China inescrutable

Ha tenido lugar en Roma una conferencia promovida por la Orden Trinitaria sobre las situaciones de persecución que padecen los cristianos en diversos lugares del mundo, y en ese contexto, el corresponsal de ABC y de COPE en Pekín, Pablo Díez, ha hablado sobre la situación de los cristianos en China, con el telón de fondo del Acuerdo sobre el nombramiento de obispos, que debe ser renovado (o no) en octubre de este año. El cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, ya ha anunciado que desearía introducir cambios. Es legítimo plantear hasta qué punto el acuerdo ha mejorado realmente la situación de casi 30 millones de católicos chinos.

Pablo Díez se preguntó en su conferencia hasta qué punto se puede confiar en la dictadura más poderosa del mundo. Como él mismo dijo, “solo el tiempo lo dirá, porque los caminos del Señor son inescrutables, más aún en China”. En todo caso, denunció la situación de varios obispos detenidos, alguno de ellos en paradero desconocido, y otros obligados a asistir a clases de adoctrinamiento o sometidos a medidas restrictivas como cortes de luz, agua o gas, porque no se pliegan a las imposiciones del régimen. También se refirió a la destrucción sistemática de cruces en los templos, y a otras formas de intimidación. La clave es que el Estado necesita controlar todo lo que pueda poner en cuestión su poder.

A lo largo de la historia la Iglesia ha buscado acuerdos, siempre imperfectos y contingentes, con regímenes de todo tipo, para establecer unas condiciones mínimas de seguridad y libertad para sus comunidades. Sabíamos que este acuerdo tiene lagunas, y que su aplicación depende al final de un poder arbitrario. A la Santa Sede le corresponde valorar su utilidad y posibilidades de mejora con realismo y perspectiva de futuro, escuchando a la sufrida y heroica Iglesia que camina, pese a todo, en China.