"Maduro puede estar sacando ventaja interna de la crisis con España y se puede pensar que es mejor no darle bola"

Pilar García Muñiz reflexiona en La Tarde sobre las tensiones crecientes entre el gobierno chavista de Venezuela y el Ejecutivo español

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El gobierno de Nicolás Maduro amenaza con romper relaciones con España y agita el avispero diplomático llamando a consultas a su embajadora en Madrid y convocando a su vez al embajador Español en Caracas.

Es el último episodio de una pataleta que empezó esta semana cuando el Congreso, a iniciativa del PP, reconocía a Edmundo González como presidente electo de Venezuela. Aunque el PSOE no apoyo este reconocimiento, a las pocas horas Pedro Sánchez SI recibió a González en Moncloa, de manera informal, pero le recibió.

La respuesta del régimen de Maduro fue la de romperse la camisa, rasgarse las vestiduras y empezar a pedir la suspensión de vuelos con España o romper relaciones económicas. La gota que ha colmado el vaso ha sido que la Ministra de defensa, Margarita Robles, se ha referido al Gobierno de Venezuela como la “dictadura de Maduro”. Y por eso ahora se están citando embajadores en Caracas.

Al gobierno español se le pueden criticar muchas cosas en la política que está siguiendo con Venezuela tras las últimas elecciones (de las que Maduro se niega a publicar las actas electorales).

Se le puede criticar la ambigüedad a la hora de adoptar una postura clara, una equidistancia marcada por la sombra del ex presidente Rodríguez Zapatero y también porque Sánchez gobierna gracias a partidos abiertamente afines al Gobierno chavista.

Dicho esto, la reacción del régimen de Maduro es de manual. En medio de una crisis de legitimidad, NO hay nada mejor que buscarse un enemigo externo para cerrar filas y apartar la atención de lo que ocurre dentro del país.

No es la primera vez que vemos algo así. En estos años Maduro ha señalado una y otra vez a Estados Unidos, Colombia, Argentina y por supuesto, hemos tenido varios episodios con España.

Llamar a consultas a un embajador. Es el paso previo a una hipotética retirada del mismo o a la ruptura de relaciones. Es decir, es una medida grave pero no definitiva.

Maduro puede estar sacando ventaja interna de una crisis como esta y se puede pensar que es mejor no seguir esa corriente. No darle bola.

Pero con la situación de Venezuela, con un presidente electo exiliado a la fuerza en España y la represión que se vive, no parece el mejor momento para seguir navegando entre dos aguas. En algún momento habrá que tomar postura.

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