

"Lo mejor que puede hacer Sánchez por los españoles es renunciar a sus peligrosos coqueteos con China. Su primer deber es la lealtad a Europa"
Escucha el monólogo de Jorge Bustos del jueves 3 de abril
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El gran crupier del mundo ha hecho girar la ruleta y ha publicado los resultados en una gran tabla analógica como la de los antiguos bingos: 20% para la Unión Europea, 54% a China, un 24 a Japón, un 26 a la India, un 31 a Suiza, un 17 a Israel... No hay distinción entre amigos y enemigos: todos adversarios. Pero lo que para él es un juego narcisista, un concurso televisivo para castigar a enemigos imaginarios y para excitar las bajas pasiones de su audiencia, en el mundo adulto se recibe como una declaración de guerra. Una guerra comercial que va a dejar innumerables víctimas, los nuevos pobres causados por este repliegue, por el giro más retrógrado de la historia del comercio. Una involución más socialista que liberal. Una apuesta suicida por la autarquía, por ese nacionalismo económico que añora una autosuficiencia imposible en un mundo tan abierto.
Donald Trump promete hacer América grande de nuevo, pero forzando una subida masiva de impuestos en todas direcciones solo va a conseguir aislar la economía estadounidense, aumentar la inflación y acelerar la recesión, perjudicar la cotización del dólar, incentivar mercados ajenos que huirán de la ruta norteamericana como de la peste. Trump pretende revertir la globalización, como un niño que se empeña en ponerle diques al mar, o como un nostálgico de un imperio que si fue grande se debió precisamente al libre comercio y al poder blando de la gran democracia americana. Precisamente los dos pilares que el trumpismo está erosionando.
El intervencionismo económico nunca ha funcionado, y tampoco lo hará ahora"
Copresentador de 'Mediodía COPE'
Cuando pase el tiempo y se disipe el polvo y todos veamos las consecuencias exactas del desastre, señalaremos el de ayer como el día más estúpido de la historia de Estados Unidos. El día en que un líder contradictorio quiso demostrar su poder y solo delató su debilidad. Su miedo senil a la prosperidad y el talento de los demás. Su falta de confianza en la productividad de los propios trabajadores estadounidenses, a los que en el fondo considera incapaces de competir y ganar en el mercado global sin trampas, sin la necesidad de recurrir a la coerción, a la amenaza, al castigo ajeno que acabará dañando los intereses propios. Piensa que a golpe de arancel logrará que todas las fábricas que se fueron regresen y que todas las industrias que dejaron de ser rentables vuelvan a serlo a golpe de intervencionismo. Pero el intervencionismo económico nunca ha funcionado, y tampoco lo hará ahora. Millones de personas en todo el mundo empezarán pronto a pagar más caros los alimentos, los medicamentos y el transporte.
¿Y Europa qué puede hacer? Pues lo primero es no dividirse. No caer en la tentación de la negociación bilateral directa con Donald, donde cada país haga la guerra por su cuenta tratando de colocar su producto estrella a menor coste. Esa fragmentación sería además el sueño húmedo de Putin, porque nos debilitaría a todos. Von der Leyen ha anunciado medidas proporcionales de respuesta, aunque tiende todavía la mano al examigo americano antes de pulsar el botón rojo del arancel mutuo. En cuanto a Pedro Sánchez, hace unos minutos acaba de anunciar ayudas y avales para los sectores que puedan verse especialmente perjudicados por su dependencia del mercado estadounidense: nos jugamos 36.800 millones de euros anuales en exportaciones. Pero lo mejor que puede hacer Sánchez por los españoles es renunciar a sus peligrosos coqueteos con China. Su primer deber es la lealtad a Europa. A esa misma Europa que tanto nos ayudó en la pandemia y que le está exigiendo ya el aumento del gasto militar. Porque el europeísmo no se demuestra con discursos sino con hechos. O sea, con presupuestos".