La única lógica de la Iglesia es la misión
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El anuncio de la creación de 21 nuevos cardenales, 16 de ellos electores, ha disparado la fantasía de algunos, que apuestan incluso por un inminente final del pontificado. No hay nada sólido que avale esa hipótesis. No me asombran estas elucubraciones, otra cosa es su consistencia real. Se señala, por ejemplo, que en un hipotético cónclave, 109 de los 132 electores habrán sido creados por Francisco, lo que augura la continuidad absoluta con el actual pontificado. Este argumento olvida que los cardenales que eligieron a Jorge Bergoglio habían sido nombrados todos por Juan Pablo II y Benedicto XVI, lo que no impidió que apostaran por el arzobispo de Buenos Aires.
Y es que, interpretar con categorías político-ideológicas la vida de la Iglesia es la mejor manera de equivocarse. Cada momento histórico, y el actual es de alta combustión, demanda de los cardenales una reflexión sobre los desafíos más urgentes y profundos que debe afrontar la misión de la Iglesia. Y en esa reflexión compartida, las etiquetas se queman a toda velocidad.
Lo que es un hecho es que la vieja Europa ha perdido peso en el colegio cardenalicio, lo cual tiene lógica, en tanto que África y, sobre todo Asia, lo han ganado. Pero, del mismo modo que los cardenales no se verán condicionados por etiquetas ideológicas, tampoco se mueven en función de bloques continentales. La única lógica de la Iglesia es la de la misión. El pontificado de Francisco está vivo y tiene importantes retos abiertos, y el Papa necesita voces leales que le aconsejen sin encasillamientos ni etiquetas, desde los cinco continentes y desde la rica variedad de carismas que el Espíritu suscita en la Iglesia.