Acogida y benevolencia recíprocas
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Acogida y benevolencia recíprocas
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La agresividad de algunas polémicas intraeclesiales me hace recordar unos apuntes póstumos del Padre Adolfo Nicolás, que fue General de la Compañía de Jesús hasta 2016, en los que se refiere a la facilidad con la que se descalifican las opciones que no encajan con las propias teorías pastorales o teológicas, y confronta esta actitud, por desgracia habitual a izquierda y a derecha, con las Reglas para sentir con la Iglesia de San Ignacio, que aconsejan no distraernos con nuestras opiniones y prejuicios, sino que “alabemos todo lo que ayuda a las personas en su devoción, su oración, su cercanía a Dios y a su Iglesia”. Estamos muy necesitados de esta mirada, de una acogida y benevolencia recíprocas, y el camino sinodal que estamos recorriendo en todas las diócesis es un buen acicate para ponerlo en práctica.
El propio Padre Nicolás identificaba el núcleo del problema: que la mente y el corazón no se centran en la voluntad de Dios y en el camino real de la Iglesia, sino en el propio yo, en las opiniones y sensaciones de cada uno, y advertía de que siempre “es más fácil llamarse profeta que discernir con los demás”, perteneciendo a un cuerpo que es una comunidad de fe, misión y amor. Esta reflexión ilumina muchos conflictos del actual momento eclesial, también en el mundo de los sacerdotes y de los laicos.
En el mejor de los casos, uno puede estar lleno de fervor y de ideal, pero estos se desperdician si no están arraigados en Dios y en la Iglesia. En la que camina en la historia, no en la que algunos tratan de construirse a su medida.