Se entera de que su padre fue un espía ruso, viaja desde España a Rusia para investigar y lo que le ocurre allí le deja sin palabras: “Me descubrió”
Su nombre es Alejandra y durante toda su infancia desconoció a lo que verdaderamente se dedicaba su padre, hasta que leyó sus memorias escondidas
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22 de junio de 1977. Pocas horas después de ser detenido en Moscú por la KGB, Aleksander Ogorodnik prometió a sus captores confesar sobre todos los servicios que había realizado como espía para la CIA. Para ello, pidió su pluma. Tal y como la cogió la mordió, reventando de ese modo una cápsula de cianuro que había en el interior y falleciendo poco rato después. Su nombre en clave era Trigon y fue uno de los espías más valiosos que tuvo la CIA.
Marta Peterson. Ella era el contacto de Trigon en Moscú donde trabajaba dentro del Ministerio de exteriores Ruso. La información era tan importante que todo iba a parar directamente a la mesa del Presidente de los Estados Unidos.
Pero este espía también estuvo trabajando en la embajada de la URSS en Bogotá. Allí conoció a una española, Pilar Suárez con quien mantuvo una relación secreta. Fruto de esa relación nació Alejandra, que no se enteró hasta muchos años después de que su padre fue espía. Ahora ha escrito “Mi padre, un espía ruso”, y con él, habla de esas memorias secretas de un hombre al que su profesión le pasó la peor factura.
Alejandra creció sin saber, con exactitud, quién era su padre y a qué se dedicaba. Su madre, durante sus trece primeros años, había respondido a sus preguntas con una profesión y una nacionalidad inventada: su padre era matemático alemán.
Nada más lejos de la realidad, y cuando Alejandra hacía preguntas cada vez más concretas e insistentes, su madre tuvo que soltar una verdad a medias. “Me llevó a un viaje y me confesó que había sido espía sin darme demasiada información. Nunca me dijo su apellido” decía Alejandra.
Sin embargo, presa del miedo por la persecución que la KGB ejercía sobre ella, decidió contárselo a Alejandra, por lo que pudiera pasarle en el futuro. “Tenía mucho miedo y me dijo que mi padre había dejado unas memorias. Me dijo que nunca me contaría su verdadero nombre y me pidió que no las leyeres, pero unos años después empecé a investigar y descubrí que fue uno de los espías más importantes” explicaba.
Ahí, comenzó el viaje de Alejandra.
Su viaje para investigar quién fue su verdadero padre
A pesar de que nunca supo quién era su padre, Alejandra se acuerda todos los días de él, especialmente por el papel tan fundamental que está teniendo el espionaje en Rusia. Cree, a ciencia cierta, que “la historia se repite”.
“Es bonito ver el viaje que cuenta mi padre en sus memorias, yo he investigado mucho. El viaje de mi padre, comunista convencido, a como se da cuenta de que el régimen le engaña a él y a todos. Estando en Bogotá lo tenía muy fácil para no arriesgarse y pedir asilo político en EE. UU., pero él pidió volver a Moscú”contaba.
No solo su padre “sufrió” un viaje que le llevó a perderlo todo, sino que también lo tuvo Alejandra al investigar todo sobre él. “He tenido un viaje desde que escribí el libro, Rusia sigue sometida a un régimen autoritario, pero creo que no son del todo como nos terminan de contar, he tenido contactos con personas que me han dado información y ha cambiado todo mucho. Espiar sigue siendo espiar y sigo sintiendo el mismo orgullo de mi padre” aseguraba en 'La Linterna'.
Tanto, que decidió viajar a Rusia. Por el momento, no ha podido pisar el país, pero sí que lo ha hecho “virtualmente” al presentarse en la televisión pública rusa. “En abril de este año pude participar en un programa de la televisión rusa, me desaconsejaron que lo hiciera” confesaba.
Gracias a esa aparición pública, “el hermano de mi padre me descubrió y hace unas semanas contactaron conmigo, no puedo decir más” contaba.
Su vida después de que su padre muriese como espía
Lo cierto es que la vida de Alejandra podría ser, perfectamente, la de una protagonista de una película de ficción. Y es que ella y su madre sufrieron las consecuencias de la profesión de su padre.
“Mi madre escribió una biografía que tengo yo pero no sé si publicaré. Esta historia le truncó la vida, ella sabía todo pero nunca supo cuándo murió mi padre” aseguraba.
A pesar de que la CIA se encargó de ella y siguieron “cuidándola” después de la muerte de su padre, nunca le terminó de contar todos los detalles de su marido.
“Conmigo luego nunca quisieron hablar. Rusia siempre dice que mi madre fue una trampa de miel, para enganchar a mi padre, pero esto es mentira. Mi padre se enamoró de mi madre y el amor que se tenían es lo que hizo que él quisiera cambiar de bando” sentenciaba.