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'El bueno, el feo y el malo' de Jorge Bustos

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El Bueno, el feo y el malo con Jorge Bustos

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

6 min lectura

''Termina otra semana de ajetreo parlamentario, donde la conmemoración de nuestras libertades políticas convive con la afición a reprobar ministros, en una montaña rusa de emociones que amenaza con marearnos a todos. La temporada política está acabando en alto, a imitación de las series de la tele, que se reservan las mayores emociones para los últimos capítulos. Pero hablando de emociones, esta semana ha sucedido algo que a mí me ha emocionado para bien, para muy bien, precisamente porque parte de una sigla de la que no esperaba ninguna muestra de humanidad, ningún sentimiento positivo. Estoy hablando de Bildu, o más en concreto del alcalde de Rentería, Julen Mendoza, que si no me equivoco se ha pasado al bando de la dignidad, la memoria y la justicia en el País Vasco.

El bueno: Julen Mendoza

El pasado miércoles, Julen Mendoza, alcalde de Bildu en Rentería, decidió tributar a las víctimas de ETA asesinadas en su municipio el homenaje que merecían desde hace mucho, mucho tiempo. Un homenaje sincero, sin equidistancias, contrito y agradecido por las mismas víctimas que allí estuvieron, en el salón de plenos del ayuntamiento. Hablamos de Juani, la viuda de José Luis Caso, concejal del PP asesinado en un bar de un tiro en la cabeza por ETA en 1997. Hablamos de Naiara, la hija de Manuel Zamarreño, a quien ETA le colocó una moto-bomba cuando salía a comprar el pan. Y hablamos de Purificación, la viuda de Vicente Gajate, policía municipal y militante socialista que volvía del trabajo cuando le pegaron cinco tiros que Puri oyó desde casa. A ellas y solo a ellas convocó el alcalde Mendoza en presencia de todas las fuerzas políticas. Rompió el guión siniestro de sus conmilitones. Las abrazó y les pidió expresamente perdón en su propio nombre y en el de sus predecesores en el puesto, les entregó un ramo de flores y descubrió una placa en memoria. Fue el primer acto virtuoso de un abertzale capaz de sentir verdadero arrepentimiento, sin simulaciones retóricas ni calculadas apelaciones a las víctimas “de todas las violencias”.

Podría ser el primer paso en la humanización de los herederos de Batasuna, que es imprescindible para construir una paz digna, con memoria, con víctimas reconocidas y verdugos condenados. Ojalá cunda por los pueblos más cerrados de Euskadi el ejemplo de este alcalde justo, que leyó Patria de Aramburu con aprovechamiento y denunció públicamente su propia incapacidad y la de sus viles camaradas para sentir como propio el dolor ajeno. Esa falta de empatía que ha sostenido el terror durante décadas y que él, promete, está decidido a reparar en lo que esté en su mano, que de momento es Rentería. Entiendo las prevenciones de nuestros oyentes ante esta noticia, ante este gota de ejemplaridad en un mar de abyección, pero si los homenajes pendientes llegan y se desarrollan como merecen y piden las víctimas, entonces los demás no seremos quiénes para no unirnos a su consuelo.

El feo: Jaime Alfonsín

El feo mora nada menos que en Zarzuela. Nos referimos al jefe de la Casa Real, don Jaime Alfonsín, que está estos días en el ojo del huracán monárquico por haber excluido al tipo que trajo la democracia, es decir, Don Juan Carlos I de Borbón, de los fastos que conmemoraban los 40 años de la llegada de la democracia. Es algo así como tener vivo a Felipe II y no llamarle para celebrar el aniversario de la primera piedra de El Escorial. Alfonsín debió prever que se liaría la que se ha liado: él solo intentaba proteger al rey vigente concediéndole todo el foco sin compartirlo con su padre, pero ha terminado consiguiendo que no se hable del magnífico discurso de Don Felipe sino del cabreo (perfectamente justificado) de Don Juan Carlos.

Hasta Iglesias manifestaba su sorpresa por la ausencia de aquel a quien debe en última instancia su escaño, pues el pluralismo constitucional que emana de la Transición es el que permite que todos los culos republicanos se sienten cómodamente en sus bancadas. Ni las razones de protocolo son de recibo, ni las de espacio; ni fue culpa de Ana Pastor, que contaba con el Emérito en sus planes originales; ni tampoco del Ejecutivo, que se habría plegado a los deseos de la Casa Real, que es la que manda en esta clase de efeméride, como debe ser. Aquí lo que pasa es que hay mucho cortesano sobreprotegiendo a un monarca que se defiende muy bien solo, y que no necesita que le abran cortafuegos entre la fama de vividor del padre y la impecable ejecutoria del hijo, pues monarquía significa precisamente sucesión y no ruptura. Avergonzarse de Don Juan Carlos, motor de la Transición, por culpa de un elefante y una rubia es como juzgar toda la carrera de Rafael Nadal por el antiestético modo en que se estira del gayumbo antes de cada servicio.

El malo: Cristóbal Montoro

Cada viernes lo es por una razón distinta, de modo que mientras siga siendo el villano favorito de España podremos decir que el mundo sigue girando sobre su eje. El Mundo y el ABC, que últimamente carga contra don Cristóbal sin misericordia, como tampoco la tiene el ministro con los evasores o pececitos que van cayendo en su red. A la reprobación parlamentaria a cargo de la oposición, que no creemos que le altere el sueño, se han sumado las portadas de ABC, que sí han conseguido cabrearle hasta el punto de desatar su facilidad verbal para la amenaza en defensa de su honor.

Se le acumulan los disgustos a don Cristóbal, porque sus socios presupuestarios de la formación naranja se le han levantado de la mesa bajo la exigencia, de momento desatendida, de que haga el favor de bajar el IRPF a las clases medias cuanto antes, sin esperar al año previo a las elecciones, como planeaba el PP para rentabilizar en las urnas la zanahoria fiscal. Ese pulso entre Ciudadanos y Montoro promete rivalizar con el culebrón Cristiano-Florentino, donde por cierto también tiene mucho que ver el omnipresente, el inevitable, el pararrayos del marianismo, el inimitable Cristóbal Montoro.

Un disparo en la recámara

Vamos a gastar el último cartucho en honor a Alberto Garzón, un diputado excepcional, porque ni siquiera el más mentecato de los hombres puede exhibir una récord personal de necedad por opinión emitida del 100%. Si Garzón tuitea contra la monarquía, es señal de que debemos respetarla; si se queja de falta de visibilidad en Podemos, entonces debemos agradecer a Iglesias que fagocitara Izquierda Hundida; y si tuitea que hace calor, la borrasca está garantizada. Es capaz incluso de presentarse en el Orgullo Gay sin condenar los campos de concentración de homosexuales del castrismo. Pero de momento a Cuba dice que no se va. Una lástima''.

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