Por nosotros, no hay otra respuesta

José Luis Restn reflexiona sobre las palabras del Papa Francisco después de estar ingresado tres días en el hospital

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Por nosotros, no hay otra respuesta

José Luis Restán

Publicado el - Actualizado

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Había lógica expectación por ver y escuchar al Papa tras su salida del hospital Gemelli, recién dado de alta tras ser tratado de una bronquitis que, como sucede en estos casos, había suscitado todo tipo de fantasías. En la homilía del Domingo de Ramos pudimos escuchar una homilía intensa y vibrante que tocaba el núcleo de la fe cristiana. Siempre me ha parecido que Francisco da su medida más alta cuando se ensimisma con los pasajes del Evangelio y nos los ofrece de corazón a corazón, como hizo ayer con ese m omento tremendo en que Jesús, sobre la cruz, hace suyo el lamento del salmo y grita “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”

Como bien dijo el Papa, participar en la liturgia no es asistir a un espectáculo sino entrar de lleno en el drama de la relación de Dios con el hombre, con cada uno de nosotros. En aquella hora trágica, dijo Francisco, el hombre Jesús experimenta el abandono de parte de Dios. Abandono es una palabra fuerte en la Biblia, se refiere a momentos de dolor extremo: amores fallidos y traicionados, hijos rechazados y abortados, situaciones de repudio, exclusiones que privan de vínculos sociales, la soledad de la enfermedad, la opresión lacerante de la injusticia… Todo esto lo ha llevado Jesús a la cruz, cargando sobre sus espaldas todo el mal del mundo.

Y todo esto, ¿por qué? “Por nosotros, no hay otra respuesta”, dijo el Papa en un momento de verdadera intensidad que se reflejaba en su rostro y en su voz. Este abandono es el precio que ha pagado por ti, por mí… “para no dejarnos rehenes de la desolación y estar a nuestro lado siempre”, en cualquier circunstancia. “También yo, dijo el sucesor de San Pedro en una significativa confesión, tengo necesidad de que Jesús me acaricie y se acerque a mí, y por eso voy a encontrarlo en los abandonados”. El fruto de esta muerte que nos corta el aliento, y de la resurrección que nos llena de asombro, es saber que nunca estamos solos, que en cualquier abandono que sufrimos, Él está. Empecemos esta Semana grande con la conmoción que Francisco nos ha transmitido.

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