Para que tengan vida
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Desde hace quince años tengo el privilegio de seguir de cerca la historia de un misionero español, el comboniano Juan José Aguirre, Obispo de Bangassou, en la República Centroafricana. En su última carta reconoce que, tras 42 años en ese país y 24 como obispo, tiene ya algunas goteras, aunque quién lo diría. Abre su carta con la foto de uno de sus curas, Francis, montado en una moto para llegar a Bangassou tras cinco días de viaje por pistas empapadas de lluvia y barro, tras franquear varias barreras de mercenarios armados hasta los dientes. De los 14 grupos que han pisoteado el país desde 2018 sólo quedan dos señores de la guerra, a los que Aguirre tendrá que “pedir permiso” para celebrar una ordenación sacerdotal el día de la Inmaculada. A continuación, muestra la foto de una religiosa, Yolanda, que se ocupa de 350 huérfanos, víctimas de la guerra o cuyos padres han muerto de Sida. El proyecto “Huérfanos”, fue uno de los primeros que Aguirre puso en marcha tras su consagración episcopal. Después llegaría el hospital, que empezó como centro de enfermos terminales de Sida y ahora tiene la sala de leprosos, y las de odontología, pediatría, maternidad, y un quirófano.
En la “Casa de la Esperanza” viven ancianos con demencia senil, que son acusados en los barrios de brujería, y allí son protegidos y cuidados hasta su muerte. Y en las 18 escuelas de la diócesis estudian 10.000 alumnos. Juan José Aguirre habla también de la vitalidad de las parroquias, y de los cursos de costura para madres solteras, los de carpintería para jóvenes salidos en estado de shock traumático de la guerrilla, los de soldadura o alfabetización. Tendrá goteras, pero la gracia de Dios no se ha frustrado en la vida de este hombre. Sin esa gracia, nos recuerda, la misión se desvanecería, pero sin el corazón latente de la comunidad, sin la oración y la ayuda material de toda la Iglesia, tampoco se sostendría. Eso significa DOMUND.