"Teresa Ribera está deseando ser comisaria de un gobierno europeo de derechas"
Escucha el editorial de Jorge Bustos del lunes 11 de noviembre
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Hay una ministra y vicepresidenta del Gobierno que está deseando dejar de serlo. Lo desea desde hace mucho tiempo Teresa Ribera. Lo desea tan fuerte que quizá ese deseo la absorbió demasiado en unas horas decisivas, dos horas clave en las que la crecida del barranco del Poyo amenazaba las vidas de cientos de españoles de Valencia. Vigilar ese caudal era competencia de su ministerio a través de la Conferencia Hidrográfica del Júcar, como también era competencia de ese ministerio permitir la limpieza de los cauces de los barrancos que la gota fría tiende a desbordar desde hace siglos por estas fechas. Si no se limpian, porque se conoce que hay que proteger la naturaleza salvaje que crece en esos barrancos, entonces el agua se embalsa primero y se desborda después con una violencia y rapidez incontrolable.
Eso es lo que pasó entre las 16.00 y las 18.00 de la tarde del martes de la dana. Pero el departamento de Teresa Ribera no lo advirtió, porque estaba más pendiente de la presa de Forata, que resistió perfectamente. Mientras el barranco del Poyo, que es por donde podía bajar el peligro letal, pasaba inadvertido a la ministra competente (o incompetente), y mientras las alertas de la Aemet, a la hora del famoso e injustificable almuerzo de Mazón, decían que el temporal se desplazaría hacia el norte.
Así que las culpas está muy repartidas y hay para todos, siempre que no nos dejemos llevar por los tuertos de un bando o del otro. Si el PP quiere representar una alternativa al sanchismo debe serlo también en el terreno moral: no se puede acusar a Teresa Ribera y al propio Sánchez de evadir sus responsabilidades si se le permite a Mazón evadir las suyas. Cosa distinta es que ahora no sea el momento de descabezar la Generalitat, en plena reconstrucción de los municipios afectados. Y es verdad que la responsabilidad política debería ser una norma transversal, que funcionase para todos, pero el sanchismo solo escucha el clamor de la calle cuando se dirige al adversario: lo demás es siempre extrema derecha y antipolítica.
Mañana Teresa Ribera se examina durante cuatro horas en el Parlamento Europeo para comprobar su idoneidad como comisaria de Ursula von der Leyen. El primer partido del continente, que es el PP, no se lo va a poner fácil, pero lo probable es que funcione el pacto entre las dos grandes fuerzas europeas a pesar de la inhibición y desatino de Ribera durante la dana, a pesar de su dogmatismo antinuclear (que ya ha matizado para no perder su eurocargo), a pesar del conflicto de intereses por el trabajo de su marido y a pesar de que el PSOE en su día votó en contra del nombramiento de Arias Cañete. Pero se ve que, efectivamente, no todos los políticos son iguales.
Lo que me extraña es que el sanchismo suplique fuera de España los pactos con el PP que demoniza dentro. Teresa Ribera está deseando ser comisaria de un gobierno europeo de derechas. Igual podría explicar mejor las bondades de ese deseo a los que pronto serán excompañeros de gabinete, empezando por Pedro y su muro. No vaya a ser que pensemos que tanto sectarismo es en realidad un paripé que los sanchistas practican hasta que encuentran un puesto mejor".