría tener la dictadura sin fisuras de China y su poderío en las armas y en la economía.

No moverá un misil nuclear, sin informar antes de ello al tirano chino. Eso es lo que sujeta a Putin. Y esa es nuestra pequeña esperanza, porque las inmensas inversiones de China en la Bolsa de Nueva York, su estratégico dominio de las minas en África, y su expansión comercial por todo Occidente se interrumpirían, con graves consecuencias difíciles de evaluar.

Pero ni la OTAN, ni la valentía de los ucranianos, ni la solidaridad egoísta de la Unión Europea -porque si cae Ucrania, se pueden derrumbar las demás fichas del dominó- le iban a detener. Lo único positivo es que nos ha saltado a la cara que el “si vis pacen para bellum” de los romanos está vigente y, si quieres la paz hay que estar preparado para la guerra.