Carta del arzobispo de Valladolid: «¡Verdaderamente ha resucitado!»
Ahora que estamos inmersos en el tiempo de Pascua, Luis Arguello nos recuerda en su carta la cantidad de momentos y situaciones en las que se hace presente el Resucitado
Madrid - Publicado el - Actualizado
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¡Jesucristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado! Este saludo, este grito de la comunidad cristiana a lo largo de los siglos, es también repetido entre nosotros estos días. Acojamos la verdad de esta proclamación: ¡Sí! ¡Verdaderamente ha resucitado! Si de verdad lo creyéramos, si creyéramos desde el fondo del corazón que el Señor ha resucitado, cómo cambiaría nuestra vida, cómo se encendería la alegría, cómo la esperanza sería indomable. Lo es en germen pero, reconozcámoslo, nuestra fe es débil.
Jesucristo verdaderamente ha resucitado y, por lo tanto, está presente en la vida de la Iglesia y del mundo. Él mismo nos fue señalando lugares, sitios, formas, donde su presencia resucitada es muy singular. Está presente en la Eucaristía, en ella se hace verdaderamente presente. Su sacrificio, el de la cruz del Viernes, permanece por los siglos. Resucitado de entre los muertos, su cuerpo glorioso toma la forma de pan y de vino, y podemos comulgarle, comulgar su mismísimo Cuerpo, acoger su presencia, escuchar su mandato: “haced esto”, id a los caminos de la vida y llevad la paz.
El resucitado se hace presente en la Palabra, la palabra que aclamamos y escuchamos en la liturgia. “Palabra del Señor”, decimos cuando el Evangelio es levantado. Es una palabra viva, con capacidad de transformar nuestros corazones; es una palabra que, como una espada de doble filo, atraviesa las junturas del alma y la transforma; es una palabra que tiene capacidad de hacernos discípulos y misioneros; es la palabra viva del Señor, la palabra que se hizo carne y ahora la carne gloriosa resucitada, que se hace palabra para nuestro bien.
El resucitado también se hace verdaderamente presente allí donde dos o más se reúnen, nos reunimos, en su nombre. Qué importancia tiene, hermanos, la vida comunitaria; la vida en la que el Señor, presente en medio de nosotros, va siendo nuestro catequista, nuestro pedagogo, nuestro maestro… Va reconciliándonos de manera permanente y va ahondando nuestra comunión.
El Señor se hace presente a través de la humilde mediación de un ministro ordenado, gracias al que oímos la palabra viva del Señor que nos dice: Yo te perdono; yo te absuelvo y te libero del peso de tu culpa. Qué ocasión tan singular de acercarnos al Resucitado, que lleva el costado abierto, y que sigue derramando sobre nosotros su misericordia. ¡Sí! ¡’El vive! y nos dice, te dice: “Yo te perdono”, y lo hace a través de una humilde mediación sacramental.
Él ha resucitado ¡Verdaderamente ha resucitado! y se hace presente también en un lugar extraño: en los empobrecidos de la tierra; en los sufrientes, en los que aparecen las marcas de la cruz de este cuerpo ahora glorioso; en ellos el Señor juzga la historia y nos recuerda que, presente ya, vendrá de una manera nueva plena, resucitada y gloriosa, al final del tiempo: en esa Parusía o advenimiento del rey que viene a realizar su justicia.
Sí, amigos: ¡El Señor ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado! Y está en medio de nuestro mundo, como quien ha plantado un árbol; un árbol de vida, un árbol del que sí podemos comer, un árbol que nos alimenta, que alimenta nuestro cuerpo que por el bautismo participa de la resurrección de Cristo, para que se transforme y dé frutos de vida Eterna.
Feliz día inmenso de Pascua, queridos amigos. ¡Aleluya! ¡Jesucristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!
+ Luis Argüello
Arzobispo de Valladolid