El mal perder de ‘los fósforos’
No todos reaccionamos de la misma manera cuando perdemos un juego, una partida o un partido
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“Lo importante o es ganar, sino participar”. Esta frase la hemos oído muchas veces a lo largo de nuestra vida, aunque no todos se lo toman al pie de la letra.
Más allá de competiciones, también hay que saber perder cuando de juegos en familia o amigos hablamos. Ya sea una partida de cartas, de parchís o de videojuegos.
Pero, no siempre es así y, siempre hay personas de muy mal perder. Y de esto, precisamente, hablamos en los ‘fósforos’ de ‘Herrera en COPE’.
Mercedes nos cuenta que tanto ella como su marido son de mal perder, sobre todo cuando juegan a la brisca. Cuenta que suelen jugar por parejas y que su marido siempre se sienta a su lado para “poder comerme el 3” y, además “cuando tiene el As me lo enseña para que me enfade”. Asegura Mercedes que “después de las partidas siempre hay broncas y me dice ‘no sabes jugar’, ‘te dejo ganar’…”. Eso sí, de los dos, ella es la que peor lleva lo de perder.
En el caso de Isabel es su padre el que tiene mal perder. Recuerda que cuando eran pequeños se enfadaba mucho cuando no tirábamos las cartas que debíamos tirar. Pero es que la cosa va a más, porque como nos cuenta Isabel “un día le dejó con mis hijos, sus nietos, porque tenía que hacer unas cosas. Con ellos jugó al parchís y cuando volví a casa, me lo encontré sentado en el sofá, enfadado y me dijo que “me han hecho trampas y no quiero jugar más con ellos”. Isabel confiesa que se quedó asombrada.
El marido de Pepi no puede perder jugando al parchís, y recuerda el día que “estábamos jugando una partida y yo no me ‘comí’ a mi hermano. Estuvo tres días sin hablarme”.
José Antonio nos habla de su nieto, tiene 11 años. Dice que cuando pierde a la play se convierte en “el muñeco diabólico, tira los mandos, los casos” y, confiesa que le dice “no siempre se puede ganar y, mucha veces hay que perder para aprender a ganar”.
Ángeles lo lleva en sus genes, como nos dice. Igual que a su madre no le gustaba perder y cada vez que lo hacía “nos quemaba las barajas de cartas”, asegura que a ella tampoco le gusta. Es que “hasta mi hijo me ha tenido que llamar la atención porque a mis nietos de 4-5 años no les dejaba ganar”, confiesa Ángeles.
El caso de Cari es uno de los extremos máximos a los que se puede llegar cuando se pierde una partida. Su hermano le llegó a clavar un cuchillo en la cabeza.
Juan dice tener un truco para controlar cuando su mujer le resti
Isaac recuerda el día que fue de cámping romántico con la que hoy en día es su mujer y que acabó echa una “energúmena” cuando perdió a las cartas.
Natividad es de un pueblo de Valladolid y allí tiene una peña. Cada fin de semana se reúnen para jugar y dice que “no hay sábado o domingo que no salgamos a matarnos”. Eso sí, el pero perdedor es su cuñado, dice.
Carlos nos habla de Carlos Larrañaga. Con él y otros amigos jugaban a los chinos en una marisquería madrileña y se apostaban unas cañas y gambas, claro. Dice Carlos que “todo nuestro afán era que perdiera Larrañaga porque tenía muy mal perder. Cuando perdía se tiraba 8 días sin volver al bar, pagaba corriendo y se iba”. Eso sí, “cuando ganaba se reía del todo el bar”.
Y por último, Francisco que recuerda que cuando era pequeño estaba muy integrado en una Hermandad de Sevilla y allí congenió mucho con un sacerdote “muy educado, un caballero, una enciclopedia andante”. Cuenta que después de misa, en la Hermandad jugaban al dominó, pues bien “cuando a este señor le ahorcaban el 6 doble se transformaba, se ponía hecho un energúmeno”