Luis del Val: “Todo crece, menos la vida de Olivia, segada sin piedad”

Habla el profesor del asesinato de la pequeña Olivia, de seis años, a manos de su madre; y del silencio de muchas sin condenar este crimen

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Luis del Val: “Todo crece, menos la vida de Olivia, segada sin piedad”

Luis del Val

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Luis del Val pone el foco de la imagen del día de "Herrera en COPE" en el asesinato de la pequeña Olivia, de seis años, a manos de su madre; y del silencio del Ministerio de Igualdad y de muchas ante este trágico crimen:

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Dice Federico García Lorca: “Todas las tardes en Granada, todas las tardes se muere un niño. Todas las tardes el agua se sienta a conversar con sus amigos”. ¿Qué le dirá el agua a las amigas de Olivia? ¿Cómo les contarán a esas niñas la manera en la que ha muerto, sin confundirlas, sin hacerles dudar que quién más le quiere es su padre y su madre? A veces, la única manera de contarles las cosas a un niño es ayudarte de la mentira misericordiosa. Ni siquiera los adultos tenemos respuestas cuando aparece Medea, o el medeo que, cada unos años, en este país, ordena a su cobarde y podrida venganza matar a su propio hijo.

La muerte de Olivia me ha traído el recuerdo de mi Calíope, cuando tenía seis años, de su mirada interrogante ante casi todo, de su verborrea y de su vivacidad, y de los seis años de mis nietas -ya una fotografía antigua- porque todo crece, menos la vida de Olivia, segada sin piedad, cuando su vida era un largo camino que tendría que recorrer, con sus anticlinales de risas, y sus sinclinales cargados de lágrimas, que así es la vida: una sucesión de subidas hacia la felicidad, y bajadas hacia la desgracia. Ya es un despropósito, una estúpida revolución incomprensible, que un padre entierre a un hijo, pero cuando llega el estupor, que te paraliza por su enorme carga de terror incomprensible, es cuando el autor de la muerte, el verdugo protagonista corre a cargo de un padre o una madre.

Por cierto, ese estúpido silencio del ministerio, ese mutismo insultante, no es por el respeto a la presunción de inocencia -no te creo hermana, no, no te creo- sino por esa estupidez empecinada de que la maldad sólo anide en un bando y en un sexo, y a que sólo tengan presunción de inocencia las mujeres, y que allana el camino de la maldad para poner injusticia en las custodias y en las separaciones. Pero no molesten a las tontas, que igual han encargado una tarta, mientras el agua, de Granada, de Vigo, o de cualquier otra ciudad, habla con las niñas para intentar explicarles que Olivia se ha ido a jugar a un jardín, donde siempre hay un columpio libre, y nadie te dice que te abrigues, y no es obligatorio comer verduras, y los padres y las madres cuidan a sus hijos, y les cantan, y les protegen, y nunca, nunca, son ladrones asesinos de sus vidas.

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