Teresa, un manantial inagotable
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Teresa, un manantial inagotable
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El 400 aniversario de la canonización de Santa Teresa de Jesús me ha llevado a volver a contemplar algunos capítulos de la magnífica serie realizada en los años 80 por TVE, con la extraordinaria interpretación de Concha Velasco en el papel de la gran reformadora del Carmelo. La vida de Teresa es un manantial inagotable de agua fresca, y cada vez podemos fijarnos en algún detalle que antes había pasado inadvertido. Es preciosa la relación de Teresa con Juana Suárez, amiga desde la juventud. Es una relación llena de atención, respeto y delicadeza. Juana acompaña a Teresa en los episodios de su extraña enfermedad, es depositaria de sus confidencias y contempla su camino espiritual, a veces sin entender, pero siempre llena de conmoción.
Sin embargo, cuando llega el momento crucial de la fundación del convento de San José, que marca el inicio de la reforma del Carmelo, Juana no puede seguir a su amiga del alma. Piensa que Teresa ha ido demasiado lejos, y que esa aventura no puede salir bien. Pero a diferencia de tantos que murmuran, ella sabe que la intención de Teresa es pura, y cuando la ve partir hacia San José siente que una parte de su vida se va con ella. Años después se produce la escena impactante de la entrada de Teresa de Jesús como priora de la Encarnación, con las monjas amotinadas contra lo que consideran una imposición de los superiores del Carmelo. Allí sufre gritos y empellones de las que tratan de evitar que ocupe la silla de la priora. Entonces reaparece Juana haciendo de escudo para su amiga y gritando “¡la queremos y la amamos!”, y comienza a entonar el “Te Deum laudamus” que apacigua el tumulto. Y así, la discrepancia que las había alejado se disuelve en el cauce de la Iglesia, en el que ambas, por distintos caminos, habían permanecido.