Una ejecutiva bancaria siente turbulencias en un avión de Madrid a Vietnam y, al despertar, la primera imagen le impacta
Annette Herfken cuenta en La Linterna el episodio que vivió en un vuelo junto a su prometido que le dejó huella y que ahora ha contado en un libro

Madrid - Publicado el
3 min lectura
Annette Herfken, una venezolana de familia neerlandesa, es una luchadora. Tuvo una infancia y adolescencia normal, estudió en la universidad de Leiden, en los Países Bajos y profesionalmente rompió el techo de cristal al convertirse en la primera ejecutiva de un banco de su país. Pero una experiencia en un viaje en avión con su pareja le marcaría para siempre, como cuenta Ángel Expósito en La Linterna.
Antes, en 1989, Anette fichó por el Departamento de Mercados Emergentes de un Banco español, lo que le llevó hasta Madrid. Así, el 14 de noviembre de 1992, “vivió una experiencia que le dejó huella”, relata Expósito: el avión en el que viajaba con su pareja sufrió un accidente.
Un accidente de avión
La propia mujer lo recuerda en COPE: “Abrí mis ojos y había algo pesado encima de mí, una silla”. Anette empujó y se percató de que había un cadáver dentro: “un hombre muerto, súper pesado”. “Lo empujé y miré a mi izquierda, veo a mi novio, mi prometido, está muerto. Tiene una sonrisa en su cara, grita, pero estaba muerto”.

Annette Herfkens, en el hospital tras el accidente de avión
El destino al que nunca llegaron era la costa de Vietnam. Todos murieron en el siniestro y la única superviviente fue Annette. Herida, anduvo perdida en la jungla sin comida, sin poderse comunicar con nadie. Pero lo hemos visto en otras historias de supervivientes: cuando la situación es muy comprometida y la muerte nos ronda, el ingenio se pone a trabajar, como ella misma apunta.
“El ala del avión tenía una espuma, entonces se me ocurrió que podía utilizar esa espuma para hacer pelotas que iban a secar la lluvia y así alimentarme con el agua”. La mujer asegura que hizo siete bolitas de esa espuma y esperó que lloviera.
Quién la rescató de los escombros
Así, ocho días tardaron en rescatarla. En todo ese tiempo Annette optó por enfocar su mente en la belleza que le ofrecía la selva y alejarse de los cuerpos que habían quedado entre los restos del avión. “Cuando me rescataron, en realidad no quise salir de este estado bonita de eternidad y no quise dejar a mi novio allí”. Rememora en La Linterna que la única cosa que reconoció al salir del avión fueron ocho hombres que “tenían una botella con agua y me dieron un trago. eso fue el mejor champán del mundo”.

Annette Herfkens, en la actualidad
Cuando la dirección del banco español en el que trabajaba conoció que el avión en el que viajaba la neerlandesa había sufrido un accidente, inmediatamente envió a uno de los hombres de confianza de la entidad que, caprichos de la vida, ha sido la persona con la que Annette ha formado una familia. “Pensando en la jungla, lo que haces cuando estás sola y perdida, piensas en la gente que te quiere y te van a buscar”, desvela.
Un libro con su historia
Pasados los años, Annette y Jaime siguen siendo compañeros de vida. La tragedia les unió y hoy tienen dos hijos: uno de ellos, el pequeño, autista. Ella confiesa que siempre tuvo la intuición de que pasaría. “Había bromas con todos mis amigos porque lo que pasó cuando tenía el crash, todos mis amigos en Holanda y en Nueva York estaban casándose y embarazadas y tuvieron esos hijos tan saludables y tan bonitos. Y dije, bueno, vas a ver que yo voy a tener lo del autismo ahora”.
La historia de Annette parece una terrible ficción porque a la vida, en ocasiones, le apasiona ponernos pruebas que no nos queda otra que superar. Ahora con el paso del tiempo se ha visto con la fuerza suficiente para recoger todos estos episodios en un libro que titula, Turbulencias y que edita Bold Letters. Periodistas, compañeros, curiosos han querido conocer los detalles del tiempo que estuvo en Vietnam tras el accidente, pero ella sabía que no era el momento de ponerlos negro sobre blanco, hasta ahora.
“Yo creo que por mejor mi historia podía ayudar a la gente”, reconoce la mujer. “En la jungla tuve una experiencia vital sobre mí con la naturaleza, con Dios ahí arriba, y mi hijo me enseñó la verdadera compasión y el amor incondicional”.