Luis del Val: "Vivimos en una sociedad donde los héroes y el arrojo y la generosidad no están de moda"

El profesor da las gracias a los cuatro policías municipales de San Feliu que ayer se lanzaron a un mar embravecido para intentar salvar a un pescador

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"Vivimos en una sociedad donde los héroes y el arrojo y la generosidad no están de moda"

Luis del Val

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Son las once menos cuarto de la mañana. El Mediterráneo está bravo y, sin tratar de competir con el Atlántico, el viento y el temporal han convertido las aguas en eso que llaman mar arbolada. Una barca de pescadores choca contra las rocas: uno de los pescadores muere y, el otro, es lanzado al mar a causa del golpe. Tres policías municipales, que están de servicio, observan el suceso y se lanzan al rescate del hombre que se debate entre grandes olas. Y se tiran al agua. Pero no pueden lograr su objetivo: antes bien, al contrario, el oleaje que produce el viento es tan fuerte que los cuatro quedan pendientes de que la suerte no les lleve a ser arrastrados contra las rocas. Al final, son rescatados los cuatro y el cadáver del pescador que murió en el golpe de mar.

Les invito a que intenten ponerse en el papel de los guardias municipales. Cumplen su trabajo de vigilancia, pero ninguna ordenanza les exige que se introduzcan a un mar peligroso, ni que actúen de salvavidas, ni que sean héroes. El agua está helada y cumplirían con su deber, efectuando llamadas de socorro desde sus teléfonos. Y nadie podría recriminarles nada. Pero no aguardan, impotentes, a que venga un helicóptero o una lancha de salvamento, y se lanzan a ese temporal donde nada estará bajo sus fuerzas, porque las del oleaje se superan en poder.

Y, en efecto, en lugar de haber una vida en peligro son cuatro las que se debaten, luchando contra la hipotermia y el temporal, intentando no morir ahogados.

Me he planteado la pregunta de qué hubiera hecho yo en semejantes circunstancias. Y les invito a quienes nos escuchan a que lo propongan a sí mismos. ¿Qué hubiera hecho usted? ¿Qué hubieras hecho tú?

Decía Napoleón que en la mochila de cualquier soldado podía haber escondido un bastón de mariscal. Puede que en la mochila del alma de cualquiera de nosotros se encuentre la madera de la que se construyen los héroes. Seguro que no es mi caso. Por eso mismo me ha obsesionado esta mañana un suceso, que no ocupa lugares destacados, y que a mí me parece importante, mucho más importante que ese carrusel de engreimientos y petulancias, con nombre y apellidos, que son nuestro menú diario. Por cierto, los héroes de esta historia no tienen nombres y apellidos. Los tres policías municipales son tan anónimos como desconocidos, porque vivimos en una sociedad donde los héroes, y el arrojo y la generosidad no están de moda. Arriesgar la vida por la de otro no merece grandes honores. Por eso mismo, me gustaría darles las gracias a esos tres policías que no calcularon que su acción podría consistir en que mañana no estuvieran cenando con su familia.

Gracias, porque no sólo ayudasteis a rescatar a un pescador, habéis rescatado también la dignidad de esta sociedad adormecida, donde los valores que nos ayudaron a formarla parece que han pasado de moda.

Y os merecéis la investidura de héroes, porque lo sois, sin necesidad de hacer otro pacto que el que habéis hecho con vuestra admirable valentía.

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