Me ha llamado la atención una foto que publica el diario ABC. Es una foto chiquita. En el centro de la imagen, aparece una camioneta volcada y abollada: le han arrancado de cuajo algunas piezas. A su lado, un coche volcado. Más adelante, otro destrozado. A lo lejos, árboles, señales y adoquines arrancados de cuajo. En una esquita tres figuras humanas están encogidas. Una se lleva las manos a la cabeza como si no pudiera creer lo que ve, otra se intenta proteger abrazándose a si misma. La calle convertida en un cementerio de chatarra por el paso del tifón Jebi en Japón. A nosotros, que nos parece tener controlado todo, de pronto la naturaleza no muestra nuestra debilidad.
Devastación un país ordenado y tranquilo. Nadie se queda a salvo de las devastaciones. Devastación es lo que trae un tifón, pero devastación es escuchar un diagnóstico que te deja helado. Devastación es llevar meses sin ir a una oficina o un taller -no tener trabajo. Devastación es el olvido. Devastación es que no suene el teléfono. Devastación es ver al hijo equivocarse. Devastación es que los besos y el canto se queden atrás, en el pasado. Devastación es que este niño, tan inocente, tan nada culpable pase por esto. Devastación es ese misterioso mal que tienes, que te miro a la cara y que no te acuerdas de cómo me llamo. Devastación es mirarte a la cara y que tu angustia, tu dolor, no te deje sonreír. Devastación es que la quimio no se acabe nunca. Devastación es la traición del amigo. Devastaciones, sí, que la vida no nos ahorra nada. Pero devastación es sobre todo no tenerte cerca para contártelo, para no llorártelo, para no reposar en ti, para enfadarme contigo, para que me consueles, que si estas tú la devastación es meno devastación, que devastación es estar sin ti.