Vivir la fe al aire libre, en diálogo con todos
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Vivir la fe al aire libre, en diálogo con todos
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Está en marcha el segundo Congreso Iglesia y Sociedad Democrática, organizado por la Fundación Pablo VI. Ayer, el cardenal Juan José Omella señaló la doble tentación histórica de los poderes públicos respecto de la Iglesia: verla como enemiga o apoderarse de ella. Cuando la Iglesia se implica en el diálogo público no lo hace por estrategia, sino por convencimiento de la necesidad del encuentro como forma de su misión, y como herramienta para contribuir al bien común de una sociedad plural.
Como refleja el discurso del cardenal Omella, estamos en un cambio de época en el que se hace patente la fragilidad del cimiento ético y cultural de las democracias europeas. La Iglesia puede alumbrar esta encrucijada con el bagaje de 2.000 años de experiencia plasmado en su Doctrina Social, y puede contribuir con el testimonio y la creatividad de sus comunidades a dar consistencia a ese cimiento, trabajando codo a codo con personas de cualquier pertenencia cultural y religiosa.
Por otro lado, la Iglesia vive en permanente estado de conversión y reforma, no puede vivir de la nostalgia, no desea ni privilegios ni protecciones especiales, y sabe que tiene que aprender y ensayar formas nuevas de presencia en este contexto histórico. Este Congreso es un intento muy estimable en esa dirección. La hostilidad manifiesta de muchos poderes culturales y políticos no debe ser motivo para que los católicos nos encastillemos ni cavemos trincheras. Este es el tiempo de una presencia humilde, inteligente y audaz: tenemos que asumir el precio y también experimentar la dicha de vivir nuestra fe al aire libre, en diálogo con todos. Como dice el Papa Francisco en su encíclica Fratelli Tutti, “queremos ser una Iglesia que sale de sus templos para acompañar la vida y sostener la esperanza”. Nadie ha dicho que sea un camino de rosas, pero es el camino del Evangelio.