Este sábado se celebra en Sevilla el Día de las Fuerzas Armadas. Buen momento para detenernos en reflexionar sobre este colectivo. De entrada, un soldado vale el apoyo de la sociedad a la que sirve. Seamos sinceros, en el conjunto de España, ¿conocemos lo que nuestros soldados hacen por el mundo? No. Seguimos suspendiendo la asignatura cultura de Defensa. Digamos que no estamos preparados para repatriar muertos o no somos conscientes de lo que supone jugarse la vida hasta perderla.
Creo que hay tres motivos que lo explican: por unos complejos posfranquistas absurdos, por nuestra incultura y por la politización partidaria de la Defensa. Seguimos igual que hace 50 años. Seguimos pensando que los militares son uno fachas herederos de Franco, de Mola o Millán Astray, cuando su nivel de preparación e internacionalización son mayores que las del ciudadano de a pie.
Tampoco tenemos conciencia de la seguridad interna. No somos conscientes de los riesgos a los que nos enfrentamos, por incultura histórica y geográfica. No valoramos lo que suponen los nuevos modelos de guerra, el crimen organizado o el terrorismo internacional. España es además un caso de deshonor único en el mundo. No hay territorio, salvo el nuestro, donde se desprecie más la lengua, la bandera o al Jefe del Estado. Y quien representa todo eso, claro, son las Fuerzas Armadas.
Son además víctimas de la política, cuando hay tres materias que no pueden ser politizadas, partidaria o personalmente. La Educación, la energía y la Defensa. Pero la España de las autonomías empujan hacia todo lo contrario. Los militares también tienen su porcentaje de suspenso, porque deben aprender a venderse, abrir las bases, ser proactivos.
Y los periodistas padecemos un exceso de opinión sin estar allí, en sus misiones. Compartimos el seguidismo de los partidos, y nos olvidamos de lo importante. Por tanto, entre todos seguimos suspendiendo en la cultura de la Defensa.