Álvaro Sáez, sobre la JMJ de Lisboa: "Hay que recordarla, pero no solo por las anécdotas"
El monólogo de Álvaro Sáez en La Linterna de la Iglesia
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Hace justo un año estábamos de vuelta a casa después de una semana que llevábamos esperando 4 años: La Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa. En esta Linterna de la Iglesia, en nada, vamos a repasar algunos de esos mejores momentos. Y vamos a hablar también de los frutos, de la semilla que Dios dejó en todos y cada uno de nosotros.
Y es importante recordarlo, no por nostalgia, no por recordar anécdotas, sino para analizar con profundidad, con serenidad lo que allí pasó. Y para hacerse preguntas. Y quizá, este ejercicio, para los jóvenes, es más necesario. Porque somos una generación necesitada de impactos, de inmediatez, con muchas preguntas, sí, con mucha sed de Dios, también; pero que tenemos que aprender a encontrarlo. Y no solo encontrarlo en nuestros recuerdos, como en el de la JMJ, sino en nuestro día a día: desde que me suena la alarma del móvil por la mañana, hasta que me acuesto; en mi trabajo diario, en las conversaciones con mi familia.
Y para eso, un amigo sacerdote me recomendó hacerme dos preguntas. La primera es: ¿qué recuerdo tienes tú importante que te marcó de la JMJ?, ¿qué frase? ¿qué conversación? ¿qué acto? Lo que sea, piénsalo. Piénsalo bien.
Y la segunda parte es: ¿y qué impacto tiene esa frase hoy para ti? ¿en qué te ha cambiado? ¿en qué te ha hecho mejor? ¿te ha acercado más a Dios?, ¿te ha hecho acercar a otros a Dios?
Los dones, los frutos de un encuentro como este, no solo debe servir para reconocernos entre nosotros; sino también para aumentar en nosotros la fe. Y la fe, como le escuché hace unos meses al obispo de Bilbao, Joseba Segura "o es capaz de darte un corazón grande para amar, o si no, no vale para nada".
Aprovechando la fecha, el coordinador general de la JMJ, el cardenal Américo Aguiar, ha publicado una carta en la que hace balance de la peregrinación. Una carta en la que nos cuenta que fueron muchos los sentimientos que llenaron su corazón: "pasaba de la alegría al asombro, del miedo a la desesperación, de las dudas a las convicciones..., a veces llevado por corazón, por el sentimiento, otras por la razón". Y no es para menos, pero más allá de eso, hace referencia también a los frutos, "muchos", dice él, "inimaginables, porque no somos capaces de hacer estos cálculos cuando hablamos de la vida de Dios en el corazón de la humanidad".