Por eso soy católico
Escucha la Firma de José Luis Restán del jueves 3 de abril

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Hubo un momento en que John Henry Newman, acechado por los católicos ultramontanos que siempre le vieron como una especie de caballo de Troya del protestantismo, y atacado por sus antiguos amigos anglicanos y por el establishment político-religioso de Inglaterra, respondió a la gran pregunta: “¿por qué soy católico?”. Su respuesta atravesará los siglos como un faro en medio de cualquier tiniebla: “por eso soy católico, porque Nuestro Señor fundó la Iglesia y esa misma Iglesia ha estado en el mundo desde entonces; porque en cada época algunos grupos se han separado de ella y han demostrado, posteriormente, que esa separación es la muerte, y que tienden a perder toda fe definida”.
Newman sabía bien que la Iglesia es obra de Dios, pero esa obra cobra carne y sangre mediante la acción de hombres y mujeres a lo largo de los siglos. Así lo ha querido su Divino fundador, como le gustaba decir. Y por eso él, que era más inteligente, más puro y más esforzado que la mayoría de los que tenían responsabilidades en la Iglesia de su tiempo, no encontró jamás motivo para separarse de ese cuerpo, de esa carne y de esa sangre que constituyen la continuidad de Cristo presente en la historia. A pesar de que no pocas veces algunos de sus líderes le defraudaron, y otros le atacaron miserablemente. Aunque pudo pensar (y pensó) que ese Cuerpo era lento para comprender los signos de los tiempos, y que algunas batallas en su seno eran peores que cualquier guerra mundana, no se separó un milímetro hasta su último suspiro.
Él sabía, además, para escándalo de los de fuera, y de no pocos de los de dentro, que la unidad de ese Cuerpo se garantiza en el tiempo a través de la adhesión sencilla a unos hombres que, en una línea ininterrumpida, son los sucesores de los apóstoles, formando un colegio presidido por el sucesor de San Pedro. Tuvo que venir él, antiguo pastor anglicano, a explicárnoslo. Y necesitamos que lo siga haciendo.