Diego Garrocho: "Con el tiempo se ha demostrado falso que fuéramos a salir más fuertes o más unidos de la pandemia"
El profesor de Filosofía reflexiona sobre lo que hemos aprendido de la pandemia y el Covid-19, cuando se cumplen cinco años del confinamiento

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Hoy se cumplen cinco años desde que se declaró el estado de alarma por la COVID-19 y es obligado volver la vista atrás. Aquella experiencia traumática dejó una cifra de afectados inmensa. Y los más importantes son, que duda cabe, los fallecidos y las personas que sufrieron en primera persona la enfermedad en su expresión más agresiva.
Pero también están aquellos que no pudieron enterrar a un padre o a una madre, quienes perdieron su trabajo o incluso matrimonios o parejas que no fueron capaces de soportar la tensión o el dolor de aquellos días. Hay una generación entera de chicos que tuvieron que sustituir la presencialidad de las aulas por insuficientes actividades telemáticas y muchos niños pequeños comenzaron a socializar con sus rostros tapados por una mascarilla. Pero aquella COVID fue también la coartada para que muchos se lucraran de forma ilícita, ese chocolate del loro.
Y es ahora cuando los casos de corrupción empiezan a aflorar, pero es muy posible que con los años se vayan destapando nuevas formas de esta miseria moral. En aquellos días también se resintió nuestro estado de derecho. El Tribunal Constitucional concluyó en julio de 2021 que la prohibición de los desplazamientos fue contraria a derecho y son muchos los juristas que consideran que se vulneraron derechos fundamentales sin las garantías procesales debidas.
Hobbes nos enseñó que el miedo es una pasión fundamental y aquel tiempo era demasiado oportuno para servirse de ese pánico que entonces parecía tan fundado. Tan conmocionados estábamos que hubo incluso quien cuestionó la pertinencia periodística de mostrar aquella verdad. Y por cierto, le corresponde a los compañeros del Mundo el mérito de haber publicado la que tal vez sea la fotografía que mejor condensa aquellos meses de dolor y de angustia. Me refiero a los féretros sobre aquel Palacio de Hielo de Madrid.
La pesadilla fue real, tanto que nos vimos obligados a impostar un optimismo que con el tiempo se ha demostrado falso, porque no es verdad que fuéramos a salir más fuertes, ni más sabios, ni más unidos. Una vez pasada la pandemia y viendo lo poco que aprendimos, solo se puede concluir que el dolor, la injusticia y la torpeza, sencillamente a veces no sirven para nada.