La misericordia es un dique frente al mal
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Desde que comenzó la invasión de Ucrania, hace ya veinte días, el arzobispo Sviatoslav Sevchuck, cabeza de la Iglesia greco-católica, graba cada día en video un mensaje para su pueblo desde su catedral en Kiev. Me ha impresionado especialmente uno de esos mensajes, en el que afirma que en la guerra siempre se humilla la dignidad del ser humano. Y se pregunta qué pueden oponer los cristianos a este desprecio por el ser humano durante la guerra actualmente en curso. La respuesta del arzobispo Sevchuck es lapidaria: “en primer lugar, hoy debemos realizar las obras de misericordia”. La misericordia, dijo de forma tajante San Juan Pablo II, es el límite que Dios impone al mal, y esto es un gran misterio, especialmente cuando escuchamos el fragor en el campo de batalla.
Y el arzobispo se fijaba en una cuestión que puede parecer menor en medio de la tragedia. Para la Iglesia, el entierro de los muertos es una de las formas de misericordia hacia el prójimo, pero curiosamente, los invasores rusos no respetan los cuerpos de sus propios caídos. “A pesar de que a nuestros voluntarios les gustaría devolver los cuerpos de los rusos fallecidos, no quieren llevárselos y darles un entierro adecuado”. Sevchuck habla con el corazón destrozado de las fosas comunes en Mariúpol, donde miles de personas son enterradas sin oración y sin respeto cristiano. “Es muy importante para nosotros mostrar nuestro respeto por los cuerpos de los muertos, tanto militares como civiles”. Y por eso ha pedido a todos sus sacerdotes que celebren misas de sufragio por todos los que han muerto durante esta guerra inhumana. “Así mostramos nuestra misericordia hacia los cuerpos de los difuntos: para defender al hombre, la dignidad humana”. Sí, la misericordia es el último y más formidable dique frente al mal.