Diego Garrocho, sobre la corrupción: ¿Por qué el poder sigue fascinando a quienes ya lo ostentan?

El profesor de Filosofía reflexiona sobre las causas de la corrupción y las razones por las que el ser humano sucumbe ante ella

Diego Garrocho
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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

2 min lectura

Pues a menos que queramos pecar de cursis o directamente de mentirosos, evidentemente sí, hay algo comprensible. La corrupción moral, en su sentido más amplio, es tan antigua como la humanidad misma y los motivos que nos llevan a cometer acciones vergonzosas en el fondo son muy simples. El dinero, la fama, el poder o el placer pueden desviar a cualquiera del camino recto. Como bien dijera Kant, el hombre está hecho de una madera torcida. 

Que la corrupción sea comprensible no significa, sin embargo, que todas las faltas lo sean de la misma medida. Por ejemplo, es más entendible, o yo creo que incluso sería excusable, que una persona en una situación económica vulnerable sucumbiera a un soborno que la corrupción de alguien que ya lo tiene todo. En la cúspide de esa corrupción incomprensible está en quien, habiendo alcanzado un prestigio profesional, deciden después dilapidarlo. Un caso actual lo ilustra perfectamente. Hoy se supo que la UCO suscribe la participación preeminente del fiscal general del Estado en la revelación de secretos del caso que investiga a la pareja de Isabel Díaz Ayuso. Otra cosa es que nos interese o que estemos de acuerdo con que la UCO haga este tipo de inferencias, pero nos lleva a algún lugar. Y de los múltiples escándalos que rodean al gobierno, este creo que es uno de los más relevantes y me atrevería a decir que de los más extravagantes e incomprensibles, porque ¿por qué un hombre que lo tiene todo se somete de esta manera al poder político? ¿Cómo es posible que altos funcionarios de carrera estén dispuestos a cometer irregularidades para beneficiar a quienes en justicia tienen menos méritos que ellos? ¿Por qué el poder sigue fascinando a quienes ya lo ostentan? ¿O cómo alguien que desempeña una magistratura pública puede estar dispuesto a dilapidar su prestigio para convertirse en una mera correa de transmisión del poder que lo nombró? 

No quiero parecer ingenuo, pero les aseguro que comprendo mucho más a ese hombre sencillo que desde su precariedad cae en la tentación del dinero que aquellos que llamados a ser fieles servidores del Estado se prestan a cometer ilegalidades desde las altas magistraturas para beneficiar a los suyos. Y si todos tenemos un precio, que puede ser que al menos ese precio sea alto, que por lo menos no sea menor que los bienes y honores de los que uno ya goza, y francamente no se me ocurre un mayor honor que ser un fiscal general del Estado honrado.

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