¿Qué preocupa a los jóvenes catalanes? Alberto Herrera comprueba el hartazgo de estos con la política

Cataluña vive en un laberinto y nos preguntamos: ¿Qué piensan quienes han crecido en ese laberinto y un día tuvieron que salir de él? Hacemos ese recorrido con dos generaciones

Redacción Herrera en COPE

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En los últimos diez años, Cataluña ha rozado el colapso. Políticamente se precipitó en él con una tensión y una polarización que se ha tornado en irrespirable. Cataluña vive en un laberinto. ¿Cómo se ha llegado hasta aquí? ¿Qué piensan quienes han crecido en ese laberinto y un día tuvieron que salir de él? En los próximos minutos quiero que hagamos ese recorrido juntos con dos generaciones.

Elecciones

Hay dos fechas previas al procés que marcan lo que ha pasado después.

“Resolver el problema de las infraestructuras de Cataluña es una cuestión vital para la economía catalana”, decía Antonio Castells.

Estamos a finales de noviembre de 2007. Quien habla es el ex consejero de economía y finanzas con el primer gobierno del socialista Pasqual Maragall.

Días después, el 1 de diciembre, Barcelona vive una gran manifesfación para reivindicar el derecho a decidir sobre las infraestructuras. La movilización coincide con la ejecución de los accesos del AVE a la capital y los retrasos en la red de cercanías.

El nacionalismo intenta demostrar que Cataluña vive maltratada en ese aspecto. El 1 de diciembre de 2007 empieza el proceso de victimización de la sociedad catalana, de un maltrato de las inversiones en infraestructuras.

El segundo hecho que marca lo que estamos viviendo se produce dos años después. El 13 de septiembre de 2009.

Arenys de Munt, un pequeño municipio de 8.000 vecinos situado a 25 kilómetros de Barcelona organiza una consulta popular sobre la independencia.

El ayuntamiento en manos de la CUP siembra la semilla de las urnas para decidir el futuro de Cataluña. Lentamente se está creando el caldo de cultivo y la primera persona en utilizar el término procés es Artur Mas en su debate de investidura un año después. En 2010. Mas señala el camino.

Artur Mas

"Cataluña ha de encarar su propia transición nacional", decía Mas. ¿Pero cuándo empieza realmente el procés?

Realizamos un recorrido cronológico del laberinto en el que se encuentra inmerso Cataluña con Víctor Amela

Estoy en Barcelona. En los últimos días de campaña. Quedo con el periodista Víctor Amela. Víctor escribe desde hace 40 años en La Vanguardia, el diario más leído en Cataluña.

Quedo en el Hotel Casa Fuster, un edificio del siglo pasado ubicado en el barrio de Gracia, construido por Lluís Domènech y en su momento considerada la casa más cara de la ciudad debido a los materiales utilizados, entre ellos mármoles de alta calidad.

Cuando paseo por la calle con Víctor y le menciono la fecha del 11 de septiembre de 2012, no duda ni un minuto.

@cope_es ??El periodista #victoramela, explica a #albertoherrera como “las #guerras empiezan por las #palabras” y los términos que utiliza el lenguaje #independentista, en beneficio de su causa???? ???"Los #independentistas han pretendido ser la voz de Cataluña . Mentira. Ellos son la voz del independentismo catalán. La voz de #Cataluña es mucho más amplia. Incluye a los que no somos independentistas" ???"A mi me han llamado odiador de la #democracia. ¿Por qué? Porque los #demócratas eran ellos y solo ellos" #HerreraenCOPE ? sonido original - COPE

“Me suena a Vía Catalana, a que vamos hacer una manifestación ¿Para qué? Para la televisión. Para hacer como una exhibición de músculo”, me contaba Amela.

Amela reconoce que nadie hizo una previsión sobre lo que podía pasar ese día. El entonces presidente, Artur Mas aprovecha esa fuerza para proponerle a Rajoy en una reunión en Moncloa un pacto fiscal.

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Un recorrido cronológico por el laberinto en el que se encuentra Cataluña con Víctor Amela

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Rajoy le dice que no. Mas comparece en la sede de la Generalitat en Madrid para informar de que no ha ido bien. Vuelve a Cataluña y le reciben como un héroe en la calle.

Pasan los años y en 2015 Convergència y Esquerra van por primera vez juntos a unas elecciones.

Amela me indica que esto marca otro punto de inflexión y labra el camino hacia el referéndum del 1 de octubre.

“Yo recuerdo ver a gente envueltos en banderas, sus esposas, sus hijos con esteladas, yendo a manifestaciones, no a una, a tres a cuatro, por un sueño”, me contaba.

Las elecciones del 27 de septiembre de 2015 en la undécima legislatura dan la victoria a Junts pel Sí con 62 escaños seguido de Ciudadanos con 25. Junts no llega a la mayoría absoluta y necesita a la CUP. Y la CUP exige que Mas que está tocado por casos de corrupción por Convergencia se aparte. Junts debe buscar cuanto antes un candidato. Surgen muchos nombres y de repente aparece uno que está muy presente estos días: Carles Puigdemont. El creador del caos.

Puigdemont es un joven político. Ha sido alcalde de Gerona y ocupaba un escaño en un rincón del parlamento catalán pero nunca había tenido una intervención protagonista.

Los periodistas tienen que buscar en qué número iba en la lista electoral. Lo hacía en el tres por Gerona.

Puigdemont

“Artur Mas buscó a ver a quién puedo poner en mi lugar que sea mediocre, que no me haga sombra que no tenga carisma y localizó a Puigdemont. Y Puigdemont se vino arriba. Puigdemont no va a entregar nunca su cabeza. Nunca”, analizaba Amela.

La CUP consigue que Artur Mas se vaya y la Generalitat aprueba las leyes de independencia.

La CUP empieza a adquirir un papel relevante e impulsa el referéndum del 1 de octubre de 2017. “Nosotros representantes legítimos del pueblo de Cataluña constituimos la republica catalana como estado independiente”, decía Forcadell.

Las semanas previas al referéndum crece la tensión y todo cambia con las cargas policiales.

Cataluña se divide ese día. A partir de ahí empieza el doble relato que permanece hasta hoy en el laberinto sociopolítico. Lo que contaban unos y lo que contaban otros.

“La polarización por desgracia se vivía en las sobremesas, en las familias, hasta el punto en el que se decidió no hablemos de esto”, me relataba Víctor Amela.

Paseando con Víctor por Barcelona me confiesa que desde ese momento, cualquier voz crítica con el procés en el mundo intelectual o en el periodismo era vista como una deslealtad hacia Cataluña.

“Nos roban la palabra libertad. A mí me han llamado demófobo: odiador de la democracia porque los demócratas eran ellos y solo ellos. Es un uso del lenguaje perverso en beneficio de su causa”, decía el periodista en los micrófonos de 'Herrera en COPE'.

Se suceden los movimientos judiciales y los políticos, incluida la huida de miembros del parlamento catalán a países extranjeros. Quienes promovieron el referéndum y eran llamados a declarar al Supremo.

Y después vendría la sentencia del Tribunal Supremo a mediados de octubre de 2019 y cómo se resuelve en la calle con nuevos altercados.

Al referéndum le sigue la aplicación del artículo 155 y la aplicación el 22 de junio de 2021 de los indultos a los 9 condenados a penas de prisión en el juicio por el procés. Como defendía la portavoz María Jesús Montero.

“Ahora es el momento de la política, y la política que mantiene este Gobierno de progreso considera que es de utilidad pública”, decía Montero ante los medios.

Con la aprobación de la Ley de amnistía a los condenados por el procés algunos se preguntan si éste será el último episodio de un serial que fracturó a la sociedad catalana. Si será la puerta de salida del laberinto.

Y también que sucederá con esos jóvenes que hace tiempo que salieron de él.

“El otro día hablaba con ellos y están muy desencantados. No tienen ilusión eso es terrible porque ven que es muy difícil tener un salario que les permita independizarse”, me explicaba Amela.

En concreto, Víctor se refiere a sus dos hijos. Tienen 26 y 29 años. Pertenecen a la llamada Generación Z. Víctor les define como exigentes. Hace 10 años, en 2014 las principales preocupaciones de los jóvenes catalanes pasaban por este orden por el paro, la precariedad laboral, la economía, las relaciones Cataluña-España y el sistema de financiación. Hoy siguen siendo las mismas y a ellas se suma el cambio climático.

Fíjate lo que me ha dicho Víctor. Son la generación desencantada. ¿Qué voz y qué rostro tienen?

Los testimonios de Guillem, Inés y Albert

Me sigo moviendo por Barcelona. Quedo en el barrio del Eixample con Guillem Arman. Te pongo en situación con Guillem. En su casa siempre se ha vivido el independentismo. Con sus padres, los dos son sanitarios, y su hermana de 24 años, ingeniera química. En los primeros minutos de su relato aparecen sus abuelos y su experiencia en la guerra civil, los 8 segundos que duró la declaración de independencia, el referéndum del 1 de octubre.

Referéndum

“El 1 de octubre, vivimos algo en primera persona que no pensábamos que íbamos a vivir. Yo con mis amigos no pude votar porque llegaron las cargas. Y tuvimos que coger el coche e irnos fuera. Fue un golpe duro. Yo voté y voté que sí”, me contaba Guillem.

Me reconoce que lo volvería a hacer pero que ese laberinto le genera frustración.

“Me siento frustrado pero no porque mis ideas cambien sino porque no veo que se ejecuten como a mí me gustaría”, aseguraba. Cuando Guillem habla, mira a la cara. No se esconde. Me pide que le pregunte directamente.

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Hablamos con Guillem, un joven independentista: Me siento frustrado

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Este joven de 26 años, de estatura media, me reconoce abiertamente que es independentista. “Para mí ser independentista son muchos factores. El primero es sentirte catalán. Sentirse orgulloso de lo que se hace aquí. Formar parte de un colectivo”, me argumentaba Guillem.

De hecho, cuando converso con él, me dice que ha cambiado a veces de partido pero nunca de ideología. Otorga mucha importancia al voto. Si le pregunto si se acuerda de la primera vez que lo ejerció.

“Voté....déjame pensar supongo cuesta saber cuesta saber qué se votaba entonces. En las generales quizá. Si te soy sincero hemos votado tantas veces que no me acuerdo”.

Hemos votado tantas veces que no me acuerdo. Y es que es así. En 14 años de procés han votado en 6 elecciones autonómicas. Han votado más que un joven madrileño con 40 años de edad.

Guillem trabaja desde hace dos años y medio en una empresa de videojuegos. Tiene plena flexibilidad para avanzar en sus proyectos desde casa. Algo que su generación pone en valor. Es su primer contrato laboral. Cobra al año más de 40.000 euros brutos.

Él sabe que no es lo normal. Tampoco en su círculo de amigos donde convive un profesor, un médico, un economista. La política es recurrente en sus conversaciones.

Las últimas encuestas del CIS catalán revelan que el procés ha provocado una transformación ideológica en los jóvenes. La generación Z está haciendo añicos la imagen del joven revolucionario de izquierdas que ocupó Plaza Cataluña durante el 15M por ejemplo. Una de las cosas que marcan ese cambio generacional son las preocupaciones.

Hace 10 años, lo que más inquietaba a la sociedad catalana eran las relaciones entre Cataluña y el resto de España. Ahora solo preocupa al 7% de los jóvenes.

Aun siendo independentista, la frustración le ha llevado a Guillem a poner el foco también en otros temas, como la sequía.

Eso a lo que se refiere, la sequía, sigue vigente. Cataluña fue la primera comunidad en España que activo el 1 de febrero la alerta por sequía con restricciones diarias para más de 6 millones de personas.

Unas restricciones que continúan y que no han aparecido en campaña. A Guillem le preocupa la sequía, el cambio climático, las guerras, las listas de espera en la sanidad pública, la vivienda. Sobre el último tema, me explica que no se puede independizar porque "el precio de la vivienda es altísimo. Por un piso de 40 metros cuadrados para una persona te piden 1.000 euros. Es complicadísimo”.

Guillem muestra impotencia en este tema. En estos diez años de procés, el precio de la vivienda en Cataluña ha subido un 30%. Un piso de 80 metros cuadrados ha pasado de costar 173.000 euros a 223.000.

Cataluña

Guillem tiene 4 años más que Inés Ovelar, pero las preocupaciones son prácticamente similares. Lo que en los adultos es polarización, en los jóvenes es similitud.

Cuando pregunto a Inés por sus preocupaciones, se queda en silencio. Y tras 10 segundos me identifica la más importante. "Que bajen los impuestos", me contaba.

La bajada de impuestos es una preocupación que ha irrumpido según el CIS catalán en los jóvenes de derechas.

Inés también estudió fuera como Guillem. Tiene 22 años. Ha estudiado en colegio concertado.

Después, Administración y dirección de empresas en Barcelona y Finanzas en Londres. Habla castellano, catalán e inglés. No le gusta pensar en su futuro. Le pone nerviosa.

Está de prácticas en un banco. Cobra 700 euros. Vive con sus padres en Sarriá. El tiempo libre lo dedica a estar con sus amigos, a hacer deporte, a ver películas y a salir de fiesta con los amigos.

Se reconoce constitucionalista y se identifica con los partidos de derechas. Es algo que ha visto en sus padres y ha heredado. Pese a que no tiene miedo a hablar de ningún tema, prefiere no llevar pulseras con la bandera española consciente de que le puede generar algún conflicto.

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Jóvenes constitucionalistas cuentan cómo viven la situación en Cataluña

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En el trayecto hasta llegar donde he quedado con ella, veo por la calle un cartel de Comuns y su lema: La Catalunya que ve. La propaganda está dañada. Alguien la ha pintado y ha tapado intencionadamente con una pegatina los ojos de la candidata, Jessica Albiach, queriendo lanzar un mensaje al transeúnte. Los políticos ni ven ni escuchan. Se lo pregunto a Inés. También a Albert, otro joven constitucionalista de Albert Mártil de la misma edad. Albert está a punto de terminar su grado.

Inés me cuenta que los políticos "hablan y no dicen nada. Yo es lo que siento. Humo. Humo". Albert, por otro lado, me dice que tendrían que escucharles más.

Albert no milita en ningún partido pero tiene claro que es de izquierdas. Sabe lo que es vivir en un barrio obrero. Así califica el municipio de Terrasa. La ideología es algo que ha calado también en casa aunque sus padres son independentistas. Él vota al Partido Socialista.

Mi conversación con Guillem, con Inés y con Albert confirma lo que pensaba. Las preocupaciones son las mismas. Lo que te comentaba antes: el procés ha provocado una transformación ideológica en los jóvenes. Y una de las cosas que marcan ese cambio generacional son las preocupaciones y sus prioridades en la vida.

Estas elecciones han contado con 243.000 nuevos votantes como Albert. Al aterrizar en Barcelona para entender el laberinto en el que se encuentra la política, me suscita mucho interés conocer a un joven desencantado con la política. Si no confían en los políticos para resolver sus problemas, ¿en quién lo hacen?

Los jóvenes son más pragmáticos. No lo digo yo.

El joven Gabriel: "El impacto de los movimientos sociales es mayor que el que puedes hacer votando"

Gabriel me dice que cree "“que el impacto de los movimientos sociales es mayor que el que puedes hacer votando. Cuando hay un desahucio el que va a estar allí es la persona cercana no va a venir ningún político de arriba seguramente”.

Quien apuesta por los movimientos sociales como una herramientas más práctica para solucionar los problemas cotidianos cursa 5º de Ciencias Políticas en la Universidad Pompeu Fabra. Le pido a Gabriel que me defina qué es en teoría la política. Cómo se la enseñan en la Facultad.

Este joven recuerda una cosa que le marcó bastante. Ocurría cuando empezaba la carrera. "Un profe me dijo que la labor del político es poner en una balanza a qué cosas rescindir y a qué cosas priorizar. Cuando tú haces políticas tienes que aceptar que una parte de la población seguramente va a estar afectada negativamente”.

Gabriel estudia y al mismo tiempo está haciendo prácticas en una consultora. Esta compañía se presenta a proyectos de la administración pública. Trabaja 5 horas al día. Su salario está cerca de los 700 euros.

Y lo invierte, entre otras cosas, en viajes, ocio. Insiste en que no piensa ahorrar para una hipoteca. Suspira cuando le pregunto también a él por sus preocupaciones y me enumera las mismas que otros jóvenes con los que he estado. Gabriel es el pequeño de tres hermanos. Cuando le localicé hace unas semanas porque quería que le conocieras, no tenía muy claro si votaría.

La principal fuente de información de los jóvenes catalanes menores de 35 años son las redes sociales. No van a los mítines. Puede contar con los dedos de una mano a los que ha acudido.

Me despido de Gabriel y se agolpan en mi cabeza el estado de ánimo y las preocupaciones que ha provocado en esta generación el laberinto de la política catalana.

Frustración, decepción, descontento. Si uno recorre por ejemplo el barrio gótico en Barcelona, se da cuenta de que la vida fuera del laberinto político sigue. La campaña apenas se cuela entre las actuaciones de los artistas callejeros.

Entre los turistas que negocian la compra de un bolso de imitación por 30 euros en el Paseo de Gracia a Ousmand, un senegalés venido hace 5 años a España. O Jorge el taxista argentino que lleva 20 en Barcelona y 10 en el negocio de la movilidad. Me devuelve al hotel y durante nuestra conversación, me confiesa que solo ha votado una vez en su vida.

Solo una vez. Lo hizo en Buenos Aires. A Carlos Menem. A quien fuera presidente de su país. Desde entonces, dice, huye del laberinto en el que se ha convertido la política.

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