Carta del arzobispo de Barcelona: «Santa María, Madre de la Iglesia»
El cardenal Juan José Omella dedica su escrito de esta semana a la Virgen y nos invita a «honrar a María con vuestra oración» durante este mes de mayo
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Cuando el papa Pablo VI, el día de la clausura de la tercera sesión del Concilio Vaticano II, declaraba a María «Madre de la Iglesia» constataba lo que a lo largo de los siglos había sido y era la experiencia constante del pueblo cristiano, hasta nuestros días, el amor entrañable a la Virgen María. Precisamente, no quisiera que pasara el mes de mayo, el popular «mes de las flores», sin un recuerdo a santa María, a quien la piedad popular siempre ha venerado, de modo especial, durante este mes. Lo haré recordando unos pensamientos del papa Francisco dedicados a la Virgen.
En su exhortación apostólica Gaudete et exsultate, del 19 de marzo del año 2018, el Papa nos habla de la santidad cristiana de la gente sencilla, de los santos «de la puerta de al lado» (GE 7) –como él dice –, y termina con estas palabras sobre la Virgen: «Quiero que María corone estas reflexiones, porque ella vivió como nadie las bienaventuranzas de Jesús. [...] Es la santa entre los santos, la más bendita, la que nos enseña el camino de la santidad y nos acompaña» (GE 176).
El Papa pone a María como ejemplo de gente sencilla con virtudes excelsas, como ejemplo a seguir. María es nuestro consuelo, porque si caemos y no nos levantamos, ella nos llevará en sus brazos sin juzgarnos. El diálogo con ella nos consuela, nos libera y santifica. María nos comprende y no necesita demasiadas palabras, ni tampoco necesita que nos esforcemos mucho para explicarle lo que nos pasa, ella siempre lo sabe.
Además, en la exhortación apostólica Christus vivit, publicada en el año 2019, tras el Sínodo dedicado a los jóvenes, el Papa dice: «En el corazón de la Iglesia resplandece María. Ella es el gran modelo para una Iglesia joven, que quiere seguir a Cristo con frescura y docilidad. [...] Siempre llama la atención la fuerza del “sí” de María joven» (ChV 43-44).
María era una joven humilde y sencilla, pero no dudó en aceptar el encargo que se le encomendó. Las ganas de servir fueron más fuertes que las dudas y dificultades. Esa joven hoy es la madre de todos y, con ella, la luz de la esperanza no se apaga.
A finales del pasado año, en Barcelona, vivimos un acontecimiento precioso y muy simbólico. Tuvimos el gozo de inaugurar la Torre de María de la basílica de la Sagrada Familia, coronada por una estrella. Mucha gente llegada de todo el mundo ya conoce la estrella de María, una estrella que ilumina la ciudad y nuestros corazones con la luz de la esperanza, una luz que queremos que no se apague. Nuestra Madre siempre nos mira, en silencio. Y como dice el Santo Padre, «ante los ojos de la Madre solo cabe el silencio esperanzado» (ChV 48).
Queridos hermanos y hermanas, os pido que, en estos días del mes de mayo, no dejéis de honrar a santa María con vuestra oración, ya sea la del Ave María, la del santo Rosario, la del Regina coeli –que sustituye la del Angelus durante el tiempo pascual– o la de la Salve Regina, que se inicia con estas palabras llenas de ternura: «Dios te salve, Reina y Madre de misericordia; vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve». Aprendamos de ella a decir siempre sí a la voluntad de Dios, a lo que Dios nos pida en cada momento y circunstancia de nuestra vida.
† Juan José Omella Omella
Cardenal arzobispo de Barcelona