Carta del obispo de Astorga: «La vida contemplativa: lámparas en el camino sinodal»
Jesús Fernández recuerda que la Iglesia celebra el próximo domingo la Jornada Pro Orantibus, dedicada a la vida contemplativa
Madrid - Publicado el
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El domingo 22 de junio, Solemnidad de la Santísima Trinidad, la Iglesia celebra la Jornada Pro Orantibus dedicada a la vida contemplativa, bajo el lema “La vida contemplativa: lámparas en el camino sinodal”. En el contexto del Sínodo convocado por el Papa Francisco para profundizar en el camino sinodal, “camino que Dios espera de la Iglesia en el tercer milenio”, el lema viene a ser una invitación a los contemplativos para que, sin perder su propia identidad, se impliquen haciendo el camino juntos.
La vida consagrada y, en particular, la vida contemplativa, ha de tener en cuenta esta llamada del Santo Padre. Para ello ha de abandonar cualquier modo de ejercer la autoridad que se concentre en una persona o en un grupo de personas elegidas y ha de asumir en la práctica que la autoridad es servicio para promover el crecimiento de las personas a ella confiadas. El ejercicio sinodal de la autoridad impulsa la participación activa en los órganos de decisión y crea un contexto de confianza que favorece la participación libre y propositiva en dichos órganos y en todo tipo de encuentros. El estilo sinodal pide también a cada monasterio que, sin cerrarse en sí mismo, mantenga relaciones fraternas y de colaboración con otros monasterios. En este sentido, ninguno debería dejar de participar en una estructura de comunión.
La Iglesia, además de invitar a la vida contemplativa a participar en el proceso sinodal, le propone la misión de ser luz que alumbra en el camino. Ciertamente, una lámpara puesta en el margen de la senda no tiene otro objeto que el de alumbrarla permitiendo evitar los tropiezos y los extravíos a los que la recorren. Estrictamente hablando, sólo a la Palabra de Dios le corresponde alumbrar nuestra vida como nos recuerda el salmista cuando afirma: “Lámpara es tu Palabra para mis pasos, luz en mi sendero” (Sal 118, 105). El propio Jesucristo, corazón de la Palabra de Dios, se nos presenta como luz capaz de alumbrar nuestras tinieblas, capaz de clarificar nuestra identidad y el sentido de nuestra vida. Por lo tanto, si decimos que la vida contemplativa es lámpara, lo que queremos expresar en realidad es que, a través suyo, brilla la luz que es Jesucristo.
Los contemplativos, por tanto, no son la luz, sino lámparas que acogen y nos trasladan la luz en medio de la noche. La verdadera luz es Jesucristo. El contemplativo, humildemente afirma con Juan el Bautista: “Es preciso que él crezca y yo disminuya”. Por lo tanto, el mejor servicio que pueden hacer a sus hermanos no consiste en hablarles de sí mismos, de su Orden o monasterio, sino del Señor.
Los contemplativos, en definitiva, son custodios y testigos de algunos elementos esenciales para el proceso sinodal puesto en marcha: la escucha, la conversión y la comunión. En primer lugar, encarnan la Palabra de Dios después de escucharla, meditarla e interiorizarla. Aleccionados en la escuela de la escucha, nos enseñan a escuchar también al otro y a los otros. Su empeño permanente por convertirse a la voluntad divina, nos empuja a recorrer el camino del discernimiento y la transformación. Y, en fin, al recrear cada día la comunión fraterna, alumbran para nosotros las sendas de la reconciliación y de la paz.
Agradezcamos al que es la luz la entrega y el testimonio generoso de los contemplativos, lámparas en el camino sinodal. Encomendemos también la vida de los contemplativos de las nueve comunidades que iluminan el caminar comunitario de esta Iglesia particular de Astorga. Que la luz de Cristo nunca decline en sus vidas para que sean las lámparas luminosas que nos guían hacia el Reino de Dios.
+ Jesús Fernández González
Obispo de Astorga