Carta del arzobispo de Valladolid: «¡Oh!, Gloria»
En el último domingo de Adviento, Luis Argüello indica que Jesús en Belén expresa quién es Dios, pero también quiénes somos cada uno de nosotros
Madrid - Publicado el - Actualizado
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En los últimos días del Adviento la Iglesia proclama, si cabe con mayor insistencia: ¡Ven pronto Señor, ven Salvador! Y lo hace dejando que su corazón haga brotar en los labios un ‘¡oh!’, un ‘¡oh!’ de asombro por ver que las promesas hechas a los antiguos padres se van a cumplir en Jesucristo, en Él, Pastor de la casa de Israel, Adonai, Hijo de David, Sol Naciente, Rey de las naciones, Emmanuel…
Cada día en la liturgia, en las vísperas, antes del Magnificat, junto con María, Virgen de la O, Virgen de la Esperanza, la Iglesia va a dibujando en el corazón y en los labios, la “O” del asombro. Esta “O” dispone nuestro corazón para cantar “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres a los que Dios ama” (Lc. 2, 1-14). Y cantaremos ¡gloria! ya en Navidad, porque el Señor ha respondido: “Sí, llego pronto”… y ya está aquí. La ‘O’ se transforma así en ‘Gloria’, alabanza que expresa el esplendor de la Verdad que el Niño nos trae; el resplandor de la gracia que Dios nos ofrece para nuestro bien en la palabra que se hace carne en el seno de María y ve la luz, iluminando, en un pesebre.
‘Gloria’ es la gran aclamación de la Navidad. ‘Gloria’ expresa además la belleza del Misterio que estamos contemplando estos días. ‘Gloria’ hace que el asombro se transforme en cántico. Cántico que acoge a través de la hermosura, a través del resplandor, la Verdad que este Niño nos ofrece.
Jesús en Belén nos brinda una verdad humilde, una verdad entre pajas, una verdad que expresa quién es Dios, pero también quién es el hombre, quiénes somos cada uno de nosotros. Nosotros, tú, yo, somos la persona creada a imagen y semejanza de Dios mismo; la persona que encuentra en el Verbo encarnado el modelo y la propuesta de su vocación más profunda.
El Niño nos trae, además, la verdad de la historia, sostenida por su misma presencia; que es una historia que lleva en su interior una promesa de cumplimiento. El Señor, definitivamente, vendrá, pero quiere hacerlo a través de las huellas que deja en esta Encarnación, en esta entrada en la carne y en la historia.
La ‘Gloria’ nos llena de alegría, porque el niño nos trae, además, el amor de Dios hecho carne; la gracia, el don desmedido y sin medida; el don que va más allá de nuestros merecimientos; el don que todo lo innova y que todo lo recrea. ¡Cómo no unirnos a las voces de los ángeles y de los pastores para cantar “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que Dios ama”!.
Os deseo una alegre y Santa Navidad. Dejemos que el Niño siga llenando de asombro nuestros corazones y que vayamos por los caminos de la vida cantando este cántico nuevo: La ‘Gloria’ de Dios, el testimonio de la verdad y del bien que Él nos ofrece, a través de la belleza de nuestro humilde testimonio.
¡Alegre y Santa Navidad, amigos!
+ Luis Argüello
Arzobispo de Valladolid